Narcoterrorismo en México

David Aponte / Contraflujo

La terca realidad se impone siempre. Los actos terroristas del crimen organizado han venido escalando desde julio de 2008 y el gobierno federal cierra los ojos, los niega y no los llama por su nombre. Desde la gestión del procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, hasta ahora con Arturo Chávez Chávez, el gobierno de Felipe Calderón ha buscado distintas maneras para evitar que la prensa los titule por su nombre: llamadas a los dueños de los medios, desmentidos y amagos por citar a declarar a los periodistas. A toda costa, han presionado a los medios de comunicación para desacreditar la información relacionada con estos hechos.

Sin embargo, la lista de ataques de corte terrorista sigue creciendo en distintos estados del país, copados por los cárteles de la droga y el crimen organizado. ¿Cómo entonces llamar a los autos bomba encontrados en julio de 2008 en Culiacán, Sinaloa? ¿Cómo llamar a los ataques con granadas en septiembre de 2008 en la Plaza Melchor de Morelia, Michoacán, donde los civiles fueron el blanco? ¿Cómo llamar la explosión del autobomba en julio de 2010 en Ciudad Juárez, Chihuahua? Son ataques a las instituciones y a la sociedad.

Académicos y especialistas de Estados Unidos, los llamados mexicanólogos, comenzaron a debatir a finales de los años 80 sobre la situación de violencia del narcotráfico en México, principalmente por el secuestro y asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, el Kiki. Desde entonces hablaban de que la violencia perpetrada por los grupos de narcotraficantes se había convertido en una amenaza para las policías, los militares y los ciudadanos. Desde entonces debatieron sobre la hipótesis de que el narcoterrorismo representaba un reto para el sistema político mexicano. Pero los gobiernos subestimaron los señalamientos, en medio de una guerra de recriminaciones entre funcionarios y legisladores de ambos lados de la frontera.

Pasaron los años y los grupos criminales se fortalecieron con armamento y adiestramiento. Los cárteles de la droga se hicieron poderosos con sus armas y con sicarios entrenados. El primer aviso llegó en la primera quincena de julio de 2008, cuando organizaciones del narco se confrontaron por horas en la ciudad de Culiacán y en la refriega utilizaron un autobomba, elaborado con tanques de gas. Los criminales le prendieron fuego para intentar volar una residencia, donde se encontraban sus rivales. El carro con explosivos no estalló; el gas sólo produjo un incendio. Durante la batalla, no se aparecieron las fuerzas de seguridad y el pánico se apoderó de los habitantes de la colonia 10 de mayo.

La violencia entre los grupos de narcotraficantes había escalado, con métodos de las organizaciones terroristas. Otros autos localizados en Culiacán por las policías contaban con celulares, como detonadores. ¿Qué hizo el entonces procurador Medina Mora? Buscó a las autoridades de Estados Unidos, expertas en terrorismo, para desacreditar las pruebas que comenzaban a publicar los medios de comunicación. El entonces secretario de Seguridad Interior de EU, Michael Chertoff, salió a la prensa para decir que la violencia desatada por los cárteles de las drogas en México no estaba en los niveles de narcoterrorismo similares a los que vivió Colombia, o como los actos de terror que se viven en Medio Oriente. “Ahora todos entran a la internet e imitan lo que ven alrededor del mundo. Es lamentable, pero no sorprendente, que alguien aquí, o en Estados Unidos, o en cualquier parte pueda ver un plan para hacer estallar un artefacto explosivo, y después decida intentarlo”, argumentó.

El ataque con granadas, registrado la noche del 15 de septiembre de 2008 en la plaza principal de Morelia, tuvo como blanco a civiles. Esa es otra de las características del terrorismo. El autobomba que estalló la semana pasada en Ciudad Juárez iba dirigido a las fuerzas policíacas y a los servicios de emergencia. Tenía como señuelo a un supuesto agente municipal herido y tenía un dispositivo de celular para la activación. Después del ataque, en el que se emplearon tácticas terroristas, el grupo delictivo La Línea se adjudicó la explosión que produjo cuatro muertos.

¿Qué ocurrió con las autoridades? El procurador general de la República, Arturo Chávez Chávez, salió a los medios de comunicación para afirmar que en México no hay narcoterrorismo. El mismo discurso en la administración federal, la misma táctica de cerrar los ojos. Y eso nada ayuda para evitar que los criminales sigan cometiendo estos actos terroristas, que sí intimidan, que sí causan pánico entre la ciudadanía. Es narcoterrorismo.

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