La sucesión presidencial

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

Al final, lo que más contó en la salida de Patricia Flores como jefa de la Oficina de la Presidencia, fue su enfrentamiento con Ernesto Cordero, secretario de Hacienda, a quien le había puesto obstáculos en su camino hacia la candidatura del PAN para la Presidencia. Al final, lo que le costó el trabajo de director de Comunicación Social a Max Cortázar, fue haber dado la batalla por Cordero y el grupo político que está detrás de él, a quien el presidente Felipe Calderón quiere ver como su sucesor. En efecto, la fuente del conflicto en Los Pinos que provocó una fuerte sacudida, tiene que ver con el 2012, el año en que Calderón pone en juego su proyecto transexenal.

El Presidente tiene la necesidad estratégica de construir la candidatura de Cordero, que hoy no existe, y está moviendo sus piezas en un tablero de ajedrez en el cual está incursionando con retraso frente a la línea de salida en el PRI y el PRD. El secretario de Hacienda también tomó cartas en el asunto. Tiene sobre su escritorio cinco agencias de relaciones públicas para que lo posicionen como un aspirante real, viable y con posibilidades de éxito.

Fuera Flores de la Presidencia, se elimina la principal barrera que tenía Cordero y se disipa la contradicción de que, en el manejo de la sucesión presidencial, Calderón tenía problemas en su propia casa. El traslado de Cortázar al PAN al frente de la Comunicación Social y responsabilizado de la manufactura de la candidatura presidencial, beneficia a Cordero, entre todos los aspirantes panistas que tiene hoy en día como única adversaria potencial posible, a Josefina Vázquez Mota, la coordinadora de la bancada del PAN en el Congreso.

Vázquez Mota ha resistido las presiones de Los Pinos para encabezar una eventual alianza con el PRD en el estado de México y competir por la gubernatura el próximo año. “No es mi proyecto”, asegura la diputada, que ve en su horizonte la candidatura presidencial para 2012. Vázquez Mota recompuso su relación con el Presidente, muy dañada durante la campaña presidencial cuando se enfrentó y fue desplazada por Juan Camilo Mouriño y el equipo que liquidó a Flores, quien por cierto, es amiga de ella. En el firmamento panista no hay dos más sólidos aspirantes que ellos dos, pues el resto de precandidatos, al menos en la actualidad, están muy rezagados o prácticamente eliminados.

Dos secretarios se encuentran en esta última categoría, el de Educación, Alonso Lujambio -cercano a Flores-, y el del Trabajo, Javier Lozano. Lujambio cayó por falta de méritos. Dentro del equipo presidencial están claros que su marca en Educación ha sido nula, donde no ha podido integrar un equipo que responda totalmente a él. Uno de los subsecretarios viene de Vázquez Mota y otro de la maestra Elba Esther Gordillo; la mayor parte de los coordinadores y delegados fueron puestos o recomendados por la ex secretaria de Educación. Sin equipo y sin proyecto -el del Bicentenario y Centenario lo preparó Flores-, Lujambio no tiene nada para aspirar a un cargo más alto a donde llegó.

Lozano es un caso donde sus rendimientos son decrecientes. Cuando se venía el relevo del secretario de Gobernación, el propio Calderón hizo saber, cuando le preguntaron, que Lozano ni siquiera estaba dentro de sus consideraciones. Lozano perdió la oportunidad no por capacidad, sino porque se precipitó y ahogó sus posibilidades. Lo mismo le sucedió cuando quiso saltar a Desarrollo Social al salir Cordero rumbo a Hacienda, y cuando murió Mouriño. En esas dos ocasiones el Presidente lo pasó por alto, y en esta tercera, donde llamaba la prudencia, fue tan voraz su pretensión que ni siquiera fue informado que el nuevo titular de Gobernación era Francisco Blake Mora.

En el capítulo de los rezagados se encuentra, en primer lugar el gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva. Operador político muy activo en los últimos meses, aspiraba la presidencia del PAN como plataforma para el 2012. Pero los operadores de Calderón hicieron su trabajo en el último Consejo Político para anularlo: todas sus propuestas importantes fueron rechazadas. El calderonismo se impuso de manera contundente en el Consejo Político, a donde llegó el Presidente con un 70% de sus miembros. Sus adversarios esperaban reducirle entre 10 y 20% más de poder, con la inercia de la debacle electoral en 2009, pero salió con mayor control: el 80% del total de los consejeros.

La operación en el Consejo Político redujo a Oliva, pero también al senador Santiago Creel, quien aunque aparece como el panista mejor posicionado en las preferencias electorales rumbo a 2012, no tiene ningún peso político significativo dentro del politburó panista, que será el responsable de decidir con quién van como candidato o candidata en la elección presidencial. En el último tercio del gobierno, este proceso se ha convertido en un asunto estratégico.

En Los Pinos, tras la muerte de Mouriño, Cordero se convirtió en la persona sobre la cual se montaría el proyecto transexenal de Calderón, aunque al secretario, inteligente, eficiente y muy afable, no se le ve todavía empaque político para crecer. Dentro del gabinete lo ayuda la mediocridad de la mayoría de sus colegas, y la mala fama de los mejores. Pero no es suficiente. “Si fuera hoy la nominación -admitió un asesor del Presidente-, Vázquez Mota ganaría la candidatura”.

Las ruedas para construir la candidatura del secretario de Hacienda ya se colocaron, pero nadie sabe en este momento si alcanzará el tiempo para que avance. Vázquez Mota le lleva ventaja en prácticamente todo -imagen, posicionamiento, relaciones públicas, exposición mediática-, aunque está en desventaja en otro factor, el corazón del Presidente. Sin embargo, Calderón no puede imponer a su candidato, pues dentro del PAN los procesos son más complejos y tienen que negociarse.

Calderón sabe perfectamente qué puede hacer un candidato desvalido (“underdog”), cómo enfrentar al aparato presidencial, y ganar la candidatura. Eso hizo él mismo ante Creel, quien era el candidato del presidente Vicente Fox. Y eso mismo había hecho Fox, quien se metió dentro del establecimiento político panista y les arrebató la candidatura. A Vázquez Mota no la ve mal, ni hay antagonismo con ella, pero su proyecto no es ella sino Cordero. Detrás de él va la maquinaria calderonista, en su construcción como candidato y su apuesta a mantener el partido, y su grupo, el poder.

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