Álvaro Cepeda Neri
El todavía inquilino de Los Pinos, a dos tercios de su malogrado sexenio, cuyas consecuencias sufre la Nación con las instituciones del Estado: deterioro económico de la sociedad, atrapada en la total inseguridad, y un empobrecimiento equiparable al cuantioso desempleo, tenía cifrado manipular las victorias futbolísticas de la selección mexicana, para darle al pueblo, al menos, el circo de ese deporte. Sus dioses no le concedieron ni eso o, en términos del florentino Nicolás Maquiavelo, la buena suerte lo ha estado abandonando, para que con el PAN (y sus complicidades con el PRD de Los Chuchos, Ebrard y Manuel Camacho), se exhiba como un mal, malísimo, gobernante.
Ni circo ni PAN, pues, porque, en primera, Calderón no es un romano de la República de entonces, sino un romano de los de Nerón, que ha militarizado al país y aún así, cuatro años después de haber sacado a los soldados de sus cuarteles, los mexicanos sobrevivimos al terrorismo del narcotráfico, a las otras delincuencias, y a la pavorosa crisis económica, ante la cual no hay decisiones para resolverla y, en cambio, tiene ahorrados 100 mil millones de dólares (20 mil millones son del lavado del dinero de las drogas), mientras la mayoría de la población está presa de miles de carencias, partiendo de que no puede satisfacer sus necesidades básicas. Los romanos neronianos y de Calígula mataban de hambre a sus conciudadanos, pero al menos les daban el circo sangriento donde repartían pan a los asistentes al macabro espectáculo.
Sicarios, policías y soldados libran una sanguinaria lucha, para ver si ganan los capos o si se imponen las fuerzas gubernamentales, no es un circo como el futbolero, ya que se trata de regresar la seguridad a la población que, sin deberla y sí temiendo, ha sido víctima de ese fuego cruzado, en donde han pagado con sus vidas niños, estudiantes y toda clase de civiles que caminaban por las calles, donde unos y otros dispara a diestra y siniestra. El caso es que Calderón y su grupo en el poder Ejecutivo con sus enlaces de apoyo en el Congreso General, algunos desgobernadores y casi el Pleno de la Suprema Corte, si bien se encaminan al final de su mal gobierno, van a dejar un país ahogándose en problemas, que los panistas en lugar de resolver como es su obligación, generaron más por sus incapacidades.
El final del calderonismo, y del PAN, es una cuestión mucho muy esperada, por no menos del 90 por ciento de la población. Estos más de 90 millones de mexicanos, saben que la derecha electoral ya fracasó, y si bien es lo de menos, lo que importa es que al no saber administrar ni gobernar, sumieron a la Nación en desesperados atrasos sociales, no han podido imponer la ley y la paz social ante el desafío de las delincuencias y dejan situaciones económicas y políticas que será difícil enfrentar, cuando el PAN sin Circo deba dejar el Poder Ejecutivo Federal. A un poco de más de dos años de ese final, los problemas se complican, y los panistas solamente se empeñan en querer mantenerse vivos en las urnas.
El todavía inquilino de Los Pinos, a dos tercios de su malogrado sexenio, cuyas consecuencias sufre la Nación con las instituciones del Estado: deterioro económico de la sociedad, atrapada en la total inseguridad, y un empobrecimiento equiparable al cuantioso desempleo, tenía cifrado manipular las victorias futbolísticas de la selección mexicana, para darle al pueblo, al menos, el circo de ese deporte. Sus dioses no le concedieron ni eso o, en términos del florentino Nicolás Maquiavelo, la buena suerte lo ha estado abandonando, para que con el PAN (y sus complicidades con el PRD de Los Chuchos, Ebrard y Manuel Camacho), se exhiba como un mal, malísimo, gobernante.
Ni circo ni PAN, pues, porque, en primera, Calderón no es un romano de la República de entonces, sino un romano de los de Nerón, que ha militarizado al país y aún así, cuatro años después de haber sacado a los soldados de sus cuarteles, los mexicanos sobrevivimos al terrorismo del narcotráfico, a las otras delincuencias, y a la pavorosa crisis económica, ante la cual no hay decisiones para resolverla y, en cambio, tiene ahorrados 100 mil millones de dólares (20 mil millones son del lavado del dinero de las drogas), mientras la mayoría de la población está presa de miles de carencias, partiendo de que no puede satisfacer sus necesidades básicas. Los romanos neronianos y de Calígula mataban de hambre a sus conciudadanos, pero al menos les daban el circo sangriento donde repartían pan a los asistentes al macabro espectáculo.
Sicarios, policías y soldados libran una sanguinaria lucha, para ver si ganan los capos o si se imponen las fuerzas gubernamentales, no es un circo como el futbolero, ya que se trata de regresar la seguridad a la población que, sin deberla y sí temiendo, ha sido víctima de ese fuego cruzado, en donde han pagado con sus vidas niños, estudiantes y toda clase de civiles que caminaban por las calles, donde unos y otros dispara a diestra y siniestra. El caso es que Calderón y su grupo en el poder Ejecutivo con sus enlaces de apoyo en el Congreso General, algunos desgobernadores y casi el Pleno de la Suprema Corte, si bien se encaminan al final de su mal gobierno, van a dejar un país ahogándose en problemas, que los panistas en lugar de resolver como es su obligación, generaron más por sus incapacidades.
El final del calderonismo, y del PAN, es una cuestión mucho muy esperada, por no menos del 90 por ciento de la población. Estos más de 90 millones de mexicanos, saben que la derecha electoral ya fracasó, y si bien es lo de menos, lo que importa es que al no saber administrar ni gobernar, sumieron a la Nación en desesperados atrasos sociales, no han podido imponer la ley y la paz social ante el desafío de las delincuencias y dejan situaciones económicas y políticas que será difícil enfrentar, cuando el PAN sin Circo deba dejar el Poder Ejecutivo Federal. A un poco de más de dos años de ese final, los problemas se complican, y los panistas solamente se empeñan en querer mantenerse vivos en las urnas.
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