Cien días de derrame: La vida en el Golfo de México nunca será igual

AP

Hace 100 días, Alicia y Thomas Barrios se alegraban de que su restaurante empezara a levantar cabeza. El funcionario local Billy Nungesser alistaba su boda. La activista ambiental Enid Sisskin redactaba un discurso sobre los peligros de la perforación submarina.

De pronto estalló la plataforma Deepwater Horizon frente a las costas de Louisiana y en un instante la vida en las costas del Golfo sufrió un giro brusco.

Los Barrio pasan sus días preocupados por el futuro de su negocio. Nungesser ha aplazado su boda mientras se reúne y discute con funcionarios federales y Sisskin sigue hablando sobre los peligros de la perforación submarina, sólo que ahora lo hace ante un público más atento.

Los 100 días desde la explosión del 20 de abril han sido un trimestre difícil para la gente que trabaja, juega y vive en la región. El Golfo es un refugio para algunos, un empleador para otros y ahora una tragedia.

Poco más de tres meses atrás, todo parecía marchar viento en popa en el Barrios Seafood Restaurant en Golden Meadow durante la Cuaresma, cuando muchos de los católicos en el sur de Luisiana se abstienen de comer carne, ya sea los viernes o todos los días. Los clientes hacían fila para disfrutar de cangrejos, camarones, mariscos y peces frescos.

Alicia y Thomas Barrios suponían que sus años de lucha para hacer rendir su negocio habían llegado a buen puerto.

"Nos decíamos 'Si el negocio anda tan bien ahora, cómo será en el verano'", recordó Alicia. "Era más dinero que el que habíamos ganado en nuestras vidas".

Empezaron a remozar el restaurante y le añadieron un patio, pero de pronto estalló la plataforma submarina y el petróleo empezó a contaminar el Golfo.

"Calculo que un 50% de nuestro negocio era con turistas y dejaron de venir inmediatamente", dijo Alicia. "Los mariscos se hicieron más difíciles de conseguir, el precio subió y la gente se preocupó de comerlo".

Thomas Barrios ayuda estos días a la petrolera BP, responsable de la plataforma destruida, a limpiar la contaminación. Alicia ha tenido que despedir a dos de sus empleadas y el mercado adyacente sólo abre dos días a la semana.

También piensa cambiar el menú si sigue subiendo el precio de los mariscos y si escasean.

"Supongo que tendremos que empezar a servir pasta y hamburguesas", conjeturó.

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Cien días atrás, Billy Nungesser, presidente de Plaquemines Parish, estaba abocado a planes de remodelación y construcción de estaciones de bomberos, escuelas y centros comunitarios dañados durante el huracán Katrina en 2005 y todavía necesitados de refacciones. Además estaba planeando su boda que había postergado después de la pavorosa tormenta.

Ahora tiene que asistir a incontables reuniones con la Guardia Costera. Discute hasta el cansancio con funcionarios federales y trabajadores de BP y presentaciones interminables con la prensa.

Los planes para cuarteles de bomberos, escuelas y centros comunitarios han quedado postergados. Ha visto a su madre apenas dos veces en los últimos meses y eso que ella vive muy cerca. ¿Y la boda? Por ahora también está aplazada, por lo menos hasta que se calme la situación y termine la lucha.

En estos días tiene una guerra que librar. Así es como caracteriza la lucha de su región contra BP, el gobierno federal, el petróleo.

"Mirando atrás, es muy triste que muchas de estas costas y vida silvestre pudieron haberse salvado si el gobierno federal y BP hubiesen escuchado a la gente local", sentenció.

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Hace cien días, la activista Enid Sisskin revisaba datos sobre derrames petroleros del Servicio de Administración de Minerales para preparar un discurso sobre los peligros de la perforación submarina.

De pronto estalló la plataforma y tuvo que reescribir todo. Hasta incluyó un chiste a medias acerca de cómo las discusiones futuras sobre las perforaciones submarinas deberían empezar con "un sustantivo, un verbo y las palabras Deepwater Horizon".

Sin embargo, Sisskin, que enseña en el programa de salud pública en la Universidad de West Florida, no ha tenido muchas ocasiones de reírse en estos cien días. Vive en la comunidad costera de Gulf Breeze y ha sido desde hace tiempo una oponente expresa de las perforaciones en las aguas del Golfo.

"Tengo un nudo constante en la boca del estómago", afirmó. "Temo el futuro. ¿Vamos a regresar? ¿Nuestras aguas estarán suficientemente claras? ¿Vamos a tener aves marinas? ¿Podemos decir realmente a los turistas que vengan, se sumerjan en el agua y coman los peces?

Este verano ha estado muy activa, impartiendo clases y dando charlas a grupos sobre los efectos del petróleo y los dispersantes sobre la salud pública.

Sin embargo, hay algo que evita siempre: el "se los advertí".

"Es algo que nunca quise tener que decir", explicó. "Es una reivindicación, pero qué modo horrible de verme reivindicada".

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