Claudio X. González Guajardo / Reforma
A no dudarlo el Presidente Calderón es un hombre valiente. A no dudarlo Felipe Calderón es también un hombre lleno de obsesiones y prejuicios.
La mayor obsesión de Felipe Calderón, desde joven, era y es el alejar al PRI del poder. En su etapa formativa, de lucha desde la oposición, su obsesión le sirvió al País. Su tenacidad y su capacidad política se alineaban con los intereses de México: romper con una dicta-blanda que, con el paso del tiempo, lastimó profundamente a México y que gestó vicios y corruptelas al por mayor -los 70 años del PRI en el poder. Entonces, su discurso fogoso y su pasión estaban en consonancia con la necesidad nacional -sacar al PRI de Los Pinos e iniciar un camino de mayor apertura, pluralidad, transparencia y democracia. Fueron ésas las mejores horas de Felipe Calderón; joven, arrojado, idealista, perseverante.
Con el arribo del PAN al poder, se empieza a desdibujar la figura del joven político. Durante la administración (si así se le puede nombrar) del Presidente Fox, Calderón languidece de puesto en puesto administrativo. No son puestos menores, pero los frutos son magros. No vuelve a ser el Felipe Calderón con desfogue hasta que renuncia al gabinete de Fox y retoma los bríos del político de oposición, al interior de su partido, pues el delfín de Fox y de "Martita", a no dudarlo, era Creel. De nuevo en la trinchera del PAN Felipe renace y, contra todos los pronósticos, le arrebata la candidatura a Creel y luego la Presidencia a López Obrador. Es en el PAN y en la oposición donde Felipe Calderón funciona mejor.
Inicia su Presidencia en medio de presiones inmensas y en un periodo relativamente breve, pierde a su hombre de mayor confianza, Juan Camilo Mouriño, y se desacelera la economía mundial de la que México es tan dependiente (a partir de mediados del 2008). Eso limita su accionar. Por otro lado, Felipe, siempre profundamente desconfiado (marca del opositor a ultranza) elige mal a su gabinete. Calderón es un árbol bajo cuya sombra no crece nada. Su decisión de combatir a la delincuencia organizada vinculada al narcotráfico, correcta y valiente, cerca la posibilidad de atender otros temas torales. Su mejor hombre, y el único con autonomía en el gabinete, Fernando Gómez Mont, presenta una iniciativa política de primera importancia. Otro allegado, Lozano, prepara una valiosa propuesta de reforma a nuestras anquilosadas leyes y prácticas laborales-sindicales. Pero ambas iniciativas son "boicoteadas" por un Felipe Calderón que ante el panorama de las recientes elecciones en 14 estados y obsesionado por marginar al PRI del poder evacúa la Primera Magistratura para asumir las riendas de su verdadero amor: el PAN. No nos engañemos, César Nava no dirige nada -es el operador de Felipe Calderón.
Para el PRI las señales son claras y contundentes. Cualquier inclinación a colaborar en la agenda de reformas, de por sí siempre menguante, se ve arrestada por la decisión del Presidente de regresar a su condición de opositor al PRI.
Dejar la Presidencia de la República y optar por la presidencia del PAN es muy costoso para México y los mexicanos. Pero es en el PAN donde Felipe Calderón manda y está a sus anchas. Lástima por el país que necesita profundas reformas en los ámbitos educativo, político, de seguridad, laboral, fiscal, energético y en tantos otros. Su obsesión por evitar que el PRI regrese al poder en el año 2012 ha llevado a Calderón incluso a pactar alianzas con el PRD y otras fuerzas políticas que desdibujan la propuesta y programa de gobierno de aquellos estados en donde la alianza resultó triunfante en las recientes elecciones. Pero lo más oprobioso, deja en el limbo las reformas que como Presidente de México debería encabezar.
Ha terminado la etapa de Felipe Calderón como Presidente de México y comenzado la segunda etapa de Felipe Calderón como presidente del PAN. Lástima. De ahora en adelante, con la connivencia de Felipe Calderón habrá que esperar al año 2012 para ver avances en lo que a los mexicanos nos interesa: reformas que nos den mayor preparación, competitividad, equidad, justicia, movilidad social, desarrollo y seguridad.
Quizá Felipe Calderón, presidente del PAN, se salga con la suya y evite que el PRI regrese al poder en el año 2012. Ese desenlace, incierto, podría parecerle positivo a muchos. ¿Pero qué va a ser de la administración pública durante los próximos 2 años? A México le urge moverse para adelante pues la inercia y mediocridad en la que estamos nadando de poco o nada nos sirve. ¿O me equivoco?
El autor escribe a título personal.
A no dudarlo el Presidente Calderón es un hombre valiente. A no dudarlo Felipe Calderón es también un hombre lleno de obsesiones y prejuicios.
La mayor obsesión de Felipe Calderón, desde joven, era y es el alejar al PRI del poder. En su etapa formativa, de lucha desde la oposición, su obsesión le sirvió al País. Su tenacidad y su capacidad política se alineaban con los intereses de México: romper con una dicta-blanda que, con el paso del tiempo, lastimó profundamente a México y que gestó vicios y corruptelas al por mayor -los 70 años del PRI en el poder. Entonces, su discurso fogoso y su pasión estaban en consonancia con la necesidad nacional -sacar al PRI de Los Pinos e iniciar un camino de mayor apertura, pluralidad, transparencia y democracia. Fueron ésas las mejores horas de Felipe Calderón; joven, arrojado, idealista, perseverante.
Con el arribo del PAN al poder, se empieza a desdibujar la figura del joven político. Durante la administración (si así se le puede nombrar) del Presidente Fox, Calderón languidece de puesto en puesto administrativo. No son puestos menores, pero los frutos son magros. No vuelve a ser el Felipe Calderón con desfogue hasta que renuncia al gabinete de Fox y retoma los bríos del político de oposición, al interior de su partido, pues el delfín de Fox y de "Martita", a no dudarlo, era Creel. De nuevo en la trinchera del PAN Felipe renace y, contra todos los pronósticos, le arrebata la candidatura a Creel y luego la Presidencia a López Obrador. Es en el PAN y en la oposición donde Felipe Calderón funciona mejor.
Inicia su Presidencia en medio de presiones inmensas y en un periodo relativamente breve, pierde a su hombre de mayor confianza, Juan Camilo Mouriño, y se desacelera la economía mundial de la que México es tan dependiente (a partir de mediados del 2008). Eso limita su accionar. Por otro lado, Felipe, siempre profundamente desconfiado (marca del opositor a ultranza) elige mal a su gabinete. Calderón es un árbol bajo cuya sombra no crece nada. Su decisión de combatir a la delincuencia organizada vinculada al narcotráfico, correcta y valiente, cerca la posibilidad de atender otros temas torales. Su mejor hombre, y el único con autonomía en el gabinete, Fernando Gómez Mont, presenta una iniciativa política de primera importancia. Otro allegado, Lozano, prepara una valiosa propuesta de reforma a nuestras anquilosadas leyes y prácticas laborales-sindicales. Pero ambas iniciativas son "boicoteadas" por un Felipe Calderón que ante el panorama de las recientes elecciones en 14 estados y obsesionado por marginar al PRI del poder evacúa la Primera Magistratura para asumir las riendas de su verdadero amor: el PAN. No nos engañemos, César Nava no dirige nada -es el operador de Felipe Calderón.
Para el PRI las señales son claras y contundentes. Cualquier inclinación a colaborar en la agenda de reformas, de por sí siempre menguante, se ve arrestada por la decisión del Presidente de regresar a su condición de opositor al PRI.
Dejar la Presidencia de la República y optar por la presidencia del PAN es muy costoso para México y los mexicanos. Pero es en el PAN donde Felipe Calderón manda y está a sus anchas. Lástima por el país que necesita profundas reformas en los ámbitos educativo, político, de seguridad, laboral, fiscal, energético y en tantos otros. Su obsesión por evitar que el PRI regrese al poder en el año 2012 ha llevado a Calderón incluso a pactar alianzas con el PRD y otras fuerzas políticas que desdibujan la propuesta y programa de gobierno de aquellos estados en donde la alianza resultó triunfante en las recientes elecciones. Pero lo más oprobioso, deja en el limbo las reformas que como Presidente de México debería encabezar.
Ha terminado la etapa de Felipe Calderón como Presidente de México y comenzado la segunda etapa de Felipe Calderón como presidente del PAN. Lástima. De ahora en adelante, con la connivencia de Felipe Calderón habrá que esperar al año 2012 para ver avances en lo que a los mexicanos nos interesa: reformas que nos den mayor preparación, competitividad, equidad, justicia, movilidad social, desarrollo y seguridad.
Quizá Felipe Calderón, presidente del PAN, se salga con la suya y evite que el PRI regrese al poder en el año 2012. Ese desenlace, incierto, podría parecerle positivo a muchos. ¿Pero qué va a ser de la administración pública durante los próximos 2 años? A México le urge moverse para adelante pues la inercia y mediocridad en la que estamos nadando de poco o nada nos sirve. ¿O me equivoco?
El autor escribe a título personal.
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