Muy bello para ser cierto

Martha Anaya / Crónica de Política

Aguardaban emocionados a las afueras del Cefereso en Almoloya de Juárez. Paliacates rojos al cuello, machetes en mano, decenas de atequenses aguantaban firmes las horas de espera de sus líderes: Ignacio del Valle, Felipe Álvarez y Héctor Galindo.

Familiares e integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, estaban ahí, ante el penal del Altiplano, para recibirlos, arroparlos y protegerlos “por si las dudas”. Los abogados advertían que bien podrían intentar detenerlos de nuevo apenas salieran, “así como le hicieron a (Mario) Villanueva”.

A las 13:30 horas se cumplió el plazo para su liberación. “¡Libertad/libertad/a-los-presos-libertad!”, coreaban los de Atenco. Las puertas no se abrieron. Comenzó la zozobra. La sensación de que por fin se había hecho justicia, se apagó de pronto, como si un ventarrón hubiese apagada la vela recién encendida.

Hacia las cuatro de la tarde, un comunicado de la Secretaría de Seguridad Pública Federal los dejó helados: ninguno de los tres presos serían liberados porque el amparo que ordenó la Suprema Corte sólo aplicaba para el delito de secuestro equiparado y ellos aún tenían en proceso causas penales por los delitos de robo agravado, lesiones y daño en los bienes públicos, despojo y ataques a las vías de comunicación y medios de transporte.

Confusión, enojo, indignación. “Era demasiado bello para ser verdad…”, diría Pedro, uno de esos atenquenses de rostro curtido y paliacate al cuello.

María Trinidad Ramírez, esposa de Ignacio del Valle, evaluaba volver a Atenco y convocar a una asamblea para decidir cómo proceder. El abogado Leonel Rivero alegó que había interpuesto un amparo indirecto en torno a varios delitos, pero no sabía bien a bien frente a cuáles había que defenderse porque nada les habían informado las autoridades sobre éstos.

Lo que sí tenía claro es que el director del penal, Juan Alberto Montoya, no tenía por qué demorar la liberación de sus líderes ni solicitar informes sobre la probable existencia de causas pendientes.

Rodolfo Vértiz, vocero del Tribunal Superior de Justicia del Edomex afirmaba por su parte que, hasta donde sabía, y “por el momento”, ya no había nada en contra de Ignacio del Valle, Felipe Álvarez y Héctor Galindo.

Versiones encontradas iban y venían: Que no saldrán… Que sí, que por ahí de las nueve de la noche…; que parece que siempre no…

Los medios daban por hecho en sus noticieros que los líderes de Atenco no saldrían. Para cuando escribimos estas líneas no nos quedaba aún claro qué ocurriría, pero lo que sí era de llamar la atención era el caudal de reacciones que en tan pocas horas había causado la noticia de la no liberación.

-No tengo palabras para expresar mi indignación. Esto es una burla!!-, anotaba JC.

-Mucho es el temor del régimen, al menos eso me parece, por no decir que son marranadas, lo bueno es que la justicia en este País es pronta y expedita, no’, esperemos que a la brevedad dicten sentencia. Que poca decencia y mucha maldad de estos mandantes, no? Espero les paguemos en las urnas-, agregaba Raúl Velasco Guadarrama.

-No es posible-, resumía en pocas palabras Eduardo Mondragón.

-Es el colmo. Ahora los dejan en la cárcel. Si metieran en la cárcel a los que fabrican procesos, no se atreverían a seguir molestando a Ignacio del valle, Felipe Álvarez y Héctor Galindo. Son Fox, peña Nieto y todos los jueces corruptos los que deben quedar tras las rejas-, refería Preocupante:

-En este país, nada es justo ni perfecto, me pregunto: ¿por qué la gente es tan inocente al creer que la justicia se aplica correctamente?, es lógico que no los van a soltar y menos con elecciones en puerta. A Peña Nieto no le conviene tener líderes de ese tamaño en la calle, él puede negociar con narcos, pero no con quienes son luchadores sociales-, soltaba Laura.

-Increíble, no puede ser-, resumía Armando.

Sí, era muy bello para ser cierto.

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