La nueva guerra de Centroamérica

José Meléndez / El muro foráneo

SAN JOSÉ, Costa Rica –Atrapada en la intensa ofensiva lanzada desde 2003 y 2004 por los cárteles mexicanos del narcotráfico internacional, Centroamérica se hunde en una escalada de violencia generalizada. Por algo, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha advertido que el istmo centroamericano es una de las zonas más violentas del mundo. En una reciente columna, publiqué que pese a que el último disparo de las guerras políticas que por casi 40 años estremecieron a Centroamérica salió de algún viejo fusil en Guatemala en 1996, la paz retrocede.

El entarimado centroamericano parece listo para otra guerra, con una renovada e intensa presencia militar de Estados Unidos para enfrentar al crimen organizado y, en particular, a las mafias de Colombia y México del narcotráfico internacional que usan al istmo como base de contrabando y almacenamiento de drogas. ¿Estaremos ante el preludio de una guerra regional, desde Colombia por el sur a México por el norte, en contra de los cárteles del narcotráfico internacional? Lo cierto del caso es que las fichas se mueven con rapidez.

En una reconfirmación de estos temores, la presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, advirtió, sin titubear, desafiante pero preocupada, que la guerra final contra los contrabandistas colombianos y mexicanos de drogas se librará en Centroamérica. En una entrevista que le hice el 14 de julio para el diario El Tiempo, de Bogotá, la primera presidenta de Costa Rica me dijo en su despacho de esta ciudad que descarta el riesgo de perder la batalla que se avecina y que la vieja costumbre de reclamar a Estados Unidos por ser el principal mercado de estupefacientes y estimular el contrabando es un alegato desfasado, porque hay “un desparrame de la industria del narcotráfico”.

“Estamos en el peor de los mundos”, porque todos los países producen, consumen y trafican, subrayó, al reconocer que está “temerosa” por la arremetida de los narcotraficantes en el istmo. “Ya no podemos conformarnos con echarle culpa a los países consumidores de droga, porque en estos momentos todos producimos, todos consumimos, todos traficamos, en un desparrame de lo que fue la industria del narcotráfico y todos los países en este momento participan de cada una de las etapas, desde la producción hasta el consumo”, aseveró.

En la entreviste le recordé que hace varios meses ella alertó que Centroamérica sería el campo de batalla para decidir el futuro de la guerra contra el narcotráfico. Y le pregunté que si esa advertencia seguía sigue siendo real, en las actuales circunstancias de combate, de Colombia a México, contra el narcotráfico, con una franja importantísima que es Centroamérica, que almacena drogas y es punto para el tráfico.

La presidenta contestó: “Sí y ahora aún más. Cuando lo dije ni siquiera había entrado al gobierno, aunque tenía una buena información y conocimiento de la situación de seguridad en la región, no tenía el panorama quizás tan claramente decantado como lo tengo hoy, aún más que ayer”.

De seguido, recalcó estar temerosa por la migración y traslado de las bandas criminales de Colombia y México a Centroamérica, a la que describió como una región que pese al avance en democracia, tiene “enormes debilidades” institucionales y en la que “han venido gestándose cuadros de violencia interna que son un buen caldo de cultivo para el arraigo de esas bandas criminales, que lo que buscan son socios locales”.

La gobernante de 51 años, sin embargo, se apega al optimismo. “No puedo nunca pensar en términos de perder batallas”, destacó. “Muchísimo menos frente a males tan perversos como el narcotráfico y la droga. Pero tenemos que reconocer las limitaciones de las estrategias actuales”, pero hay que “sumar muchos esfuerzos en muchas direcciones. No claudicar, seguir usando la justicia y la fuerza dentro del marco constitucional que nos dan las leyes, para atacar las estructuras delictivas al más alto nivel, para combatir a donde más le duele a los criminales que es en los capitales que amasan”, recalcó.

El vistazo regional ofrecido por la presidenta Chinchilla puede ser aceptado o rechazado. Pero lo cierto es que la viejísima frase de que están sonando los tambores de guerra vuelve a golpear a Centroamérica. Los hechos lo demuestran y las declaraciones de figuras políticas como la jefa de Estado de Costa Rica—una de las democracias más sólidas de América Latina y el Caribe—lo reconfirman.

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