Ganar, ganar a toda costa

Rubén Cortés

Sin género de dudas, los sucesivos “mensajes a la nación” que dio durante las horas previas a las pasadas elecciones el Presidente de la República, para anunciar logros de su gobierno, incidieron en la votación que hizo ganar a la alianza PAN-PRD en Oaxaca, Puebla y Sinaloa.

Convertido, tras cuatro años en Los Pinos, en un político puramente pragmático, más que doctrinario con una ideología inamovible, Calderón recalentó el motor de su reconocida destreza política con tal de impulsar a toda costa el triunfo aliancista.

La última cadena nacional antes de la elección informó que en el primer semestre de 2010 fueron creados 513 mil nuevos empleos, con lo que el gobierno superó su meta para este año.

Según el anuncio (antes hubo otros sobre el fin de una parte del pago a la tenencia y sobre algunas facilidades fiscales), la administración federal está a 80 mil nuevos de empleos de alcanzar el máximo histórico registrado por el Instituto Mexicano del Seguro Social.

Pero una semana más tarde la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico vino a poner los números en su sitio: “El desempleo en México llegó a su nivel más grave, al registrar un aumento de 50 por ciento desde fines del 2007 a mayo del 2010”.

El número de personas sin trabajo se encuentra por encima del promedio internacional (que es de 48 por ciento) porque existen aquí limitadas oportunidades de desarrollo y pocas ventajas de emplearse en el mercado formal.

Incluso, los mexicanos que pasaron del sector formal al informal son más que en 1994-95, luego del “error de diciembre”, que fue provocado por la decisión del entonces Presidente, Ernesto Zedillo, de anunciar a los inversionistas una devaluación y establecer la libre flotación del peso.

Como sea, en informar por informar estaba el riesgo de la ardorosa campaña del Presidente para que su partido ganara las elecciones del domingo: ya no precisamente en el orden ético, sino en la disminución que supone para el alto dar mensajes incompletos.

Porque los 513 mil nuevos empleos creados no son algo para desdeñar, por supuesto. Sin embargo, la verdad es que constituyen una gota en el océano que representa para el país encontrarse en su nivel más grave de desempleo en tres lustros.

La pasión de un proceso electoral no justifica el manejo controlado de datos sensibles como los del empleo, menos en medio de una crisis que, por mucho que haya “venido de afuera”, lo que cuenta es que se ensañó en los grupos más vulnerables: mujeres, jóvenes y adultos mayores.

Ni siquiera ganar lo acredita. Porque eso, en tiempos políticos, termina siendo pan para hoy y hambre para mañana.

O es, como se dice ahora: cortoplacismo.

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