1.- El quiebre del aparato de inteligencia del Estado mexicano, del gobierno panista de Felipe Calderón Hinojosa, es irreversible.
Su ominoso desgaste es abre flancos fácilmente penetrables por los cuatro costados del edificio que alguna vez intentaron erigir sólido el presidente del empleo y sus inoperantes e incapaces colaboradores.
2.- Si bien la erosión no es completamente atribuible al mandatario, sí queda claro que su escandalosa incapacidad, su falta de visión y de personalidad como estadista agudizaron a extremos aún no vistos el panorama de la inseguridad pública en el país.
3.- Calderón se lanzó a una lucha antidrogas con miras, objetivos, metas y resultados esperados que jamás iba a alcanzar, por varias razones: no contó nunca con el aparato judicial confiable, transparente (hasta donde se puede tener un aparato judicial creíble y honesto) y saneado para ir contra los carteles de la droga.
No desarrolló, a la par de la lucha represiva, militarista y policiaca, los mecanismos de atención y prevención a las adicciones que le hubieran permitido tener una base social y el apoyo necesario para llevar adelante cambios y reformas, para abrir la clase de frentes de batalla en los que nos e usan balas, granadas o lanzacohetes para asediar el negocio del narco.
Mucho menos tuvo consensos y simpatías populares para ir arropado y lanzarse y lanzar a los mexicanos a un campo de batalla sin un verdadero plan de operaciones.
Por eso la debacle parece más cercana que la victoria.
4.- Sin una estructura extra militar y extra policiaca que soportara el vertiginoso crecimiento del consumo de drogas entre niños, adolescentes y jóvenes; el desempleo (oficial o extraoficial), la incertidumbre y la fractura del tejido social, así como la iniciación de menores de edad en el mundo de las drogas, el pandillerismo y la cultura antisocial, antiautoritaria y extralegal, y la infantil vulnerabilidad de la esfera de las finanzas y la hacienda ante el lavado de dinero, poco, muy poco iba a lograr el Jefe del Ejecutivo para arrancarle un bigote al tigre.
5.- La lucha contra el narco no es, ni por asomo, el zafarrancho cruento entre militares (honestos) y policías federales (honestos) contra narcos y policías (amenazados o abiertamente integrados al crimen organizado) o el saldo rojo de balaceras que se extiende por horas y calles en ciudades importantes del país, en carreteras, en centros comerciales.
No es tampoco el resultado de operativos con capturas o ejecuciones de poderosos capos, ni el aseguramiento de cientos de toneladas de droga, mientras en la serranía mexicana los plantíos de mariguana y amapola crecen y maduran imparables porque la tropa sigue cazando sombras o chocando con sicarios menor armados, más abastecidos de parque pero poco avezados en el tiro al blanco…o al verde.
6.- La verdadera guerra debió darse en las trincheras de los hombres y mujeres de cuello blanco. En los territorios urbanos alfombrados y bien resguardados por firmas, nombres, depósitos, nexos, lazos, intereses y corporaciones respetables cuyas cuentas se abultan, cuyas posesiones se expanden y cuyo poder no tiene límites.
7.- El quiebre de la inteligencia mexicana en todos su niveles se revela como una grotesca burla en la que un gobernador priista, Ismael Hernández Deras, fue absolutamente incapaz de descubrir por sí mismo o mediante una turba de colaboradores, los alcances del crimen organizado.
8.- Dos militares de larga trayectoria y probada experiencia en el terreno de la seguridad nacional han sido secretarios de Seguridad Pública en Durango: los generales Ricardo Andriano Morales y Valentín Romano López, quien aun se desempeña en el cargo sucediendo al primero.
El general Andriano no duró un año al frente de la SSP de Durango. Sin policías confiables, asediado por algún sector de la prensa local, perseguido por los excesos de sus escoltas y distanciado de los duranguenses, el militar no se enteró nunca de las relaciones peligrosas de Margarita Rojas Rodríguez, ahora ex directora del Cereso Número 2 de Gómez Palacio, desde donde escuadrones de la muerte integrados por reclusos al servicio del cartel de Sinaloa tenían todas las facilidades para salir de noche a ejecutar bandas rivales.
9.- ¿Cuál fue la relación entre el general Andriano y los Comandantes de la 6ª (Saltillo, Coahuila) y la 10ª (Durango, Durango) Zonas Militares, los generales Gerardo Serrano Herrera y Javier Jiménez Mendoza, durante los casi nueve meses que estuvo al frente de la SSP de Durango?, ¿Cuál fue el nivel de confianza e intercambio de información entre ambos militares? ¿Qué datos tuvieron los mandos de Zona en torno a lo que ocurría con la Mujer del Año 2010 y un grupo de entre 25 y 32 reclusos del Cereso 2?
10.- El esquema de inteligencia, cooperación, modernización, control y confianza policial y penitenciario es otra de las falacias del gobierno panista de Calderón, de la administración fallida de Genaro García Luna, del general Guillermo Galván y del Almirante Mariano Francisco Saynez.
El aparato de Estado se entera por videos del cartel de los Zetas que una parte vital de la policía de Coahuila y los funcionarios del sistema penal de Durango son manejados a placer por al menos dos cárteles de la droga.
¿Qué ocurrió con los controles de confianza en el gobierno de Hernández Deras? ¿Cómo se las arregló Margarita Rojas para librar ese filtros? ¿Qué papel juegan los colaboradores y asesores del gobernador en materia de Justicia penal y Readaptación Social y con qué cara puede el mandatario priista aclarar o comprometerse a algo cuando está de pie –y casi hasta las rodillas– sobre un muladar construido ante sus propias narices?
CENTINELA.-
El pasado lunes 26, regresaron al Distrito Federal la gran mayoría de los integrantes de los dos Batallones de Fusileros Paracaidistas de la Sedena que estuvieron desde abril en varios municipios de Tamaulipas tratando de acabar con los Zetas y con el cartel del Golfo.
No todos volvieron. Diez de ellos (dos oficiales; uno del Gafe de Fusileros y otro del Segundo Batallón) y otros 8 paracaidistas de tropa cayeron en Miguel Alemán, en Camargo, en Mier, en Gustavo Díaz Ordaz, en combates contra Zetas y gente del Golfo.
No murieron, les decía el General Fuentes a los cientos de familiares que acudieron a la Brigada de Fusileros Paracaidistas en la Puerta 3 del Campo Militar Número Uno.
“Fueron llamados a hacer una guardia de honor, allí es donde están ahora, en una misión especial”, les decía Fuentes a esposas, novias, hijos, padres y madres de los caídos que acudieron a la Brigada a recibirlos.
Lucha desigual, dispareja por donde se le vea.
Militares a fuego graneado e intenso contra el narco en Tamaulipas.
Enemigos invisibles protegidos por un sistema corrupto.
Militares exigidos hasta el último aliento a combatir y acabar a un enemigo cobijado por las fallas, quiebres y agotamiento del sistema mexicano.
Todo por la Patria, se les ordena mientras la inteligencia para respaldarlos es punto menos que una agenda sin pies ni cabeza.
Así es la guerra, ¿o no?
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