Carlos Ramírez / Indicador Político
Podría prestarse a miles de interpretaciones
El gesto de la broma de mal gusto de Marcelo Ebrard al levantar una caja con una docena de huevos y retar “para que los vea el cardenal”, no sólo fue un acto machista -no alfa, sino omega- sino un reconocimiento de que su demanda contra el cardenal Juan Sandoval Iñiguez fue una chacota.
Y a partir del axioma del recientemente fallecido Armando Jiménez del libro de cabecera “Picardía Mexicana” de que cada quien presume de lo que carece, el gesto de Ebrard es una falta de respeto a las leyes y al proceso de demanda. Y deja, eso sí, algunos indicios del estilo personal de gobernar del aspirante a la Presidencia de la República.
Más cerca de Polo Polo -con todo respeto al maestro del chiste sin censuras- que de un político de “izquierda”, el Jefe de Gobierno del DF podría prestarse a miles de interpretaciones que tienen que ver con el papel de los huevos en la cultura mexicana, pero algunos de ellos inclusive con tintes de discriminación muy parecidos a los expresados por la directora del Instituto de las Mujeres del GDF. Lo bueno para Ebrard es que la estridencia es práctica común del neopopulismo perredista.
Eso sí, ahora la demanda de Ebrard adquiere un color de machismo. Y el machismo es una de las expresiones tradicionales de la discriminación, el racismo y el predominio sexual como conducta de dominación política. De ahí que su referencia tenga que ver, vía el machismo, con la homofilia o el machismo por la hegemonía o adoración de una parte del órgano sexual masculino pero asociado a la represión femenina. Y si se busca a fondo, Ebrard mandó un mensaje nada subliminal de tipo machista por la sotana que usan por religión los sacerdotes.
De ahí que Ebrard esté obligado a regresar a la seriedad política o mejor retirar su demanda contra el cardenal Sandoval Iñiguez y desafiarlo a un torneo de albures. Y de paso, cobrar la entrada.
Aunque importante por su significado político-electoral, el dictamen final del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sobre la violación legal del presidente Felipe Calderón con sus spots en tiempos electorales entró en un callejón sin salidas. Existe un principio importante del derecho que señala que “sin pena no hay delito”. Por tanto, la acusación del Trife quedará en mero señalamiento pero lejos de cualquier referencia ilegal.
De acuerdo con el artículo 108 de la Constitución, “el Presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por traición a la patria y delitos graves del orden común”. En todo caso, los legisladores tienen en este tema uno de los debates necesarios para reordenar las facultades y limitaciones del presidente de la república. Ya había ocurrido con Vicente Fox el sexenio pasado con sus spots de promoción de la obra federal, pero con frases construidas para apoyar al PAN.
Podría prestarse a miles de interpretaciones
El gesto de la broma de mal gusto de Marcelo Ebrard al levantar una caja con una docena de huevos y retar “para que los vea el cardenal”, no sólo fue un acto machista -no alfa, sino omega- sino un reconocimiento de que su demanda contra el cardenal Juan Sandoval Iñiguez fue una chacota.
Y a partir del axioma del recientemente fallecido Armando Jiménez del libro de cabecera “Picardía Mexicana” de que cada quien presume de lo que carece, el gesto de Ebrard es una falta de respeto a las leyes y al proceso de demanda. Y deja, eso sí, algunos indicios del estilo personal de gobernar del aspirante a la Presidencia de la República.
Más cerca de Polo Polo -con todo respeto al maestro del chiste sin censuras- que de un político de “izquierda”, el Jefe de Gobierno del DF podría prestarse a miles de interpretaciones que tienen que ver con el papel de los huevos en la cultura mexicana, pero algunos de ellos inclusive con tintes de discriminación muy parecidos a los expresados por la directora del Instituto de las Mujeres del GDF. Lo bueno para Ebrard es que la estridencia es práctica común del neopopulismo perredista.
Eso sí, ahora la demanda de Ebrard adquiere un color de machismo. Y el machismo es una de las expresiones tradicionales de la discriminación, el racismo y el predominio sexual como conducta de dominación política. De ahí que su referencia tenga que ver, vía el machismo, con la homofilia o el machismo por la hegemonía o adoración de una parte del órgano sexual masculino pero asociado a la represión femenina. Y si se busca a fondo, Ebrard mandó un mensaje nada subliminal de tipo machista por la sotana que usan por religión los sacerdotes.
De ahí que Ebrard esté obligado a regresar a la seriedad política o mejor retirar su demanda contra el cardenal Sandoval Iñiguez y desafiarlo a un torneo de albures. Y de paso, cobrar la entrada.
Aunque importante por su significado político-electoral, el dictamen final del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sobre la violación legal del presidente Felipe Calderón con sus spots en tiempos electorales entró en un callejón sin salidas. Existe un principio importante del derecho que señala que “sin pena no hay delito”. Por tanto, la acusación del Trife quedará en mero señalamiento pero lejos de cualquier referencia ilegal.
De acuerdo con el artículo 108 de la Constitución, “el Presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por traición a la patria y delitos graves del orden común”. En todo caso, los legisladores tienen en este tema uno de los debates necesarios para reordenar las facultades y limitaciones del presidente de la república. Ya había ocurrido con Vicente Fox el sexenio pasado con sus spots de promoción de la obra federal, pero con frases construidas para apoyar al PAN.
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