El PRI, la sucesión presidencial y Beltrones

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Corre la leyenda urbana de que el PRI permanece en el poder, tanto por los escaños, curules y gubernaturas ocupadas por sus militantes, como por los ex priistas que encontraron acomodo en otros institutos políticos y hoy ocupan cargos de alta responsabilidad; notoriamente Santiago Creel y Javier Lozano Alarcón.

Algunos de los difusores y promotores de esa leyenda incluyen a los líderes sindicales cuyos gremios se desprendieron del PRI, a los empresarios, comerciantes y propietarios de los poderes fácticos cuya formación fue adquirida en los planteles del Estado, y tutelada por la ideología de la Revolución, hoy muda o quizá inexistente.

Pienso que ocurrió lo contrario, que los auténticos, verdaderos militantes del PRI fueron desplazados de la dirigencia de su partido, de los cargos de elección popular y de administración pública. Como el Revolucionario Institucional fue incluyente, de manera paulatina ingresaron a ese instituto político los cripto panistas y los filo izquierdistas que lo implosionaron con desprendimientos políticamente correctos y oportunos, pues de otra manera no se entiende la traición a sus documentos básicos ni a la ideología de la Revolución a partir de 1982. Quizá es verdad que José López Portillo fue el último presidente de esa Revolución. Es esta la hipótesis de trabajo.

A lo anterior habría que añadir que el cuento es creíble, pues el PRI no hubiese implosionado si los recién llegados no hubiesen cerrado el paso a sus militantes. Si es cierto, la Corriente Democrática no es un accidente, sino el resultado de una estrategia elaborada desde el seno del cripto panismo para debilitar al Revolucionario Institucional y desplazar la ideología gobernante y las políticas públicas hacia la derecha. Lo mismo puede decirse del resultado electoral de 1988 (recomiendo la lectura del libro de Martha Anaya: 1988, año que calló el sistema), pues desde entonces el silencio de la auténtica, la verdadera militancia priista es más que elocuente y descriptivo de lo que habría de suceder el año 2000.

Debe quedar claro entonces que la conceptualización ideológica y programática del PRI empezó a dejar de gobernar desde 1982; si sus militantes desean que ese modelo político, ese concepto de desarrollo regresen al poder, habrán de adecuarlo a las condiciones actuales sin perder de vista lo único irremplazable en la lucha por la silla presidencial: la identidad nacional.

La manera en que los poderes fácticos, las grandes corporaciones, las corredurías bursátiles y quienes tutelan el poder en Estados Unidos y la Comunidad Europea reconceptualizaron el desarrollo a través del libre comercio y la globalización, hacen imposible que un país como México se sustraiga de ese proyecto totalizador sin causar graves perjuicios a la nación.

La patria está dentro, y quien vaya a gobernar a este aterido país a partir del 2012 debe estar consciente de las prioridades y la manera en que le estará permitido ejercer el poder, pues de él se espera la consolidación de la transición a través de una serie de reformas irrevocables, irremplazables y ya urgentes, porque las consecuencias de no hacerlo se cuantificarán en millones de pobres, a lo que la SCJN colabora con renovado entusiasmo.

Es en este contexto que habrá de elegirse al candidato priista a la Presidencia de la República. La selección interna es su auténtica, verdadera prueba de fuego, porque si no lo hacen bien causarán desprendimientos, como el del SNTE debido a la terquedad de Roberto Madrazo.

Lo que trae a colación la postura de Enrique Peña Nieto, quien no desempeña otro papel que el de Madrazo. Si los militantes priistas, si lo que queda de ese partido -pienso que mi hipótesis de trabajo puede ser correcta- se empeña en causar división mayor por imponer al gobernador del estado de México como candidato, la descomposición y disminución de ese instituto político se acelerará.

Si por el contrario, eligen como su abanderado a Manlio Fabio Beltrones, que ha sabido trabajar en silencio y ha impedido que el becerro se le pandee, además rodearse de astutos operadores políticos como Emilio Gamboa Patrón, tienen oportunidad de recuperar la banda presidencial.

Lo pienso así porque creo, estoy seguro de que Manlio Fabio Beltrones se suma a lo que en esa materia opina mi consejero político: “El poder no existe, sino solamente la carrera hacia el poder, y es una carrera sin término, sin límite y sin medida, como no hay tampoco límite ni medida a los esfuerzos que exige; los que se entregan a ella, obligados a hacer cada vez más que sus rivales, que a su vez se esfuerzan en hacer más que ellos, deben sacrificar no solo su existencia sino también la de sus seres queridos”.

Lo cierto es que desde diciembre de 1994 quienes se terciaron la banda presidencial al pecho sólo recibieron la autorización de administrar el poder, nunca de ejercerlo. Ya es hora de que los mexicanos vuelvan a gobernarse por ellos mismos.

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