Martha Anaya / Crónica de Política
El desaire de los legisladores priistas al Diálogo por la seguridad convocado por Felipe Calderón, hizo mella en el Presidente de la República y, si alguna oportunidad había de acudiera acudir al Congreso el próximo primero de septiembre a presentar su IV Informe de gobierno –hecho poco probable pero posibilidad al fin–, ahí se cerró.
Lo sabían los del tricolor, pero siguieron presionando. Todavía ayer por la mañana el senador Manlio Fabio Beltrones pidió públicamente a Calderón acudir al Congreso de la Unión para intercambiar opiniones con todas las fuerzas políticas.
¿Por qué habría de acudir Calderón a San Lázaro si ellos no acudieron al Campo Marte?
La respuesta del coordinador de los senadores del PRI fue contundente:
“Porque ésta no es una monarquía, sino una democracia en la que el Ejecutivo rinde cuentas al Legislativo, y no al revés”.
Su contraparte panista en Xicoténcatl, Gustavo Madero, no tardó en salirle de frente a Beltrones y, desde su propia trinchera, llamó a los suyos a sumar esfuerzos para “abatir ese dique armado por el PRI, al que no le bastaron 70 años como gobierno obstructor del desarrollo de México, también hay que agregarle 10 años como oposición retrógrada”.
Es tiempo, dijo, de darle a México y a los mexicanos resultados concretos, corresponde al Poder Legislativo sacar adelante las reformas que ya están en la mesa, y avanzar en todas aquellas a las cuales el PRI siempre le saca la vuelta con sus declaraciones mediáticas.
De uno y otro lado –lo tenían bien claro—se trataba de una guerra mediática. La decisión de Calderón estaba tomada. Sólo hacía falta hacer pública.
Ello no tardó mucho en ocurrir. Al poco rato la secretaría de Gobernación emitió un comunicado que, por cierto, estaba muy alejado del tono asumido por el coordinador de los senadores panistas.
Iniciaba el texto reconociendo “el intenso trabajo” desarrollado por los distintos grupos parlamentarios durante el pasado periodo de sesiones, “así como su compromiso en la búsqueda de acuerdos políticos en temas fundamentales para México.”
Más adelante, por ahí del cuarto párrafo, entraba al tema del IV Informe de Gobierno. “La entrega” de éste, indicaba, “se realizará de acuerdo con lo establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”.
Es decir, se entregará por escrito. ¿Quién lo entregará? Eso no lo especifica el comunicado de Gobernación, pero es muy probable que lo lleve el secretario de Gobernación, Francisco Blake, tal y como lo han hecho sus antecesores a lo largo de este sexenio.
Más allá del pleito mediático entre legisladores priistas y panistas y de que Felipe Calderón no ha vuelto a pararse ante el Congreso de la Unión desde su difícil toma de posesión, lo que queda claro es que la “afrenta” sufrida por el PRI por las alianzas que tejió el PAN con el PRD en las pasadas elecciones, no es tema cerrado ni se le ha dado vuelta a la página.
Por más que algunos gobernadores del PRI se hayan mostrado dispuestos a colaborar con Calderón en su lucha contra el crimen, el gran abanico de temas que se deciden en el Congreso responderán a otros intereses y a la lucha en el poder y por el poder.
Así que, a decir de los propios actores políticos, nuestro panorama se despliega entre actitudes monárquicas de un lado y oposiciones retrógradas del otro.
El desaire de los legisladores priistas al Diálogo por la seguridad convocado por Felipe Calderón, hizo mella en el Presidente de la República y, si alguna oportunidad había de acudiera acudir al Congreso el próximo primero de septiembre a presentar su IV Informe de gobierno –hecho poco probable pero posibilidad al fin–, ahí se cerró.
Lo sabían los del tricolor, pero siguieron presionando. Todavía ayer por la mañana el senador Manlio Fabio Beltrones pidió públicamente a Calderón acudir al Congreso de la Unión para intercambiar opiniones con todas las fuerzas políticas.
¿Por qué habría de acudir Calderón a San Lázaro si ellos no acudieron al Campo Marte?
La respuesta del coordinador de los senadores del PRI fue contundente:
“Porque ésta no es una monarquía, sino una democracia en la que el Ejecutivo rinde cuentas al Legislativo, y no al revés”.
Su contraparte panista en Xicoténcatl, Gustavo Madero, no tardó en salirle de frente a Beltrones y, desde su propia trinchera, llamó a los suyos a sumar esfuerzos para “abatir ese dique armado por el PRI, al que no le bastaron 70 años como gobierno obstructor del desarrollo de México, también hay que agregarle 10 años como oposición retrógrada”.
Es tiempo, dijo, de darle a México y a los mexicanos resultados concretos, corresponde al Poder Legislativo sacar adelante las reformas que ya están en la mesa, y avanzar en todas aquellas a las cuales el PRI siempre le saca la vuelta con sus declaraciones mediáticas.
De uno y otro lado –lo tenían bien claro—se trataba de una guerra mediática. La decisión de Calderón estaba tomada. Sólo hacía falta hacer pública.
Ello no tardó mucho en ocurrir. Al poco rato la secretaría de Gobernación emitió un comunicado que, por cierto, estaba muy alejado del tono asumido por el coordinador de los senadores panistas.
Iniciaba el texto reconociendo “el intenso trabajo” desarrollado por los distintos grupos parlamentarios durante el pasado periodo de sesiones, “así como su compromiso en la búsqueda de acuerdos políticos en temas fundamentales para México.”
Más adelante, por ahí del cuarto párrafo, entraba al tema del IV Informe de Gobierno. “La entrega” de éste, indicaba, “se realizará de acuerdo con lo establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”.
Es decir, se entregará por escrito. ¿Quién lo entregará? Eso no lo especifica el comunicado de Gobernación, pero es muy probable que lo lleve el secretario de Gobernación, Francisco Blake, tal y como lo han hecho sus antecesores a lo largo de este sexenio.
Más allá del pleito mediático entre legisladores priistas y panistas y de que Felipe Calderón no ha vuelto a pararse ante el Congreso de la Unión desde su difícil toma de posesión, lo que queda claro es que la “afrenta” sufrida por el PRI por las alianzas que tejió el PAN con el PRD en las pasadas elecciones, no es tema cerrado ni se le ha dado vuelta a la página.
Por más que algunos gobernadores del PRI se hayan mostrado dispuestos a colaborar con Calderón en su lucha contra el crimen, el gran abanico de temas que se deciden en el Congreso responderán a otros intereses y a la lucha en el poder y por el poder.
Así que, a decir de los propios actores políticos, nuestro panorama se despliega entre actitudes monárquicas de un lado y oposiciones retrógradas del otro.
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