Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
El coche-bomba que mató a tres personas hace una semana en Ciudad Juárez mostró algo que pocas veces se había visto en forma tan clara: una capacidad de reacción rápida y letal de un cártel de la droga tras la detención de uno de sus cabecillas. Si a esto se le añade que los sicarios del Cártel de Juárez que realizaron esta acción lo hicieron al tiempo de estar enfrascados en una sangrienta batalla contra el Cártel de Sinaloa por la plaza, el atentado contra la Policía Federal enseña una capacidad organizacional superior a las experimentadas previamente cuando reacciones de esa naturaleza eran menos articuladas y sin víctimas, y sobretodo que empieza a haber un trabajo cotidiano de inteligencia criminal.
La acción en Juárez es una mala noticia para los mexicanos en muchos sentidos. Particularmente porque en esa ciudad, símbolo de la violencia en México en los pasados dos y años medio, se está jugando la última oportunidad de utilizar la fuerza civil contra la delincuencia organizada. Si la Policía Federal fracasa en la disminución de la violencia y la neutralización de los cárteles –principio de su eliminación-, entrarán las Fuerzas Armadas en una ocupación total de esa ciudad. Es decir, se convertirá en la primera ciudad bajo control militar en México desde las guerras de la primera mitad del Siglo XX, donde los poderes civiles pasarán a estar subordinados a los castrenses.
Ciudad Juárez está viviendo sus horas extras. Ese iba ser el destino de la gran comunidad fronteriza en la primavera de este año, cuando en una reunión del gabinete de seguridad nacional, el secretario de la Marina, Francisco Saynez, hizo el planteamiento de llevar toda la fuerza militar para acabar con los narcotraficantes, tomando el control no sólo de la estrategia castrense, sino también de los diferentes niveles de gobierno, transfiriéndoles el poder administrativo y político de la plaza. Era el sueño de un militar con ambición política, de alcanzar el poder sin necesidad de un golpe de Estado. El contexto en el cual hizo Saynez la propuesta fue la matanza en Villa de Salvárcar en febrero pasado, que generó una airada reacción popular y una respuesta inmediata y masiva del gobierno federal.
En esa reunión, el secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, solicitó al presidente Felipe Calderón que antes de tomar esa medida le permitieran a la Policía Federal retomar el control del operativo contra los cárteles de la droga en Ciudad Juárez para encontrar una salida civil a la espiral de violencia. El Presidente le extendió un voto de confianza a García Luna y un plazo –no precisado- para recuperar la ciudad de la delincuencia organizada y restaurar el estado de tranquilidad que tenía hasta 2007, cuando el número de crímenes por mes no rebasaba los 50, muy por debajo de la media nacional en ese momento.
La decisión incluyó retirar a la Marina de las operaciones quirúrgicas en Ciudad Juárez, y que el Ejército dejara de realizar sus operaciones cotidianas de seguridad pública dentro de la ciudad, jugando un papel de apoyo a la Policía Federal, que pasó a tomar el protagonismo. Los resultados, aunque han llevado a la detención de varios jefes en la estructura de mando del Cártel de Juárez, no han sido positivos en términos de reducción de la violencia, sino que se nota en la estadística una marcada tendencia al alza.
De acuerdo con el Instituto Transfronterizo de la Universidad de San Diego, casi una cuarta parte de todos los muertos este año en acciones relacionadas con la delincuencia organizada, se han dado en Chihuahua, principalmente en Juárez. La violencia no ha alcanzado el pico histórico que se registró la última semana de noviembre de 2008, cuando se registraron 224 muertos, pero las estadísticas reflejan que los números han vuelto a ir en ascendencia. En el periodo de enero a febrero, el número de muertos en esta guerra entre cárteles y contra el gobierno federal, fue de 357, y para el periodo marzo-abril, había subido a 505. Aunque en el periodo mayo-junio se redujo el porcentaje de incremento, no sucedió así con el total de muertos: 629.
En Sinaloa, que como estado es el segundo más violento del país después de Chihuahua, el total de muertos se mantuvo estable durante el primer semestre –entre 360 y 385-, mientras que en Durango, donde hay un repunte importante de violencia, en cada periodo se notó un brinco de 50 muertos adicionales, con lo cual se elevó de 117 a principio de año, a 204 al finalizar el primer semestre. La primera lectura que se puede hacer es que el propósito planteado por García Luna no está funcionando, aunque se desconocen si se desarrollaron variables adicionales que les permitieran saber si iban teniendo avance sobre los cárteles de la droga.
El gobierno calderonista se encuentra inmerso en una nueva fase de la guerra contra el narcotráfico, que tuvo su primera incursión hace dos años en Culiacán. El debate sobre si es terrorismo o no es un tanto prepóstero. Sí hay un fenómeno de terrorismo híbrido, que tiene su conceptualización teórica en lo que Frank Hoffman llama “guerras híbridas“, que son aquellas donde los combates son exclusivamente en zonas urbanas, y los cárteles recurren a una organización convencional (cuando se enfrentan a la par con las Fuerzas Armadas) o irregular (al emplear tácticas de guerra de guerrillas, que hasta ahora sólo se habían visto claramente en La Familia Michoacana). Emplean también tácticas que antes de consideraban excluyentes, como utilizar capacidad de fuego similar a las fuerzas federales –como si fueran un ejército regular-, o recurren a atentados con bombas y granadas, de una forma que se ajusta a la circunstancia, de forma “camaleónica”, como la describe el autor.
La Policía Federal está entrenada por Estados Unidos en tácticas contraterroristas, pero el planteamiento esbozado por los narcotraficantes en Ciudad Juárez plantea un nuevo desafío que, a menos de que García Luna demuestre que sus elementos pueden copar con esta nueva escalada táctica de la guerra contra los cárteles, será inevitable que el Presidente ordene a las Fuerzas Armadas entrar a Ciudad Juárez.
El coche-bomba que mató a tres personas hace una semana en Ciudad Juárez mostró algo que pocas veces se había visto en forma tan clara: una capacidad de reacción rápida y letal de un cártel de la droga tras la detención de uno de sus cabecillas. Si a esto se le añade que los sicarios del Cártel de Juárez que realizaron esta acción lo hicieron al tiempo de estar enfrascados en una sangrienta batalla contra el Cártel de Sinaloa por la plaza, el atentado contra la Policía Federal enseña una capacidad organizacional superior a las experimentadas previamente cuando reacciones de esa naturaleza eran menos articuladas y sin víctimas, y sobretodo que empieza a haber un trabajo cotidiano de inteligencia criminal.
La acción en Juárez es una mala noticia para los mexicanos en muchos sentidos. Particularmente porque en esa ciudad, símbolo de la violencia en México en los pasados dos y años medio, se está jugando la última oportunidad de utilizar la fuerza civil contra la delincuencia organizada. Si la Policía Federal fracasa en la disminución de la violencia y la neutralización de los cárteles –principio de su eliminación-, entrarán las Fuerzas Armadas en una ocupación total de esa ciudad. Es decir, se convertirá en la primera ciudad bajo control militar en México desde las guerras de la primera mitad del Siglo XX, donde los poderes civiles pasarán a estar subordinados a los castrenses.
Ciudad Juárez está viviendo sus horas extras. Ese iba ser el destino de la gran comunidad fronteriza en la primavera de este año, cuando en una reunión del gabinete de seguridad nacional, el secretario de la Marina, Francisco Saynez, hizo el planteamiento de llevar toda la fuerza militar para acabar con los narcotraficantes, tomando el control no sólo de la estrategia castrense, sino también de los diferentes niveles de gobierno, transfiriéndoles el poder administrativo y político de la plaza. Era el sueño de un militar con ambición política, de alcanzar el poder sin necesidad de un golpe de Estado. El contexto en el cual hizo Saynez la propuesta fue la matanza en Villa de Salvárcar en febrero pasado, que generó una airada reacción popular y una respuesta inmediata y masiva del gobierno federal.
En esa reunión, el secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, solicitó al presidente Felipe Calderón que antes de tomar esa medida le permitieran a la Policía Federal retomar el control del operativo contra los cárteles de la droga en Ciudad Juárez para encontrar una salida civil a la espiral de violencia. El Presidente le extendió un voto de confianza a García Luna y un plazo –no precisado- para recuperar la ciudad de la delincuencia organizada y restaurar el estado de tranquilidad que tenía hasta 2007, cuando el número de crímenes por mes no rebasaba los 50, muy por debajo de la media nacional en ese momento.
La decisión incluyó retirar a la Marina de las operaciones quirúrgicas en Ciudad Juárez, y que el Ejército dejara de realizar sus operaciones cotidianas de seguridad pública dentro de la ciudad, jugando un papel de apoyo a la Policía Federal, que pasó a tomar el protagonismo. Los resultados, aunque han llevado a la detención de varios jefes en la estructura de mando del Cártel de Juárez, no han sido positivos en términos de reducción de la violencia, sino que se nota en la estadística una marcada tendencia al alza.
De acuerdo con el Instituto Transfronterizo de la Universidad de San Diego, casi una cuarta parte de todos los muertos este año en acciones relacionadas con la delincuencia organizada, se han dado en Chihuahua, principalmente en Juárez. La violencia no ha alcanzado el pico histórico que se registró la última semana de noviembre de 2008, cuando se registraron 224 muertos, pero las estadísticas reflejan que los números han vuelto a ir en ascendencia. En el periodo de enero a febrero, el número de muertos en esta guerra entre cárteles y contra el gobierno federal, fue de 357, y para el periodo marzo-abril, había subido a 505. Aunque en el periodo mayo-junio se redujo el porcentaje de incremento, no sucedió así con el total de muertos: 629.
En Sinaloa, que como estado es el segundo más violento del país después de Chihuahua, el total de muertos se mantuvo estable durante el primer semestre –entre 360 y 385-, mientras que en Durango, donde hay un repunte importante de violencia, en cada periodo se notó un brinco de 50 muertos adicionales, con lo cual se elevó de 117 a principio de año, a 204 al finalizar el primer semestre. La primera lectura que se puede hacer es que el propósito planteado por García Luna no está funcionando, aunque se desconocen si se desarrollaron variables adicionales que les permitieran saber si iban teniendo avance sobre los cárteles de la droga.
El gobierno calderonista se encuentra inmerso en una nueva fase de la guerra contra el narcotráfico, que tuvo su primera incursión hace dos años en Culiacán. El debate sobre si es terrorismo o no es un tanto prepóstero. Sí hay un fenómeno de terrorismo híbrido, que tiene su conceptualización teórica en lo que Frank Hoffman llama “guerras híbridas“, que son aquellas donde los combates son exclusivamente en zonas urbanas, y los cárteles recurren a una organización convencional (cuando se enfrentan a la par con las Fuerzas Armadas) o irregular (al emplear tácticas de guerra de guerrillas, que hasta ahora sólo se habían visto claramente en La Familia Michoacana). Emplean también tácticas que antes de consideraban excluyentes, como utilizar capacidad de fuego similar a las fuerzas federales –como si fueran un ejército regular-, o recurren a atentados con bombas y granadas, de una forma que se ajusta a la circunstancia, de forma “camaleónica”, como la describe el autor.
La Policía Federal está entrenada por Estados Unidos en tácticas contraterroristas, pero el planteamiento esbozado por los narcotraficantes en Ciudad Juárez plantea un nuevo desafío que, a menos de que García Luna demuestre que sus elementos pueden copar con esta nueva escalada táctica de la guerra contra los cárteles, será inevitable que el Presidente ordene a las Fuerzas Armadas entrar a Ciudad Juárez.
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