Álvaro Cepeda Neri
Las facciones calderonista y la anticalderonista, que tienen en común su fundamentalismo a través de la secta El Yunque (para más pistas las investigaciones del periodista Álvaro Delgado, en sus libros: El Yunque: la ultraderecha en el poder; El ejército de Dios: nuevas revelaciones sobre la extrema derecha en México, los dos de Plaza & Janés; y, El engaño: prédica y práctica del PAN, Grijalbo), tienen sus choques, por ser ambos virulentos y bravucones (como el borrachín que dentro y fuera de la cantina se pone provocador), en busca de un protagonismo que nunca lograrán exponiendo, al menos, una mínima cultura política.
Nava, el calderonista y, Espino el anticalderonista, representan al mismo panismo que se ha distanciado de sus raíces y a los que nada les sirvió el medio siglo en la oposición, pues finalmente, el partido en manos de Espino y Nava (de Fox a Calderón), dejó ir la oportunidad para promover, no ya la transición a más democracia, sino que ni siquiera pudieron llevar adelante la alternancia. Los dos grupos, encabezados por Fox-Mart(h)a-Espino y Calderón-Margarita-Nava, se dedicaron a demostrar que no estaban remotamente preparados ni para militantes de un partido político. Y tras sus pírricas y dudosas victorias electorales, se han exhibido como incompetentes y por tanto ineficaces, corruptos y hasta tontos, en la administración pública y solamente cobradores de sus quincenas en la jefatura del Estado.
Ya lo había advertido el clásico (del que Nava y más Espino, un par de analfabetas de la teoría política, desconocen su nombre), que es “todavía más peligroso es el hecho de que los grupos hacia los cuales se desplaza el poder económico (del gobierno), y con ello la perspectiva del poder político, no estén políticamente maduros para la conducción del Estado”. Los panistas de nuevo cuño han fracasado. Se dedican, como extras de relleno en el escenario político, a vociferar “... ladran Sancho...”, y, con veladas amenazas, quieren demostrar que son muy machos “y le rajan la cara a cualquiera”. Nava contra sus adversarios, Espino, el ahora “periodista”, insultando en privado (porque no se atreve a hacerlo en los espacios donde publica sus panfletos).
Las dos caras del panismo, a favor y en contra del calderonismo ya demostraron que solamente son audaces mediocridades. Uno gritando y el otro dizque escribiendo. Son un par buscando que los reconozcan como francotiradores. Espino contra los de adentro (y uno que otro escupitajo sobre su cabeza, que le regresa a la cara) y Nava contra los de afuera. Son la misma moneda de cobre, al servicio de sus causas perdidas. Se traen un motín a bordo de la canoa panista que se hunde en el charco que confundieron con una laguna. Ya desgraciaron al PAN con los malos gobiernos de Fox y Calderón quienes, como Nava y Espino (quien se anuncia en espectaculares como mercancía del libre mercado), se han dedicado a su protagonismo carente de toda formación y para vivir –pasándose de vivos– de los cargos, en lugar de vivir para la política.
Las facciones calderonista y la anticalderonista, que tienen en común su fundamentalismo a través de la secta El Yunque (para más pistas las investigaciones del periodista Álvaro Delgado, en sus libros: El Yunque: la ultraderecha en el poder; El ejército de Dios: nuevas revelaciones sobre la extrema derecha en México, los dos de Plaza & Janés; y, El engaño: prédica y práctica del PAN, Grijalbo), tienen sus choques, por ser ambos virulentos y bravucones (como el borrachín que dentro y fuera de la cantina se pone provocador), en busca de un protagonismo que nunca lograrán exponiendo, al menos, una mínima cultura política.
Nava, el calderonista y, Espino el anticalderonista, representan al mismo panismo que se ha distanciado de sus raíces y a los que nada les sirvió el medio siglo en la oposición, pues finalmente, el partido en manos de Espino y Nava (de Fox a Calderón), dejó ir la oportunidad para promover, no ya la transición a más democracia, sino que ni siquiera pudieron llevar adelante la alternancia. Los dos grupos, encabezados por Fox-Mart(h)a-Espino y Calderón-Margarita-Nava, se dedicaron a demostrar que no estaban remotamente preparados ni para militantes de un partido político. Y tras sus pírricas y dudosas victorias electorales, se han exhibido como incompetentes y por tanto ineficaces, corruptos y hasta tontos, en la administración pública y solamente cobradores de sus quincenas en la jefatura del Estado.
Ya lo había advertido el clásico (del que Nava y más Espino, un par de analfabetas de la teoría política, desconocen su nombre), que es “todavía más peligroso es el hecho de que los grupos hacia los cuales se desplaza el poder económico (del gobierno), y con ello la perspectiva del poder político, no estén políticamente maduros para la conducción del Estado”. Los panistas de nuevo cuño han fracasado. Se dedican, como extras de relleno en el escenario político, a vociferar “... ladran Sancho...”, y, con veladas amenazas, quieren demostrar que son muy machos “y le rajan la cara a cualquiera”. Nava contra sus adversarios, Espino, el ahora “periodista”, insultando en privado (porque no se atreve a hacerlo en los espacios donde publica sus panfletos).
Las dos caras del panismo, a favor y en contra del calderonismo ya demostraron que solamente son audaces mediocridades. Uno gritando y el otro dizque escribiendo. Son un par buscando que los reconozcan como francotiradores. Espino contra los de adentro (y uno que otro escupitajo sobre su cabeza, que le regresa a la cara) y Nava contra los de afuera. Son la misma moneda de cobre, al servicio de sus causas perdidas. Se traen un motín a bordo de la canoa panista que se hunde en el charco que confundieron con una laguna. Ya desgraciaron al PAN con los malos gobiernos de Fox y Calderón quienes, como Nava y Espino (quien se anuncia en espectaculares como mercancía del libre mercado), se han dedicado a su protagonismo carente de toda formación y para vivir –pasándose de vivos– de los cargos, en lugar de vivir para la política.
Comentarios