Rubén Cortés
Citigroup, la mayor empresa de servicios financieros del país con el que tenemos el 90 por ciento del intercambio comercial, ya dio por acabado el sexenio. La recomendación del banco estadounidense es lapidaria: sugiere a los inversionistas sacar su dinero de México y meterlo… en Brasil.
La advertencia llega en mal momento: ayer mataron a 17 en una fiesta en Torreón y van 24 mil 826 muertos en la guerra contra el crimen organizado; casi la mitad de las pasadas elecciones fue impugnada y es casi inexistente el dialogo gobierno-oposición.
El estudio de Citigroup Estrategia de Equidad para América Latina cree que la lenta recuperación económica, las pocas posibilidades de acuerdos políticos para lograr reformas en lo que resta de sexenio y la violencia, ponen a México en situación muy vulnerable.
Para este banco, las acciones mexicanas cayeron de la categoría “ponderación superior” a “ponderación inferior”; las de Perú y Colombia quedaron en “neutral” y las de Brasil se mantuvieron en “ponderación superior”.
De ahí su consejo a los accionistas de tomar sus utilidades en México (por la debilidad de su mercado interno) y dirigirlas a Brasil, donde si bien la recuperación es lenta, el mercado se recapitaliza con más rapidez.
Esto se suma a las condiciones que desde 2006 permitieron a Brasil superar a México como potencia regional, gracias a la disposición de su clase política y partidos —de izquierda o derecha— para respetar una política de Estado en puntos esenciales para su desarrollo.
Brasil, gobernado desde hace ocho años por un gobierno de izquierda, permite inversión privada en sectores estratégicos que en México son monopolios del Estado: petróleo, electricidad, aviación, telecomunicaciones…
Y se convirtió en líder en fabricación de aviones y coches, es el mayor productor mundial de etanol, con 17 mil millones de litros; y Petrobras, la empresa petrolera estatal, figura entre las más grandes y capitalizadas del mundo.
En cambio, sólo en éste último punto, México va tan mal que será dentro de 14 años que vuelva a producir los 3.3 millones de barriles que producía en 2004, y carece de tecnología para extraer en aguas profundas porque prohíbe la participación de capital privado.
Pero en las aguas someras (Sonda de Campeche) quedan apenas 44 mil 483 millones de barriles: los yacimientos ricos están en el Golfo, donde ahora es imposible producir porque únicamente las transnacionales cuentan con equipamiento.
Lo notorio en el caso del éxito brasileño, simbolizado actualmente por un presidente de izquierda como Lula, es que es resultado de una labor iniciada en 1995 por un mandatario de derecha, Fernando Henrique Cardoso.
En cambio, aquí gobierno y oposición son incapaces de ponerse de acuerdo hasta para clarificar si Cofetel es no autónomo.
Peor imposible.
Citigroup, la mayor empresa de servicios financieros del país con el que tenemos el 90 por ciento del intercambio comercial, ya dio por acabado el sexenio. La recomendación del banco estadounidense es lapidaria: sugiere a los inversionistas sacar su dinero de México y meterlo… en Brasil.
La advertencia llega en mal momento: ayer mataron a 17 en una fiesta en Torreón y van 24 mil 826 muertos en la guerra contra el crimen organizado; casi la mitad de las pasadas elecciones fue impugnada y es casi inexistente el dialogo gobierno-oposición.
El estudio de Citigroup Estrategia de Equidad para América Latina cree que la lenta recuperación económica, las pocas posibilidades de acuerdos políticos para lograr reformas en lo que resta de sexenio y la violencia, ponen a México en situación muy vulnerable.
Para este banco, las acciones mexicanas cayeron de la categoría “ponderación superior” a “ponderación inferior”; las de Perú y Colombia quedaron en “neutral” y las de Brasil se mantuvieron en “ponderación superior”.
De ahí su consejo a los accionistas de tomar sus utilidades en México (por la debilidad de su mercado interno) y dirigirlas a Brasil, donde si bien la recuperación es lenta, el mercado se recapitaliza con más rapidez.
Esto se suma a las condiciones que desde 2006 permitieron a Brasil superar a México como potencia regional, gracias a la disposición de su clase política y partidos —de izquierda o derecha— para respetar una política de Estado en puntos esenciales para su desarrollo.
Brasil, gobernado desde hace ocho años por un gobierno de izquierda, permite inversión privada en sectores estratégicos que en México son monopolios del Estado: petróleo, electricidad, aviación, telecomunicaciones…
Y se convirtió en líder en fabricación de aviones y coches, es el mayor productor mundial de etanol, con 17 mil millones de litros; y Petrobras, la empresa petrolera estatal, figura entre las más grandes y capitalizadas del mundo.
En cambio, sólo en éste último punto, México va tan mal que será dentro de 14 años que vuelva a producir los 3.3 millones de barriles que producía en 2004, y carece de tecnología para extraer en aguas profundas porque prohíbe la participación de capital privado.
Pero en las aguas someras (Sonda de Campeche) quedan apenas 44 mil 483 millones de barriles: los yacimientos ricos están en el Golfo, donde ahora es imposible producir porque únicamente las transnacionales cuentan con equipamiento.
Lo notorio en el caso del éxito brasileño, simbolizado actualmente por un presidente de izquierda como Lula, es que es resultado de una labor iniciada en 1995 por un mandatario de derecha, Fernando Henrique Cardoso.
En cambio, aquí gobierno y oposición son incapaces de ponerse de acuerdo hasta para clarificar si Cofetel es no autónomo.
Peor imposible.
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