Mapa criminal… Abaten paracaidistas en Tamaulipas

Jorge Alejandro Medellín / De orden superior

Lo peor de las elecciones del pasado 4 de julio no fue el aparente avance del PRI o la confirmación de las bizarras alianzas entre lo que queda de la izquierda mexicana y el panismo fallido, que hasta ahora solo ha mal aprendido a imitar las malas artes del priismo que nos dio patria.

Lo grave de las secuelas electorales radica en la manera en que se ve afectado o modificado el panorama criminal en el país.

La llegada de Egidio Torre Cantú al gobierno de Tamaulipas en sustitución de su asesinado hermano Rodolfo, por ejemplo, no va a cambiar en lo más mínimo la degradación y descomposición del aparato gubernamental en ese estado como consecuencia de la acción de los cárteles de la droga, que lograron horadar prácticamente todos los rincones de la estructura de gobierno, seguridad, impartición de justicia y vida empresarial en la entidad.

Su arribo al poder se dio en medio de la más turbulenta oleada de narcoviolencia preelectoral que tuvo su clímax precisamente con la ejecución de Rodolfo Torre cuando se dirigía a su cierre de campaña electoral.

Su asesinato, ordenado por los Zetas encabezados por Miguel Treviño, el Z-40, fue una respuesta a las negativas del candidato a reunirse con los personeros del capo de uno de los cárteles que se disputan el control de Tamaulipas.

En Tampico, Reynosa, Matamoros y Ciudad Victoria, hay quienes dicen que Rodolfo Torre no entendió o no quiso entender de qué se trataba el juego, no quiso ver en dónde estaba parado y hacia donde se dirigía la dinámica de las nuevas relaciones entre el gobernador entrante y los grupos del narcotráfico que operan en Tamaulipas.

Mientras el gobierno federal intenta ponerse de acuerdo para buscar alguna forma de enfrentar la ola delictiva y la consolidación de los territorios de los Zetas y del Cartel del Golfo en ese estado, dejando a su suerte a los gobiernos priistas (desde la llegada del panismo a Los Pinos), otro frente de batalla crece de manera silenciosa y dramática en la entidad.

La otra guerra de Tamaulipas

Dos batallones de la Brigada de Fusileros Paracaidistas del Ejército Mexicano que operan en Tamaulipas desde enero y abril de este año, protagonizan una sorda batalla contra Zetas y algunas células del cartel del Golfo.

Los números no son nada halagüeños para los militares comandados por el General Fuentes, quienes combinan constantemente tácticas de contraguerrilla, de contrainteligencia y de operaciones de alto impacto para hacerle frente a las emboscadas que la gente del Z-40 y de “Tony Tormenta” (Ezequiel Cárdenas Guillén) con las que han golpeado fuertemente a varias patrullas de paracaidistas.

El grueso de estos elementos deberá regresar a sus cuarteles en el Distrito Federal en agosto, pero esto parece muy difícil ya que la respuesta de los cárteles en Tamaulipas está dejando con pocas opciones de movilidad y confiabilidad a los fusileros paracaidistas.

Aparentemente los Zetas y la gente del cartel del Golfo han presionado al máximo a sus “halcones” para que refuercen el seguimiento de los militares en los municipios más peligrosos, como son Reynosa, Matamoros, Ciudad Victoria, Nuevo Laredo, Miguel Alemán, Tampico y Ciudad Camargo y Mier.

Esta presión he hecho que el General Fuentes limite al máximo las medidas de seguridad para los 1,200 efectivos de los dos batallones, quienes en ocasiones están prácticamente enclaustrados y no cuentan con el apoyo de los cuerpos policiacos en los que, además, no confían los mandos militares.

La otra táctica de los cárteles ha sido la de aislar a las patrullas y grupos de paracaidistas enviados para enfrentarlos. La intercepción de comunicaciones y la infiltración han operado en beneficio de los Zetas y de la gente de Tony Tormenta.

En unas semanas el espacio de movilidad se ha reducido para los paracaidistas. Las estrategias y las formas de contrarrestar la oposición mostrada por los cárteles van en aumento, mientras el alto mando prepara más tropas para relevar a los paracaidistas en Tamaulipas. Las nuevas tropas que llegarán en agosto acaban de concluir cursos antiterroristas y de contraguerrilla en los Estados Unidos. Otras más acudieron a Colombia a efectuar curos de patrulla y de combate urbano.

Con ese perfil la Sedena busca elevar la respuesta ante los cárteles de la droga en la medida en que el sexenio comienza su declive y con él, la eventual desaceleración de dinámicas y políticas de contención y respuesta, como la de la lucha antidrogas, en la que México dependerá cada vez más, en el último tramo del camino calderonista, de los servicios de inteligencia norteamericanos para dar golpes espectaculares que eleven las encuestas preelectorales para el 2012.

El “Güero Huetamo”

En tanto, la Marina sigue adelante con la misión encomendada por el presidente Felipe Calderón: ser la cabeza de playa para acabar por lo menos con uno de los cárteles (el menos poderosos o más golpeable) y así entregar cuentas positivas en una de las muchas agendas pendientes del panismo actual.

Ese blanco son los hermanos Beltrán Leyva, o lo que queda de ellos. El reciente golpe asestado a este grupo en Acapulco el fin de semana, con la captura del Gamaliel Aguirre Tavira “El Güero Huetamo”, por parte de elementos de la Armada de México, constituye un sólido paso hacia la desarticulación del grupo en la costa guerrerense.

Gamaliel Aguirre mantuvo durante al menos siete años el control de la plaza de Acapulco y de ese importante corredor de drogas, armas, dinero, y personas, abierto para los Beltrán Leyva, para Edgar Valdéz Villarreal “La Barbie” y para algunos operadores de los Zetas, con quienes terminó confrontado en 2006.

Lo ola de violencia desatada desde 2007 en Acapulco, con varias decapitaciones, balaceras y desaparición de personal de inteligencia de Marina y de Sedena en el puerto, forman parte de la agenda del “Güero Huetamo”.

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