Álvaro Cepeda Neri
Los nombramientos de Calderón para sustituir a los que ha despedido, van de mal en peor. Dejando a un lado las “flores” con las que les ha dicho adiós (como en los versos aquellos del poema: “Adiós, y si es para siempre, adiós también para siempre”) y que no pocos nos preguntamos: ¿si eran tan eficaces, eficientes y leales, por qué los hizo renunciar?, queda claro que en lugar de traer a quienes puedan ayudarlo a “sacar al buey de la barranca”, resulta que los recién llegados a los que desde hace rato nombró, no tienen la menor cualidad para el cargo. El Procurador General de la República, el tal Chávez y Chávez (quien había fracasado como tal en Chihuahua), no da pie con bola (y eso que a los calderonistas les da por jugar futbol en las canchas de Los Pinos, donde el portero Calderón además de que le meten goles, él se autogolea).
Mientras daba cuenta del “coche-bomba” y los diarios hechos de sangre en donde mueren como moscas los “buenos” y los “malos” llevándose entre las balas a ciudadanos ajenos a esa guerra de policías-soldados contra delincuentes dispuestos a no rendirse y, en una de esas, hasta ganar la violenta confrontación para imponerse como gobierno de facto, Chávez bis, declaró que no hay en nuestro país narcoterrorismo. Dijo que esa explosión no es un atentado que lleva todo el sello de que los narcos están decididos a todo o nada. Pero van llevando la delantera con armamento, víctimas y sobre todo, que tras sembrar a fuego y sangre la violencia, la Nación cosecha el miedo, la desesperanza y la impotencia por ese terrorismo.
El señor Blake, otro de los amigos de Calderón, elevado al trono de Gobernación, salió con la novedad de que los narcotraficantes y sus matones “actúan con ventaja y a traición”. ¿Qué espera el cuarto titular de esa dependencia? ¿Qué los delincuente le avisen cuándo, dónde... van a echar granadas, entrar a reuniones pacíficas y asesinar; poner “coches-bomba” y con su guerrilla de guerrillas atacar soldados y policías? Una de dos: Blake es ingenuo o nos quiere tomar el pelo. Los calderonistas son responsables directos de su “estrategia” sin fines y de sólo ordenar que los militares disparen a discreción, llevándose entre las balas de ellos y sus enemigos a civiles cuyos homicidios no se investigan.
Chávez y Blake, como el resto de los empleados de Calderón, no han sido puestos en sus cargos por su capacidad, inteligencia para desempeñarse con tino y eficacia, sino para premiar a los amigos del inquilino de Los Pinos. Y éste únicamente busca sobrevivir en una presidencia ya sin República, dando tumbos, mientras los mexicanos, sin esperanza, apenas esperamos que termine su sexenio o que optara por irse antes para darle una sacudida al sistema político por medios institucionales antes de que la desesperación social tome también el camino de la violencia para defenderse de los delincuentes y del mal gobierno. Estamos en esa disyuntiva y su desenlace llevaría al país a una lucha intestina de muy graves consecuencias.
Los nombramientos de Calderón para sustituir a los que ha despedido, van de mal en peor. Dejando a un lado las “flores” con las que les ha dicho adiós (como en los versos aquellos del poema: “Adiós, y si es para siempre, adiós también para siempre”) y que no pocos nos preguntamos: ¿si eran tan eficaces, eficientes y leales, por qué los hizo renunciar?, queda claro que en lugar de traer a quienes puedan ayudarlo a “sacar al buey de la barranca”, resulta que los recién llegados a los que desde hace rato nombró, no tienen la menor cualidad para el cargo. El Procurador General de la República, el tal Chávez y Chávez (quien había fracasado como tal en Chihuahua), no da pie con bola (y eso que a los calderonistas les da por jugar futbol en las canchas de Los Pinos, donde el portero Calderón además de que le meten goles, él se autogolea).
Mientras daba cuenta del “coche-bomba” y los diarios hechos de sangre en donde mueren como moscas los “buenos” y los “malos” llevándose entre las balas a ciudadanos ajenos a esa guerra de policías-soldados contra delincuentes dispuestos a no rendirse y, en una de esas, hasta ganar la violenta confrontación para imponerse como gobierno de facto, Chávez bis, declaró que no hay en nuestro país narcoterrorismo. Dijo que esa explosión no es un atentado que lleva todo el sello de que los narcos están decididos a todo o nada. Pero van llevando la delantera con armamento, víctimas y sobre todo, que tras sembrar a fuego y sangre la violencia, la Nación cosecha el miedo, la desesperanza y la impotencia por ese terrorismo.
El señor Blake, otro de los amigos de Calderón, elevado al trono de Gobernación, salió con la novedad de que los narcotraficantes y sus matones “actúan con ventaja y a traición”. ¿Qué espera el cuarto titular de esa dependencia? ¿Qué los delincuente le avisen cuándo, dónde... van a echar granadas, entrar a reuniones pacíficas y asesinar; poner “coches-bomba” y con su guerrilla de guerrillas atacar soldados y policías? Una de dos: Blake es ingenuo o nos quiere tomar el pelo. Los calderonistas son responsables directos de su “estrategia” sin fines y de sólo ordenar que los militares disparen a discreción, llevándose entre las balas de ellos y sus enemigos a civiles cuyos homicidios no se investigan.
Chávez y Blake, como el resto de los empleados de Calderón, no han sido puestos en sus cargos por su capacidad, inteligencia para desempeñarse con tino y eficacia, sino para premiar a los amigos del inquilino de Los Pinos. Y éste únicamente busca sobrevivir en una presidencia ya sin República, dando tumbos, mientras los mexicanos, sin esperanza, apenas esperamos que termine su sexenio o que optara por irse antes para darle una sacudida al sistema político por medios institucionales antes de que la desesperación social tome también el camino de la violencia para defenderse de los delincuentes y del mal gobierno. Estamos en esa disyuntiva y su desenlace llevaría al país a una lucha intestina de muy graves consecuencias.
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