Álvaro Cepeda Neri
Habría que rectificar la tesis de los asesores de Clinton cuando era presidente estadounidense, quienes le elaboraron, para su agenda de política exterior, lo de que en el resto del mundo existían Estados terroristas, Estados canallas y Estados fallidos (que en su libro Estados fallidos: el abuso del poder y el ataque a la democracia, escribió Noam Chomsky, en ediciones B). Obama y su embajador en México, Carlos Pascual, clasificaron a gobernantes como Calderón, presidente de un Estado fallido. Cuando en realidad es únicamente Calderón quien ha fallado en el cargo, y pasados tres años de su período, se encuentra impotente para resolver el problema, ya insoportable para la Nación por la creciente escalada de violencia sangrienta, inseguridad y terror escenificados por los actores militares, policías y matones decididos a todo de las delincuencias que generan miedo colectivo.
Las ejecuciones de los asesinos de los cárteles y los homicidios de quienes se enfrentan a ellos, ya colmaron la paciencia de los mexicanos a los que el gobierno federal está obligado, entre otras funciones, a darle toda clase de seguridades para que impere la paz. Resulta que el calderonismo ha sido rebasado por la violencia ilegal de los delincuentes, lo que convierte a Calderón y su grupo, en un gobernante fallido, para no adicionarle lo de canalla y terrorista. Y es que en lugar de que las fuerzas armadas y policiacas federales, estén dominando y yendo hacia la solución del pavoroso problema, lo que vemos y sabemos es que las delincuencias, si no es que van ganando, al menos ni se rinden y, en cambio se muestran retadoras y no hay para cuando depongan su actitud.
En el fuego a muerte entre las armas gubernamentales y las de los sicarios, como en premeditados homicidios, secuestros, violaciones sexuales y demás delitos, le queda claro a los mexicanos que están matando a quienes son ajenos a uno y otro de los bandos enfrentados. Calderón hasta regaña a la opinión pública cuando de su seno salen cuestionamientos, críticas y peticiones para que cambie de estrategia. Dice que no dará un paso atrás, sea cual sea el costo. Su terquedad lo ha llevado al callejón de la única salida: su renuncia por causa grave, ante la incapacidad e ineficacia de su guerra que ya tiene al país al borde de una crisis mayor.
Lo que tenemos enfrente no es a un Estado fallido, sino a un gobernante fracasado. Y que ha fallado en brindar seguridad. Ésta ha sido siempre la exigencia desde que el teórico del capitalismo, Adam Smith, propuso que los gobernantes deben garantizar la no violencia de sus dirigidos, y protegerlos de la injusticia y la opresión (Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, obra magna de ese pensador escocés publicada en 1776). Y si Calderón impulsa el capitalismo, lo que debería hacer es dejar de ser un presidente fallido e imponer la seguridad. Pero, está visto que no puede y está poniendo en gravísimo riesgo al Estado y a la sociedad, al fallar como gobernante.
Habría que rectificar la tesis de los asesores de Clinton cuando era presidente estadounidense, quienes le elaboraron, para su agenda de política exterior, lo de que en el resto del mundo existían Estados terroristas, Estados canallas y Estados fallidos (que en su libro Estados fallidos: el abuso del poder y el ataque a la democracia, escribió Noam Chomsky, en ediciones B). Obama y su embajador en México, Carlos Pascual, clasificaron a gobernantes como Calderón, presidente de un Estado fallido. Cuando en realidad es únicamente Calderón quien ha fallado en el cargo, y pasados tres años de su período, se encuentra impotente para resolver el problema, ya insoportable para la Nación por la creciente escalada de violencia sangrienta, inseguridad y terror escenificados por los actores militares, policías y matones decididos a todo de las delincuencias que generan miedo colectivo.
Las ejecuciones de los asesinos de los cárteles y los homicidios de quienes se enfrentan a ellos, ya colmaron la paciencia de los mexicanos a los que el gobierno federal está obligado, entre otras funciones, a darle toda clase de seguridades para que impere la paz. Resulta que el calderonismo ha sido rebasado por la violencia ilegal de los delincuentes, lo que convierte a Calderón y su grupo, en un gobernante fallido, para no adicionarle lo de canalla y terrorista. Y es que en lugar de que las fuerzas armadas y policiacas federales, estén dominando y yendo hacia la solución del pavoroso problema, lo que vemos y sabemos es que las delincuencias, si no es que van ganando, al menos ni se rinden y, en cambio se muestran retadoras y no hay para cuando depongan su actitud.
En el fuego a muerte entre las armas gubernamentales y las de los sicarios, como en premeditados homicidios, secuestros, violaciones sexuales y demás delitos, le queda claro a los mexicanos que están matando a quienes son ajenos a uno y otro de los bandos enfrentados. Calderón hasta regaña a la opinión pública cuando de su seno salen cuestionamientos, críticas y peticiones para que cambie de estrategia. Dice que no dará un paso atrás, sea cual sea el costo. Su terquedad lo ha llevado al callejón de la única salida: su renuncia por causa grave, ante la incapacidad e ineficacia de su guerra que ya tiene al país al borde de una crisis mayor.
Lo que tenemos enfrente no es a un Estado fallido, sino a un gobernante fracasado. Y que ha fallado en brindar seguridad. Ésta ha sido siempre la exigencia desde que el teórico del capitalismo, Adam Smith, propuso que los gobernantes deben garantizar la no violencia de sus dirigidos, y protegerlos de la injusticia y la opresión (Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, obra magna de ese pensador escocés publicada en 1776). Y si Calderón impulsa el capitalismo, lo que debería hacer es dejar de ser un presidente fallido e imponer la seguridad. Pero, está visto que no puede y está poniendo en gravísimo riesgo al Estado y a la sociedad, al fallar como gobernante.
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