Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
El triunfalismo del PRI hasta apenas dos meses sobre una victoria en las 12 gubernaturas que se ponen en juego este 4 de julio se esfumó. Ahora hay un tono de mayor cautela en lo general y de nerviosismo en plazas como Oaxaca y Puebla, donde se instaló la incertidumbre. Llevarse casi el 80% de la victoria no estaría mal para el PRI en términos cuantitativos, si ganaran las 10 restantes –una más de las que tienen actualmente-, pero las derrotas tendrían un alto valor simbólico. Lo saben en el PAN, cuyos estrategas tienen cálculos más optimistas frente a las expectativas priistas. Para el partido en el poder, la contienda está tan cerrada en la mitad de esos campos de batalla, que el resultado final puede inclinarse para cualquier lado.
Priistas y panistas coinciden en Oaxaca y Puebla como sus principales arenas de combate electoral, pero difieren en el resto. Tlaxcala, donde el PRI apostó tanto que se dieron un abrazo de reconciliación la dirigente nacional Beatriz Paredes y su otrora enemigo, Mariano González, los panistas aseguran que permanecerá bajo su mando. En Aguascalientes, también gobernada por un panista, tienen esperanzas de conservar el poder, aunque admiten que el conflicto fraticida entre el gobernador Luis Armando Reynoso Femat y el candidato de su partido, Martín Orozco, tuvo un impacto muy negativo entre el electorado.
Chihuahua es una entidad donde aseguran los panistas que Carlos Borruel, quien hizo la mejor campaña de todos los panistas en contienda por gobernador, achicó la desventaja con el priista César Duarte en las preferencias electorales. “Esperemos que nos de tiempo para voltear la elección”, dijo un dirigente del PAN. “Es posible que demos una sorpresa”. Duarte dice que esa sorpresa no se va a dar. En el PRI piensan lo mismo y que conservarán el poder estatal al igual que en Sinaloa, donde la contienda entre el priista Jesús Vizcarra y el ex priista Mario López Valdés, candidato de la alianza PAN-PRD, estuvo durante un largo tramo empatada. Los estrategas panistas mantienen el sueño de victoria en Sinaloa, aunque reconocen que la campaña del aliancista se desplomó.
Totalmente contrario es el escenario en el sur del país. Oaxaca es donde ven las mayores posibilidades de victoria, del brazo del aliancista Gabino Cué. No sólo es una idea prevaleciente entre panistas y perredistas, cabezas de la alianza que enfrenta al candidato priista Eviel Pérez Magaña, sino también dentro del propio PRI. Oaxaca es donde la alternancia del poder está más cerca que nunca de concretarse. Cué y Pérez Magaña llegarán el domingo en un empate técnico en las preferencias electorales, y de cómo operen las maquinarias políticas ese día dependerá el resultado, que apunta para conflicto postelectoral.
El gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, quien es el jefe de campaña de facto de Pérez Magaña, mantiene que el candidato priista ganará por una diferencia de cinco puntos, que es lo que necesita para poder enfrentar una eventual impugnación en los tribunales electorales. Pero los estrategas panistas, citando la encuesta que más favorece a Cué, esperan que el voto refleje la preferencia registrada en un estudio de hace 10 días, donde el aliancista aventaja a su rival por seis puntos. Once puntos de diferencia en los dos extremos es demasiado, aunque un dirigente priista admitió temer a un voto oculto, particularmente en el Valle de Oaxaca.
Oaxaca no ha tenido en la memoria ningún gobernador electo que haya nacido en el Valle de Oaxaca, de donde es originario Cué, quien perdió hace seis años ante Ruiz por estrecho margen, y que tras su derrota, no dejó de hacer campaña electoral, lo que hoy le está redituando en preferencias. Ruiz y Pérez Magaña confían que la maquinaria priista y los 312 municipios donde se rigen por usos y costumbres, y que históricamente han votado por su partido, les den la victoria. La apuesta es que los aliancistas no logren tener representantes en todas las casillas en los 570 municipios en el estado, como hace seis años, cuando Cué no cubrió el 30% de las casillas. “Todo estará ahora en las manos de Ruiz”, dijo un dirigente priista, pues el domingo, no sólo Pérez Magaña, sino él mismo, se juegan su futuro.
Si Oaxaca es un campo de batalla que ha estado competido desde el arranque de la campaña, Puebla es otro donde problemas de operación dentro del PRI y el incumplimiento de los compromisos con precandidatos del partido que se quedaron en el camino, producto de un manejo desatinado del candidato Javier López Zavala, contribuyeron a la recuperación del aliancista Rafael Moreno Valle. López Zavala y su impulsor, el gobernador Mario Marín, con credenciales de buenos operadores políticos, no sanaron adecuadamente las heridas de los priistas que fueron hechos de lado durante el proceso horizontal de selección de candidato, y al desconocer los pactos de inclusión que les siguieran dando vigencia política en el estado, las profundizaron.
La división dentro del PRI, ya vista por líderes priistas, provocó la fractura. Varios priistas connotados dejaron de trabajar por López Zavala o comenzaron a respaldar discretamente a Moreno Valle, a quien el PAN sí ayudó en untar bálsamo en las heridas de los panistas poblanos que tuvieron que ceder el paso a un candidato de la alianza. Los maestros también recibieron la instrucción de ponerse al servicio de la campaña del aliancista, luego de que Marín no reparó un agravio con la maestra Elba Esther Gordillo, que comenzó la campaña con la intención de neutralidad, pero que al sentirse traicionada por el gobernador en acuerdos políticos negociados, lo abandonó electoralmente.
Los principales campos de batalla para este superdomingo están definidos, lo que no significa que no pueda haber sorpresas en varios estados. Los panistas quisieran pensar que en Durango, donde se han venido cerrando las diferencias con el PRI, pudiera haber una oportunidad. Los perredistas esperan que en Zacatecas mantengan el poder que se les está escapando frente al PRI. En Tamaulipas, Quintana Roo e Hidalgo ven casi imposible –salvo el último caso- una derrota del PRI, y en Veracruz, la última de las batallas, el equipo del panista Miguel Ángel Yunes sostiene que su batalla electoral no será en las urnas el próximo domingo, sino en los tribunales durante las siguientes semanas. Esta ruta, finalmente, no habrá que verla como una excepción sino como el camino más evidente que estas elecciones pintan para judicializarse.
El triunfalismo del PRI hasta apenas dos meses sobre una victoria en las 12 gubernaturas que se ponen en juego este 4 de julio se esfumó. Ahora hay un tono de mayor cautela en lo general y de nerviosismo en plazas como Oaxaca y Puebla, donde se instaló la incertidumbre. Llevarse casi el 80% de la victoria no estaría mal para el PRI en términos cuantitativos, si ganaran las 10 restantes –una más de las que tienen actualmente-, pero las derrotas tendrían un alto valor simbólico. Lo saben en el PAN, cuyos estrategas tienen cálculos más optimistas frente a las expectativas priistas. Para el partido en el poder, la contienda está tan cerrada en la mitad de esos campos de batalla, que el resultado final puede inclinarse para cualquier lado.
Priistas y panistas coinciden en Oaxaca y Puebla como sus principales arenas de combate electoral, pero difieren en el resto. Tlaxcala, donde el PRI apostó tanto que se dieron un abrazo de reconciliación la dirigente nacional Beatriz Paredes y su otrora enemigo, Mariano González, los panistas aseguran que permanecerá bajo su mando. En Aguascalientes, también gobernada por un panista, tienen esperanzas de conservar el poder, aunque admiten que el conflicto fraticida entre el gobernador Luis Armando Reynoso Femat y el candidato de su partido, Martín Orozco, tuvo un impacto muy negativo entre el electorado.
Chihuahua es una entidad donde aseguran los panistas que Carlos Borruel, quien hizo la mejor campaña de todos los panistas en contienda por gobernador, achicó la desventaja con el priista César Duarte en las preferencias electorales. “Esperemos que nos de tiempo para voltear la elección”, dijo un dirigente del PAN. “Es posible que demos una sorpresa”. Duarte dice que esa sorpresa no se va a dar. En el PRI piensan lo mismo y que conservarán el poder estatal al igual que en Sinaloa, donde la contienda entre el priista Jesús Vizcarra y el ex priista Mario López Valdés, candidato de la alianza PAN-PRD, estuvo durante un largo tramo empatada. Los estrategas panistas mantienen el sueño de victoria en Sinaloa, aunque reconocen que la campaña del aliancista se desplomó.
Totalmente contrario es el escenario en el sur del país. Oaxaca es donde ven las mayores posibilidades de victoria, del brazo del aliancista Gabino Cué. No sólo es una idea prevaleciente entre panistas y perredistas, cabezas de la alianza que enfrenta al candidato priista Eviel Pérez Magaña, sino también dentro del propio PRI. Oaxaca es donde la alternancia del poder está más cerca que nunca de concretarse. Cué y Pérez Magaña llegarán el domingo en un empate técnico en las preferencias electorales, y de cómo operen las maquinarias políticas ese día dependerá el resultado, que apunta para conflicto postelectoral.
El gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, quien es el jefe de campaña de facto de Pérez Magaña, mantiene que el candidato priista ganará por una diferencia de cinco puntos, que es lo que necesita para poder enfrentar una eventual impugnación en los tribunales electorales. Pero los estrategas panistas, citando la encuesta que más favorece a Cué, esperan que el voto refleje la preferencia registrada en un estudio de hace 10 días, donde el aliancista aventaja a su rival por seis puntos. Once puntos de diferencia en los dos extremos es demasiado, aunque un dirigente priista admitió temer a un voto oculto, particularmente en el Valle de Oaxaca.
Oaxaca no ha tenido en la memoria ningún gobernador electo que haya nacido en el Valle de Oaxaca, de donde es originario Cué, quien perdió hace seis años ante Ruiz por estrecho margen, y que tras su derrota, no dejó de hacer campaña electoral, lo que hoy le está redituando en preferencias. Ruiz y Pérez Magaña confían que la maquinaria priista y los 312 municipios donde se rigen por usos y costumbres, y que históricamente han votado por su partido, les den la victoria. La apuesta es que los aliancistas no logren tener representantes en todas las casillas en los 570 municipios en el estado, como hace seis años, cuando Cué no cubrió el 30% de las casillas. “Todo estará ahora en las manos de Ruiz”, dijo un dirigente priista, pues el domingo, no sólo Pérez Magaña, sino él mismo, se juegan su futuro.
Si Oaxaca es un campo de batalla que ha estado competido desde el arranque de la campaña, Puebla es otro donde problemas de operación dentro del PRI y el incumplimiento de los compromisos con precandidatos del partido que se quedaron en el camino, producto de un manejo desatinado del candidato Javier López Zavala, contribuyeron a la recuperación del aliancista Rafael Moreno Valle. López Zavala y su impulsor, el gobernador Mario Marín, con credenciales de buenos operadores políticos, no sanaron adecuadamente las heridas de los priistas que fueron hechos de lado durante el proceso horizontal de selección de candidato, y al desconocer los pactos de inclusión que les siguieran dando vigencia política en el estado, las profundizaron.
La división dentro del PRI, ya vista por líderes priistas, provocó la fractura. Varios priistas connotados dejaron de trabajar por López Zavala o comenzaron a respaldar discretamente a Moreno Valle, a quien el PAN sí ayudó en untar bálsamo en las heridas de los panistas poblanos que tuvieron que ceder el paso a un candidato de la alianza. Los maestros también recibieron la instrucción de ponerse al servicio de la campaña del aliancista, luego de que Marín no reparó un agravio con la maestra Elba Esther Gordillo, que comenzó la campaña con la intención de neutralidad, pero que al sentirse traicionada por el gobernador en acuerdos políticos negociados, lo abandonó electoralmente.
Los principales campos de batalla para este superdomingo están definidos, lo que no significa que no pueda haber sorpresas en varios estados. Los panistas quisieran pensar que en Durango, donde se han venido cerrando las diferencias con el PRI, pudiera haber una oportunidad. Los perredistas esperan que en Zacatecas mantengan el poder que se les está escapando frente al PRI. En Tamaulipas, Quintana Roo e Hidalgo ven casi imposible –salvo el último caso- una derrota del PRI, y en Veracruz, la última de las batallas, el equipo del panista Miguel Ángel Yunes sostiene que su batalla electoral no será en las urnas el próximo domingo, sino en los tribunales durante las siguientes semanas. Esta ruta, finalmente, no habrá que verla como una excepción sino como el camino más evidente que estas elecciones pintan para judicializarse.
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