No más desprecio a la inteligencia de los veracruzanos

Pulso Crítico / J. Enrique Olivera Arce

A la par que se pierden las formas, exhibiendo el fondo, la vergüenza pasa a segundo plano cediéndole el paso al cinismo. Aquellos políticos que diciéndose ser respetuosos de la ley, exigiendo de sus adversarios apego al estado de derecho, lejos de guardar las formas violentan la norma que defienden, exhiben desverguenza y se asumen como cínicos. Javier Duarte de Ochoa incurre en ello, al pasarse por lo más pando lo que el Código Electoral de Veracruz establece como paso obligado en el tránsito de candidato a gobernador electo.

El Sr. Duarte no es gobernador electo. El Tribunal Electoral de Veracruz no ha calificado aún la elección de gobernador y, por lo consiguiente, tampoco ha emitido fallo alguno sobre el particular. No obstante, el delfín del Maestro Fidel Herrera Beltrán a los cuatro vientos y por todos los medios a su disposición y alcance, se proclama anticipadamente como triunfador de un proceso electoral que no culmina del todo. Tomándose la libertad de nombrar a otro delfín, este de la Sra. Elba Esther Gordillo, quien en su carácter de coordinador del equipo de transición, le representará en los trabajos de entrega y recepción del Poder Ejecutivo de la administración pública veracruzana, habiendo trascendido que Tomás Ruíz ocupara el cargo de secretario de planeación y finanzas. ¿Pago de factura?

Pero no sólo violenta lo dispuesto legalmente en materia electoral desentendiéndose de las formas. Con su actitud triunfalista falta al respeto a quienes como adversarios enfrentara en la contienda, provocándolos, y lo más relevante, desprecia la inteligencia de tres millones de veracruzanos que sufragaran el pasado domingo 4 de los corrientes.

Con todo y lo que se diga en contrario en amplios círculos del priísmo, la mayoría de los sufragantes no votó a favor del joven delfín. Esto debería ser suficiente para que el Sr. Duarte guardara compostura y discreción, esperando a que el Tribunal Electoral le declarara gobernador electo, respetando con ello los plazos que la legislación establece. Pero no, al presunto triunfador se le queman las habas, se adelanta como adelantara su campaña electoral y, con todo cinismo, se asume como el gobernador electo por la voluntad de la mayoría. Se engaña a sí mismo y pretende que la ciudadanía se de por engañada y satisfecha.

Para muestra basta un botón. Si antes de ser calificado por el Tribunal ya miente a los veracruzanos, que podemos esperar del Sr. Duarte cuando por mandato constitucional asuma el gobierno de Veracruz, si no pasa otra cosa. Guardar las formas es lo mínimo que deberían recomendarle sus estrategas post electorales.

Lo paradójico es que es y no es lo que pretende. Su subordinación a quien lo eligiera como candidato es más que evidente. Su estratega de comunicación social, una señora por cierto muy cuestionada y que le fuera impuesta, no ha tenido el cuidado de negociar con la prensa el como evitar que se exhiba en los medios el alto grado de dependencia del Sr. Duarte con respecto a su mentor. La imagen mediática del delfín se pone a la par de la de Fidel Herrera Beltrán, el mismo color escarlata y el mismo discurso triunfalista, sin el menor asomo de un obligado deslinde. Temas tan desgastados como la inversión, el empleo y el acercamiento de Veracruz al primer mundo, a los que tanto recurriera en su discurso triunfalista el aún titular del Poder Ejecutivo estatal, no deberían figurar en la agenda mediática de quien ávido de legitimación, insiste en cobijarse tras la sombra de su hacedor.

El proyecto transexenal de la Fidelidad por Veracruz, quedó en eso, simple proyecto de pensamiento único al que se le opusiera con contundencia el pluralismo político de la gran familia veracruzana. Insistir en revivirlo y prolongarlo, es ocioso. El Sr. Duarte debería asimilarlo y ofrecer a los veracruzanos rostro e ideas renovadas, antes que incurrir en soberbia y triunfalismo anticipado.

Javier Duarte de Ochoa no es gobernador electo, pero aunque lo fuera, el hartazgo de casi seis años de políticas escarlatas antipopulares, exige humildad, discreción, diálogo y gobierno para todos sin distingo partidista. Piénselo Sr. Duarte, la legitimidad se gana respetándose a sí mismo y a los demás. Hay se lo dejo de tarea.

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