Diego, el secuestro del PAN

Jenaro Villamil

Para bien o para mal, la desaparición de Diego Fernández de Cevallos constituye el golpe más incómodo y certero para el gobierno del PAN y, en especial, para el sexenio de Felipe Calderón.

Las razones son sencillas y dan en el corazón de la vulnerabilidad de los diez años de un periodo que no ha logrado construir sus propios héroes cívicos, sino sólo tragedias derivadas del desencanto ante la alternancia.

1.- Conforme transcurran los días y los meses –el 15 de julio Fernández de Cevallos cumplió dos meses de presunto cautiverio--, las versiones en torno a su secuestro tenderán a mostrar una cortina de rumores, especulaciones, fotografías o fotomontajes que alentarán una espiral de vulnerabilidad, ya que el gobierno de Calderón ha decidido renunciar a su función primordial de informar públicamente.

La carta manuscrita que circuló ayer en los medios cibernéticos, constituye una pieza de la vulnerabilidad y de la comunicación del miedo: habla de un político desfalleciente en su estado de salud y anímico, a expensas de sus secuestradores y de su hijo mayor que, al parecer, regatea la liberación del abogado con fama de multimillonario.

En esencia, parece el regaño del padre a un hijo que no parece entender la gravedad de su situación:

“El sólo paso de los días no moverá a estos señores, pero sí los moverá favorablemente si ven con claridad tu esfuerzo. La urgencia está de nuestro lado (subrayado en la palabra “urgencia”). Ellos tienen todo el tiempo del mundo. Lo mismo les da mañana que dentro de cien días. Para tu padre lo que no sea de inmediato, no tiene sentido”.

También la carta ventila la propia fortuna del acaudalado exsenador y excandidato presidencial:

“No se trata de desmentir el monto que se atribuye a mi patrimonio. Eso es irrelevante. Lo urgente es que hagas una contrapropuesta lo más alta que puedas y estoy seguro que ellos negociarán”, dice la misiva.

Sólo se sabe, a través de versiones extraoficiales, que los captores pidieron originalmente la suma de 50 millones de dólares por la liberación del Jefe Diego y que la familia regateaba para disminuir a 30 millones de dólares el monto del rescate. La carta, presuntamente escrita el 10 de junio, confirmaría este intento de los responsables de la negociación, por reducir el dinero ante los secuestradores.

La respuesta de los presuntos captores --aún no identificados oficialmente ni como sicarios, ni como guerrilleros ni como paramilitares-- se dio el mismo lunes 26 de julio. “No hemos reducido el monto del rescate, no ha existido comunicación telefónica alguna entre el archiduque de Escobedo y su familia y no se han detenido las pesquisas policiacas para dar con su paradero”, afirman en un mensaje difundido también a través de internet.

Lo único claro es que los autores de la desaparición o secuestro de Fernández de Cevallos tienen la sartén por el mango. Las autoridades parecen convidados de piedra frente a esta serie de mensajes.

2.- El Jefe Diego es un símbolo incómodo para los panistas. Adorado y consultado en privado, como si fuera un gran padrino de la mafia, Fernández de Cevallos es menospreciado en público por aquellos panistas que no quieren verse envueltos en su mala fama pública. Como Carlos Salinas para los priistas, Fernández de Cevallos es temido, admirado por sus inescrupulosos negocios políticos y su extensa red de influencia, pero nadie quiere envolverse en la bandera de su defensa ni en el heredero de su legado.

Son personajes con déficit de credibilidad, pero superávit de capacidad de influencia. Una desaparición como la de Fernández de Cevallos traslada estas características a las autoridades gubernamentales, que supuestamente se dedican a garantizar la seguridad de los ciudadanos y, en especial, de estos personajes del régimen. Los autores del plagio, si no calcularon los efectos políticos del hecho, sí han logrado asestarle un duro golpe a lo que se llama el “sistema PAN-gobierno”.

3.- No habrá salida fácil para la desaparición del excandidato presidencial panista. Si el silencio de la PGR se prolonga, también se incrementará el espacio para una guerra de “filtraciones” y rumores. Si el gobierno de Calderón pretende pasarle la factura a la familia por el fracaso de las negociaciones, está muy equivocado porque si alguien apoyó al actual procurador Arturo Chávez Chávez fue el propio Fernández de Cevallos y su fracaso constituye una muy mala señal para la élite política y económica pendiente del desenlace de este suceso.

Si se confirman los rumores iniciales sobre la muerte de Fernández de Cevallos la crisis derivada de este hecho se vuelve más grave. Su muerte sería el final anticipado del gobierno calderonista y de todo la estrategia montada para justificar la militarización y la política de mano dura de su administración. La frase de Alejandro Martí volverá a resonar: “Señores, si no pueden, renuncien”.

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