Alianzas de hoy y mañana

Miguel Ángel Granados Chapa

Las alianzas electorales mostraron su eficacia el domingo pasado. A pesar de la evidencia de que ningún partido obtuvo triunfos a solas, persiste la crítica a las coaliciones, proveniente de los más diversos miradores. Las denostaron antes del 4 de julio el Secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont, que anunció su pretensión de acotarlas legalmente y el Gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto, que llegaron a un acuerdo para impedirlas, así como Beatriz Paredes y Manlio Fabio Beltrones. Esta semana los antagónicos Cuauhtémoc Cárdenas y Vicente Fox coincidieron en descalificarlas.

Y Andrés Manuel López Obrador, que no sólo las tacha sino que actúa para deshacerlas, insistió en que desde la izquierda no se debe incurrir en ellas, porque parten de la falsa premisa de que el PRI y el PAN son diferentes.

Y sin embargo, las coaliciones fueron las protagonistas del cuatro de julio. Las típicas fueron las que reunieron al PRI y al Partido Verde, aliados en comicios federales y locales desde 2003, y que extienden su vinculación a acuerdos parlamentarios en que el PVEM se adosa mansamente al tricolor. Del otro lado, sobre la base del pacto entre PAN y PRD, hubo una diversidad de modalidades destinadas a desbancar al PRI de ciertos gobiernos estatales.

En medio de esas dos líneas contendientes fue notable la versatilidad del Partido Nueva Alianza, que se coaligó con tirios y troyanos según conviniera a los intereses de su propietaria Elba Ester Gordillo.

En su primera aparición pública, las elecciones federales de 2006, el PANal resultó aliado de Acción Nacional. El vínculo entre ambos partidos se manifestó entonces de diversas formas, que redundaron todas, por las buenas o por las malas, en acrecentar la votación de Felipe Calderón, que por ello quedó en deuda con la lideresa magisterial, la cual ha ido cubriendo a plazos con intereses. Pero la fidelidad partidaria no está en la naturaleza del PANal, como no lo está en su dueña. A partir de 2007, ese versátil partido ha distribuido sus favores sin parar mientes en congruencia alguna.

Así, en la elección del domingo apareció aliado con el PAN en tres entidades: Puebla, Tlaxcala y Veracruz. Y con el PRI en ocho más: Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas y Zacatecas. Sólo en un caso, el de Oaxaca, se presentó sin compañía, si bien la conveniencia que rige todas sus acciones la hizo a última hora abandonar su soledad.

Con esa doble apuesta es natural que Nueva Alianza haya estado de parte de los vencedores en la mayor parte de los casos. Estuvo con el PRI en la coalición que hizo triunfar al priista Carlos Lozano en Aguascalientes, en Chihuahua con César Duarte; con Roberto Borge en Quintana Roo, con los Torre Cantú, Rodolfo y Egidio sucesivamente, en Tamaulipas, y con Miguel Alonso Reyes en Zacatecas. Aunque todavía está por verse el desenlace en Durango e Hidalgo, su contribución ayudó a hacer menos complicada la posición del PRI. Sólo una derrota tuvo que sufrir en su filia priista, la de Sinaloa.

En su vertiente propanista, Nueva Alianza también padeció una derrota, que el PAN pretende revertir, en Tlaxcala. Pero, a cambio, se hizo acompañar del PAN y del PRD y Convergencia en el victorioso proceso poblano, en una nueva y contundente muestra de su volubilidad pues en 2007 mantuvo alianza en algunos municipios con el PRI. En Veracruz actúa en pareja con el PAN, no sólo en la campaña previa a la jornada del domingo sino en la actual fase de impugnación que protagoniza Miguel Ángel Yunes.

En Oaxaca mantuvo a solas la candidatura de Irma Piñeyro, meramente testimonial hasta que, percibido el aroma de la victoria del lado de Gabino Cue, el PANal se unió a la coalición apenas una semana antes de su inminente triunfo. De modo que pudo alardear de estar allí también en el carro de los vencedores.

Los partidos que, contra toda resistencia se mantuvieron unidos y de ese modo llegaron a buen puerto, o por lo menos sumaron un caudal de votos jamás visto, se disponen a agruparse de nuevo con motivo de las elecciones del año próximo, señaladamente las del Estado de México. Justamente para evitar lo que ahora es posible, en octubre de 2009 Gómez Mont y Peña Nieto suscribieron, el segundo por medio de un vicario, el pacto en que el PAN se comprometía a no pactar coalición alguna en esa entidad. Roto desde hace tiempo ese acuerdo, Acción Nacional está en la posición contraria, la de un entusiasta promotor de la coalición mexiquense.

No habrá dificultad en que el PAN y el PRD y Convergencia y el PT, que allí desacatará a López Obrador, debido a la importancia de sus intereses locales) se unan de nuevo.

El problema llegará en el momento de escoger candidato. Es remota la posibilidad de que Acción Nacional ceda y apoye a Alejandro Encinas, que ya fue candidato perredista en 1993. A los cuadros perredistas les resultará cuesta arriba tener como candidato a un panista como Luis Felipe Bravo Mena y aun a Josefina Vázquez Mota, que sería aceptable por la dirección perredista si Nueva Izquierda se mantuviera a la cabeza del partido, no en otro caso.

Tendría que surgir en el horizonte una precandidatura sin partido, como la de Xóchitl Gálvez en Hidalgo, o la de un ex priista o priista ajeno y aun opuesto a Arturo Montiel y a su sobrino, para concitar los intereses de ambas formaciones que unidas, nadie lo duda, romperían el predominio de Atlacomulco en el estado de México y desbarrancarían a Peña Nieto.

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