Francisco Rodríguez / Índice Político
¿CREYÓ, ACASO, FELIPE Calderón que la desaparición de Luz y Fuerza le iba a resultar políticamente gratis, merced al apoyo que de inicio las clases medias dieron a esa autoritaria medida? Se equivocó. El no deseado desenlace de la huelga de hambre de sindicalizados al Mexicano de Electricistas podría cambiar esa situación en cuestión de horas.
Sabe Calderón de tal costo. Fue por tal que envió, a través de un subsecretario ocupante del palacete de los Covián, un comunicado en el que responsabiliza al SME y a su dirigencia de lo que pudiese acontecer en cualquier momento: dos de los huelguistas, Cayetano Cabrera y Miguel Ibarra, prácticamente agonizan.
Lo peor es que esta práctica de la no-violencia activa como instrumento de lucha no hace mella ni en Calderón ni en las empresas (Nextel-Televisa, Telefónica) que resultaron gananciosas de la desaparición de 44 mil fuentes de empleo. La insensibilidad social y política del michoacano –patente en casos como los de la guardería ABC, las matanzas en Juárez, Michoacán, Monterrey, Torreón– es inconmensurable.
Y es que, dizque por las afectaciones al tráfico vehicular en la de suyo complicada ciudad de México, las manifestaciones del SME han sido repudiadas. Lo peor es que esta manifestación no violenta iniciada desde el 25 de abril –80 hombres y 13 mujeres sindicalistas–, también ha pasado no sólo desapercibida, incluso ninguneada por quienes en el Zócalo mismo festejaban los goles de aquellos equipos que participaron en el reciente Mundial de Futbol.
Insensible, Calderón –quien alguna vez se autoproclamara “el presidente (sic) del empleo”– sigue adelante con su “reforma laboral”, sin que esta haya pasado por el tamiz del Congreso: ya desde ahora impide derechos como la contratación colectiva, la titularidad contractual, la libre sindicalización, la defensa legal de la clase trabajadora, entorpece nuevos registros sindicales, impulsa el trabajo precario y la terciarización laboral o outsourcing, es decir la contratación de trabajadores en una empresa para emplearlos en otra; medida con la que se ha buscado evitar la existencia de una relación laboral entre patrones y trabajadores, así como impedir el acceso a derechos laborales básicos como la seguridad social.
Todo ello combinado con la incapacidad de la fallida Administración para garantizar la seguridad de la sociedad, pese al uso creciente e inconstitucional del Ejército, pues lejos de resolverse, se incrementa la inseguridad, el número de muertos se eleva a niveles de escándalo… y todo por una operación para legitimar su toma del poder.
Esta política está llevando a una criminalización de la lucha social, un incremento de la violación de los derechos humanos y generando un clima que lleva a una restricción de las libertades.
Y es que, después que Calderón declarara inexistente a la compañía Luz y Fuerza del Centro, los trabajadores pertenecientes al SME han salido a las calles una y otra vez, las tácticas han sido variadas pero el resultado el mismo: nada. Está claro para Calderón que este ha sido el “golpe maestro” del sexenio, pues aprovechó el peor periodo de la crisis económica, cuando los trabajadores resentían más el desempleo y el alza de precios, para neutralizar las luchas solidarias; los medios de comunicación crearon la gran pantalla para justificar este golpe y los tres poderes del Estado avalaron tal medida. Calderón y los beneficiarios de la fibra óptica de la CFE sabían perfectamente a lo que se atenían cuando lanzaron el ataque. El golpe parece firme, “la mafia que controla al país” –AMLO dixit– cerró filas y no está dispuesta a dar un paso atrás.
Falló la solidaridad con los 44 mil mexicanos que perdieron su empleo de un plumazo. Y en buena medida la dirigencia del SME ha tenido responsabilidad en no pocos de sus desaciertos. No concitó la solidaridad de otros gremios, se enemistó aún más con los sectores que de suyo los inculpaban de la falta de inversión y las enormes corruptelas –esas sí– de quienes sucesivamente dirigieron a la Compañía de Luz y Fuerza.
Legalistas, los dirigentes sindicales fueron más papistas que el propio Papa. ¿Desconocían que jueces, magistrados y ministros no funcionan al margen de un aparato general, que el Estado está hecho para hacer respetar los derechos de los poderosos? Tal lo hemos constatado en múltiples ejemplos. Tal vez los más ilustrativos sean el aval al escandaloso fraude en el 2006 o los resolutivos contra la huelga legítima de los mineros de Cananea. Reducir una lucha a los límites legales es como querer convencer a un tigre que se vuelva vegetariano.
Mientras tanto –ojala se evite–, la huelga de hambre podría empezar a cobrar víctimas.
Índice Flamígero: “Llevo 86 días en Huelga de Hambre en el Zócalo de la Ciudad de México y me siento muy mal de salud. Estoy decidido a continuar en esta Huelga de Hambre hasta que este gobierno del presidente Felipe Calderón nos devuelva nuestro empleo a los 44 mil trabajadores que fuimos despedidos de manera ilegal. El Presidente de la Republica es el único que puede resolver este conflicto. Por lo que desde este momento y de manera pública solicito que el Presidente Felipe Calderón nos reciba a todos los huelguistas de hambre en Los Pinos, conjuntamente con nuestro Secretario General y el Comité Central de nuestro Sindicato. Si el Presidente no atiende esta petición pública para resolver este conflicto de manera política, el será el único responsable de lo que le pase a mi vida y a la de mis compañeros en esta Huelga de Hambre”: Cayetano Cabrera.
¿CREYÓ, ACASO, FELIPE Calderón que la desaparición de Luz y Fuerza le iba a resultar políticamente gratis, merced al apoyo que de inicio las clases medias dieron a esa autoritaria medida? Se equivocó. El no deseado desenlace de la huelga de hambre de sindicalizados al Mexicano de Electricistas podría cambiar esa situación en cuestión de horas.
Sabe Calderón de tal costo. Fue por tal que envió, a través de un subsecretario ocupante del palacete de los Covián, un comunicado en el que responsabiliza al SME y a su dirigencia de lo que pudiese acontecer en cualquier momento: dos de los huelguistas, Cayetano Cabrera y Miguel Ibarra, prácticamente agonizan.
Lo peor es que esta práctica de la no-violencia activa como instrumento de lucha no hace mella ni en Calderón ni en las empresas (Nextel-Televisa, Telefónica) que resultaron gananciosas de la desaparición de 44 mil fuentes de empleo. La insensibilidad social y política del michoacano –patente en casos como los de la guardería ABC, las matanzas en Juárez, Michoacán, Monterrey, Torreón– es inconmensurable.
Y es que, dizque por las afectaciones al tráfico vehicular en la de suyo complicada ciudad de México, las manifestaciones del SME han sido repudiadas. Lo peor es que esta manifestación no violenta iniciada desde el 25 de abril –80 hombres y 13 mujeres sindicalistas–, también ha pasado no sólo desapercibida, incluso ninguneada por quienes en el Zócalo mismo festejaban los goles de aquellos equipos que participaron en el reciente Mundial de Futbol.
Insensible, Calderón –quien alguna vez se autoproclamara “el presidente (sic) del empleo”– sigue adelante con su “reforma laboral”, sin que esta haya pasado por el tamiz del Congreso: ya desde ahora impide derechos como la contratación colectiva, la titularidad contractual, la libre sindicalización, la defensa legal de la clase trabajadora, entorpece nuevos registros sindicales, impulsa el trabajo precario y la terciarización laboral o outsourcing, es decir la contratación de trabajadores en una empresa para emplearlos en otra; medida con la que se ha buscado evitar la existencia de una relación laboral entre patrones y trabajadores, así como impedir el acceso a derechos laborales básicos como la seguridad social.
Todo ello combinado con la incapacidad de la fallida Administración para garantizar la seguridad de la sociedad, pese al uso creciente e inconstitucional del Ejército, pues lejos de resolverse, se incrementa la inseguridad, el número de muertos se eleva a niveles de escándalo… y todo por una operación para legitimar su toma del poder.
Esta política está llevando a una criminalización de la lucha social, un incremento de la violación de los derechos humanos y generando un clima que lleva a una restricción de las libertades.
Y es que, después que Calderón declarara inexistente a la compañía Luz y Fuerza del Centro, los trabajadores pertenecientes al SME han salido a las calles una y otra vez, las tácticas han sido variadas pero el resultado el mismo: nada. Está claro para Calderón que este ha sido el “golpe maestro” del sexenio, pues aprovechó el peor periodo de la crisis económica, cuando los trabajadores resentían más el desempleo y el alza de precios, para neutralizar las luchas solidarias; los medios de comunicación crearon la gran pantalla para justificar este golpe y los tres poderes del Estado avalaron tal medida. Calderón y los beneficiarios de la fibra óptica de la CFE sabían perfectamente a lo que se atenían cuando lanzaron el ataque. El golpe parece firme, “la mafia que controla al país” –AMLO dixit– cerró filas y no está dispuesta a dar un paso atrás.
Falló la solidaridad con los 44 mil mexicanos que perdieron su empleo de un plumazo. Y en buena medida la dirigencia del SME ha tenido responsabilidad en no pocos de sus desaciertos. No concitó la solidaridad de otros gremios, se enemistó aún más con los sectores que de suyo los inculpaban de la falta de inversión y las enormes corruptelas –esas sí– de quienes sucesivamente dirigieron a la Compañía de Luz y Fuerza.
Legalistas, los dirigentes sindicales fueron más papistas que el propio Papa. ¿Desconocían que jueces, magistrados y ministros no funcionan al margen de un aparato general, que el Estado está hecho para hacer respetar los derechos de los poderosos? Tal lo hemos constatado en múltiples ejemplos. Tal vez los más ilustrativos sean el aval al escandaloso fraude en el 2006 o los resolutivos contra la huelga legítima de los mineros de Cananea. Reducir una lucha a los límites legales es como querer convencer a un tigre que se vuelva vegetariano.
Mientras tanto –ojala se evite–, la huelga de hambre podría empezar a cobrar víctimas.
Índice Flamígero: “Llevo 86 días en Huelga de Hambre en el Zócalo de la Ciudad de México y me siento muy mal de salud. Estoy decidido a continuar en esta Huelga de Hambre hasta que este gobierno del presidente Felipe Calderón nos devuelva nuestro empleo a los 44 mil trabajadores que fuimos despedidos de manera ilegal. El Presidente de la Republica es el único que puede resolver este conflicto. Por lo que desde este momento y de manera pública solicito que el Presidente Felipe Calderón nos reciba a todos los huelguistas de hambre en Los Pinos, conjuntamente con nuestro Secretario General y el Comité Central de nuestro Sindicato. Si el Presidente no atiende esta petición pública para resolver este conflicto de manera política, el será el único responsable de lo que le pase a mi vida y a la de mis compañeros en esta Huelga de Hambre”: Cayetano Cabrera.
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