Opinión Invitada: Maestra Rosaura Barahona
Como respuesta al artículo sobre lo blanco y lo negro de "Alex", recibí muchos comentarios tratando de explicar este desastre que ha afectado a familias de todas las clases sociales.
Las perspectivas son muy diversas. Déjeme darle algunos ejemplos para que vea usted unas cuantas aristas del problema.
Están las opiniones de los expertos en cuestiones hidráulicas; hablan de ríos, corrientes, presas y la red de tuberías que surte a ciudades y pueblos y que, gracias a la corrupción, se manejan al aventón y reciben (si reciben) menos mantenimiento del necesario. Los recursos siempre se canalizan para atender lo urgente; lo importante se pospone y no es difícil deducir en qué acaba todo. (¿En dónde hemos oído eso antes?).
También hay explicaciones técnicas respecto al uso irracional del lecho del Santa Catarina como pista de negocios para enriquecer no sólo a los dueños de cada uno de ellos, sino a los respectivos presidentes municipales y autoridades involucradas en otorgar los permisos transados.
Y está la cara social de ese mismo problema: Sergio Elías Gutiérrez explicaba en uno de sus artículos en estas páginas, cómo en los días del Gobernador Pedro Zorrilla se acordó destinar ese espacio a canchas de tierra en donde los jóvenes sin recursos económicos pudieran jugar y distraerse.
La idea fue excepcional porque aquí pocas veces pensamos en ellos. Para los chavos que no pueden jugar ni estudiar, la venta de droga o ser sicario puede resultar seductor. Si los tratamos de entender (no de justificar), deberemos aceptar que, como sociedad, les hemos cerrado otras opciones. Y si no tienen nada que perder, ¿por qué no jugarse la nada por el todo?
Otra explicación, por supuesto, tiene que ver con la corrupción y el cinismo de los fraccionadores y constructores. Conozco a personas que han sido removidas de sus puestos por no autorizar determinados fraccionamientos o asentamientos. Primero se les trató de comprar, pero cuando no cedieron los hicieron a un lado porque estorbaban. Y las autorizaciones retenidas hasta entonces fueron aprobadas en unos cuantos días.
Detrás de esas compañías constructoras y fraccionadoras hay apellidos muy sonoros en esta Ciudad. Y su sonoridad les permite llamar por sus teléfonos rojos para pedir al funcionario en turno (con quien, por supuesto, se pican el ombligo en clubes exclusivos) que ignore: a) la razón, b) a los vecinos opositores al nuevo proyecto millonario, c) los estudios técnicos que muestran por qué no se debe construir ahí, d) el plan de desarrollo urbano y e) la ley. El funcionario es recompensado cuando cierra los ojos, firma y extiende la mano.
Lo doloroso es que todo se repetirá. Aunque Rodrigo Medina diga que se construirá, ahora sí, con mayor profesionalismo, volverán a hacer Constitución, Morones y todas las demás calles y avenidas con plastilina, piedritas, chapopote y goma.
Se dice que no hay manera de reconstruirlas bien porque el agua siempre se las comerá. ¿Entonces por qué insistimos en invadir el lecho del río? Por otro lado, los malecones están hechos de tal forma que resisten el embate de aguas furiosas o calmadas por mucho tiempo.
Lo más patético de todo es el cinismo de quienes estuvieron involucrados en esta corrupción que le tendió la alfombra roja al desastre. Ahí entran muchos empresarios, los funcionarios que cerraron los ojos o autorizaron indebidamente o no denunciaron. Es fácil saber quién autorizó a construir en lugares prohibidos, quién elaboró los falseados estudios técnicos y cuál es la cadena de corruptos. Pero a nadie se le fincarán responsabilidades y los ladrones de cuello blanco seguirán tranquilos y felices.
Y falta hablar de la luz y de agua. Las brigadas se portaron bien, pero los trabajadores regañados por los vecinos no son los culpables. Ya sabe usted dónde se inicia y dónde acaba todo.
Para cerrar, también están las explicaciones de quienes ven esto desde el lado espiritual. El dolor que hemos provocado, por años, a los más débiles no sólo aquí, sino en todo el mundo, nos cobra factura. No es posible salir impunes de ello. Pero ése es tema para otro artículo.
Como respuesta al artículo sobre lo blanco y lo negro de "Alex", recibí muchos comentarios tratando de explicar este desastre que ha afectado a familias de todas las clases sociales.
Las perspectivas son muy diversas. Déjeme darle algunos ejemplos para que vea usted unas cuantas aristas del problema.
Están las opiniones de los expertos en cuestiones hidráulicas; hablan de ríos, corrientes, presas y la red de tuberías que surte a ciudades y pueblos y que, gracias a la corrupción, se manejan al aventón y reciben (si reciben) menos mantenimiento del necesario. Los recursos siempre se canalizan para atender lo urgente; lo importante se pospone y no es difícil deducir en qué acaba todo. (¿En dónde hemos oído eso antes?).
También hay explicaciones técnicas respecto al uso irracional del lecho del Santa Catarina como pista de negocios para enriquecer no sólo a los dueños de cada uno de ellos, sino a los respectivos presidentes municipales y autoridades involucradas en otorgar los permisos transados.
Y está la cara social de ese mismo problema: Sergio Elías Gutiérrez explicaba en uno de sus artículos en estas páginas, cómo en los días del Gobernador Pedro Zorrilla se acordó destinar ese espacio a canchas de tierra en donde los jóvenes sin recursos económicos pudieran jugar y distraerse.
La idea fue excepcional porque aquí pocas veces pensamos en ellos. Para los chavos que no pueden jugar ni estudiar, la venta de droga o ser sicario puede resultar seductor. Si los tratamos de entender (no de justificar), deberemos aceptar que, como sociedad, les hemos cerrado otras opciones. Y si no tienen nada que perder, ¿por qué no jugarse la nada por el todo?
Otra explicación, por supuesto, tiene que ver con la corrupción y el cinismo de los fraccionadores y constructores. Conozco a personas que han sido removidas de sus puestos por no autorizar determinados fraccionamientos o asentamientos. Primero se les trató de comprar, pero cuando no cedieron los hicieron a un lado porque estorbaban. Y las autorizaciones retenidas hasta entonces fueron aprobadas en unos cuantos días.
Detrás de esas compañías constructoras y fraccionadoras hay apellidos muy sonoros en esta Ciudad. Y su sonoridad les permite llamar por sus teléfonos rojos para pedir al funcionario en turno (con quien, por supuesto, se pican el ombligo en clubes exclusivos) que ignore: a) la razón, b) a los vecinos opositores al nuevo proyecto millonario, c) los estudios técnicos que muestran por qué no se debe construir ahí, d) el plan de desarrollo urbano y e) la ley. El funcionario es recompensado cuando cierra los ojos, firma y extiende la mano.
Lo doloroso es que todo se repetirá. Aunque Rodrigo Medina diga que se construirá, ahora sí, con mayor profesionalismo, volverán a hacer Constitución, Morones y todas las demás calles y avenidas con plastilina, piedritas, chapopote y goma.
Se dice que no hay manera de reconstruirlas bien porque el agua siempre se las comerá. ¿Entonces por qué insistimos en invadir el lecho del río? Por otro lado, los malecones están hechos de tal forma que resisten el embate de aguas furiosas o calmadas por mucho tiempo.
Lo más patético de todo es el cinismo de quienes estuvieron involucrados en esta corrupción que le tendió la alfombra roja al desastre. Ahí entran muchos empresarios, los funcionarios que cerraron los ojos o autorizaron indebidamente o no denunciaron. Es fácil saber quién autorizó a construir en lugares prohibidos, quién elaboró los falseados estudios técnicos y cuál es la cadena de corruptos. Pero a nadie se le fincarán responsabilidades y los ladrones de cuello blanco seguirán tranquilos y felices.
Y falta hablar de la luz y de agua. Las brigadas se portaron bien, pero los trabajadores regañados por los vecinos no son los culpables. Ya sabe usted dónde se inicia y dónde acaba todo.
Para cerrar, también están las explicaciones de quienes ven esto desde el lado espiritual. El dolor que hemos provocado, por años, a los más débiles no sólo aquí, sino en todo el mundo, nos cobra factura. No es posible salir impunes de ello. Pero ése es tema para otro artículo.
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