Mario Caballero
El fin de semana, en México, se llevaron a cabo elecciones regionales. El PRI ganó 9 de los 12 estados en disputa. Así vuelve este viejo partido, que había perdido la presidencia en el año 2000, después de gobernar el país durante 71 años. Lejos de mostrar un “sistema democrático”, estas elecciones estuvieron cruzadas por el uso desmedido del presupuesto estatal por parte de los gobernadores a favor de sus candidatos, por la entrega de “apoyos” y planes asistenciales a las comunidades, por la acción de grupos de choque que presionaban al voto.
Entre la militarización y el narco
Los cárteles de la droga demostraron el peso que tienen en la vida nacional y su incrustación en el aparato del Estado, y la situación de ingobernabilidad que existe en las regiones controladas por el narco. La guerra entre los cárteles narco y los ataques contra los funcionarios públicos, que ha provocado alrededor de 23.000 muertos en 3 años, es un elemento de inestabilidad política y que muestra la incapacidad del gobierno de Felipe Calderón del PAN para hacerle frente al enorme poder de fuego del narcotráfico, que ha infiltrado amplios sectores de la administración pública, teniendo “comprados” a jueces y policías. No es un secreto su apoyo financiero a las campañas de todos los partidos, ni la presión que ejercen imponiendo temor en la población. En los estados fronterizos de Chihuahua y Tamaulipas (donde autoridades y varios candidatos aparecen ligados al narco), el abstencionismo llegó al 60%. El lunes 28 en Tamaulipas, fue asesinado el candidato oficial del PRI a gobernador, Rodolfo Torre Cantu -en su lugar fue nombrado su hermano-, junto con un diputado y guardaespaldas. Y unas semanas antes, el candidato panista a alcalde en Valle Hermoso fue fusilado frente a su casa por un grupo de sicarios. Por otra parte, el ejército ocupa prácticamente varias regiones del país, incluyendo algunos de los estados donde se realizaron elecciones; lo que hace que estas elecciones sean las más rigurosamente militarizadas de la historia en pleno cambio democrático.
Hay que destacar que la acción del narco en los estados de la región norte del país y el control que ejercen sobre distintos aspectos de la sociedad, es un elemento de preocupación para el imperialismo y de inestabilidad en su frontera sur. Esto introduce un elemento de tensión en la relación entre la administración norteamericana y el gobierno de Calderón, profundamente subordinado a los EE.UU. mediante el TLC y el ALCA, que se muestra a los ojos de aquella como incapaz de garantizar la más elemental gobernabilidad de los estados fronterizos, y abre la puerta a posibles y futuras injerencias militares de los EE.UU. que profundicen lo planteado en el Plan Mérida.
Las alianzas PAN-PRD
La alianza entre el centro izquierdista PRD y el derechista y clerical PAN para “impedir el regreso del PRI a la presidencia” expresa un salto en la derechización del PRD y su fracción dirigente y un acercamiento político con el partido gobernante (lo que acrecentó su división y se profundizará por la pérdida de la gobernación del importante estado de Zacatecas debido a las pugnas e intereses de sus corrientes internas).
Los dirigentes del cada vez más desacreditado sol azteca (PRD), aparecieron haciendo campaña junto al partido que está por imponer una reforma laboral semi-esclavista, que limita el derecho de huelga como a los mineros de Cananea, que liquida la seguridad social; que despide a los trabajadores como los 44.000 de Luz y Fuerza del Centro, que criminaliza la protesta social y que avanza más en la entrega del país al imperialismo. El antecedente de esta política es el de hace 10 años en Chiapas, donde la alianza del PAN-PRD ganó la gobernación que se caracterizó por su carácter reaccionario y la represión contra las comunidades zapatistas y la protección a los grupos paramilitares.
Cabe recordar que el PAN fue el partido que organizó el fraude contra el PRD y su candidato Andrés Manuel López Obrador en 2006. Incluso, López Obrador, que desaprobó las alianzas en varios estados y no reconoce al panista Calderón como presidente, hizo campaña en Oaxaca por el candidato de la alianza opositora al PRI, con el que tiene buena relación política.
Ahora, el PAN y el PRD analizan la posibilidad de ir juntos contra el PRI por la presidencia en 2012. Seguramente su programa electoral será anti-obrero. Así queda claro el carácter patronal del PRD, al que la izquierda e importantes sindicatos “opositores” llaman a votar en cada elección “contra la derecha” (PAN y PRI).
Duro golpe al conservador PAN
El gobierno de Calderón y su partido pagan así el gran descontento obrero y popular con su política económica, laboral y con su autoritarismo. Así, su debilitada administración -que en las elecciones intermedias de 2009 ya había perdido la mayoría en el Congreso a manos del PRI- queda más cuestionada, y más condicionada -para gobernar– a los pactos y acuerdos con la cúpula priísta. Además, el PRI ahora manejará los millonarios presupuestos de las gobernaciones debido al alto de porcentaje de votos alcanzado que le permitió ganar la mayoría de las diputaciones y senadurías en los estados.
El PAN -en alianza con el PRD y otros partidos pequeños- pese a arrancarle al PRI tres importantes estados (cuyos gobiernos representan lo más repudiado y autoritario de ese partido), queda de todas formas mal posicionado para conservar la presidencia en las próximas elecciones federales. Y, entre más se profundice la crisis y los planes antipopulares, su desgaste será capitalizado por su hasta hace poco aliado, el PRI.
Las disputas pos-electorales
Al cierre de este artículo, la apretada votación en los estados de Durango y Veracruz que se adjudican tanto el PRI como la alianza opositora (el PRI muestra una mínima ventaja), es un tema que puede producir un choque político entre los dos principales partidos patronales del país. Pero dada la baja partición de los votantes en las elecciones (como muestra de rechazo también a la descomposición de los partidos, el descrédito de los organismos electorales y la violencia del narco), a ningún partido le conviene polarizar más la situación pues podría desbordarse el descontento social y político existente.
Pero más allá de cualquier negociación que hubiera entre los partidos para resolver estas diferencias, entre ellos hay un acuerdo estratégico de gobernar para los patrones y sus socios mayores imperialistas, manteniendo más miseria, desempleo y antidemocracia.
Los trabajadores nada tenemos que esperar de estas elecciones que ni siquiera permiten que participemos con nuestra visión de los problemas nacionales, y con nuestro propio programa.
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