La toma de Ciudad Victoria

David Aponte / Contraflujo

Los tres primeros meses de 2010 fueron cruciales para que los grupos criminales se expandieran en la capital del estado de Tamaulipas. Los capos del cártel de Golfo y sus antiguos aliados, los Zetas, había ocupado la zona norte de la entidad y se habían mantenido distantes de la sede de los poderes. Pero la escisión de la organización criminal abrió la posibilidad de tomar nuevos territorios y comenzó la disputa por el control de la joya: Ciudad Victoria. Desde el corazón político, los criminales comenzaron a expandir sus tentáculos hacia la vida económica y social, y comenzaron a silenciar a los medios de comunicación locales.

Los habitantes de Ciudad Victoria empezaron a hablar en voz baja de los criminales Zetas; los editores y periodistas comenzaron a hablar muy bajito de estos “señores” que inmediatamente buscaron imponer el miedo frente a los criterios editoriales. Todos empezaron a mirarse con desconfianza. La capital, la sede del gobernador priísta Eugenio Hernández Flores, la casa de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, inició un proceso de putrefacción criminal, que escaló el lunes pasado con el asesinato de Rodolfo Torre Cantú, candidato de la alianza Todos por Tamaulipas (PRI-PVEM-Nueva Alianza) al gobierno de Tamaulipas.

¿Cómo empezó la toma de la capital tamaulipeca? La batalla por el control se acentuó en marzo de 2010, con enfrentamientos callejeros en diferentes sitios de la ciudad. Habitantes de Victoria lanzaron alertas de balaceras ocurridas la noche del viernes 19 en las cercanías de las oficinas de la Policía Ministerial, que depende de la Procuraduría General de Justicia del Estado, del Hospital Infantil, el Centro Comercial Campestre, zona donde tiene su residencia el gobernador Hernández Flores, la colonia Libertad y el corredor del fraccionamiento Azteca. Hubo muertos, entre elementos de las fuerzas federales y sicarios.

El sábado 20 de marzo, el monitoreo oficial del gobierno de Tamaulipas dio a conocer que un ataque armado en Ciudad Victoria había dejado cuatro personas muertas: “Se informa que aproximadamente a las 20:00 horas se suscitó un enfrentamiento entre civiles armados y elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional, a la altura del entronque de la carretera Matamoros y Libramiento Naciones Unidas. Como resultado de este enfrentamiento se reporta un militar fallecido y tres civiles, así como dos civiles heridos”.

La comandancia de la octava Zona Militar de la Secretaría de la Defensa Nacional, con sede en Reynosa, informó que los soldados realizaban reconocimientos terrestres en las calles de Ciudad Victoria, cuando fueron atacados por un grupo de sicarios que se desplazaba en varias camionetas.

La batalla continuó el sábado 21 de marzo. Las balaceras estuvieron cerca de instalaciones de la policía municipal y de oficinas de las corporaciones policíacas del estado. Por la noche, el gobierno de Tamaulipas difundió un boletín de prensa para informar que funcionarios del estado habían sostenido reuniones de trabajo jefes militares y representantes de la Procuraduría General de la República para diseñar esquemas que permitieran reforzar la seguridad en la capital del estado.

Las autoridades locales buscaron publicar un desplegado en los diarios locales, para anunciar el esquema de seguridad en Ciudad Victoria, pero los editores de los periódicos declinaron publicarlo en sus medios, ante las amenazas de los grupos criminales. Los periodistas argumentaron que no existían condiciones de seguridad para el desempeño de su actividad en la capital del estado (lo mismo ocurre en otras zonas de Tamaulipas, principalmente en la frontera chica).

La lucha por el control de la plaza continuó en las semanas subsecuentes. Los grupos criminales del cártel del Golfo y los Zetas, ahora enemigos a muerte, habían ocupado la capital del estado. Desde entonces, Ciudad Victoria dejó de ser una ciudad tranquila, habitada por funcionarios públicos de los tres niveles de gobierno. Ahora es una zona de guerra de los criminales, que expandieron su poder y control. El asesinato del doctor Rodolfo Torre Cantú es parte de la estrategia de los delincuentes. Los medios de comunicación callan y todos, todos tienen miedo.

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