2012 y la coalición PAN-PRD

José Antonio Crespo / Horizonte Político

Tras el éxito de la coalición PAN-PRD en tres de los cinco estados donde se formó (y en los otros dos le fue mejor de lo esperado), la estrategia cobra aire y empuje. De haber fracasado el 4 de julio, ahí hubiera quedado el tema, pero al salir avante se ha anunciado su exploración para el Estado de México. El rechazo y la crítica endilgada a la alianza "contra-natura" por parte del PRI, aun antes de las elecciones, reflejaba el temor que le inspiraba esa fórmula, conociendo su potencial electoral que ahora ya ha comprobado. La sistemática descalificación por parte de los priistas, todo el tiempo y en todos los espacios, no sirvió de gran cosa. A quienes estaban hartos del PRI poco les importó la incongruencia del programa, el oportunismo de los aliados, el adefesio ideológico que engendraron y todos los demás calificativos enfilados contra esa alianza.

Y si tras la elección del super-domingo se esfumó la imagen de la inevitabilidad del triunfo priista, de lograrse otra coalición en el Estado de México y salir victoriosa, el golpe al PRI sería, quizá no letal, pero sí formidable. Esto no es automático, pues exige primero encontrar un candidato popular y aceptable a ambos partidos (con la posibilidad de que el PT vaya con su propio candidato). La idea original es que la táctica aliancista llegue hasta ahí, para después ambos partidos competir por su lado por la presidencia (habiendo emparejado significativamente el terreno). Ante lo cual, los priistas parecen haber encontrado un antídoto, no contra las coaliciones en general, pero sí contra la del Estado de México en particular; empatar la elección a gobernador con la elección presidencial, es decir, celebrarla en 2012. Con ello, Enrique Peña Nieto habría evitado una posible derrota antes de contender por la candidatura presidencial en su partido y, nombrando un interino a modo, disponer todavía del enorme presupuesto de esa entidad para pavimentar su propio camino a Los Pinos. Corre la versión de que esa será la contra-estrategia priista frente a la posible coalición PAN-PRD, para lo cual se requiere mayoría absoluta en el Congreso estatal (que el PRI alcanza con su aliado Verde).

De concretarse esa posibilidad (y si lo es legalmente, no veo por qué el PRI no se vaya por ahí), el panorama ya resultaría menos preocupante para el tricolor. En la izquierda hay indicios de que Andrés Manuel López Obrador hará lo que haga falta para aparecer en la boleta, con o sin el PRD (aunque sus allegados apuestan a que no lo hará a toda costa). Falta por ver si recupera el voto independiente (sin el cual no se puede ganar) que lo abandonó desde 2006. Y de no hacerlo, si insiste en ser candidato, poniendo así al PRD al filo de la ruptura. Si partimos de que, por un lado, probablemente no le alcancen a López Obrador sus partidarios para ganar (tiene los mayores negativos), y, por otro lado, que el PAN tiene cuesta arriba repetir la presidencia (pues además del fiasco de dos gobiernos, enfrenta escasez de candidatos con potenciales de triunfo), el PRI volverá a presentar elevadas probabilidades de retornar al poder.

En tales condiciones, pensar en una coalición PAN-PRD para la presidencia no suena ya tan descabellado, si esos partidos se ven muy abajo del PRI en las encuestas (y si éstas logran recuperar su credibilidad a tiempo, claro). Un candidato de coalición – nada fácil de encontrar– podría hacer frente al PRI, aún cuando López Obrador insistiera en ser candidato por alguno de sus registros (el PT y/o PC). Es decir, si el PRI burla la amenaza de la coalición en el Estado de México, trasladando la elección de gobernador a 2012, entonces el nuevo potencial del tricolor podría empujar a los aliancistas a explorar la fórmula, ya no para la desplazada elección mexiquense obviamente, sino para la presidencia misma. Escenario que se ve lejano y difícil, pero que podría cobrar visos de concreción si en efecto el PRI desplaza la elección mexiquense al 2012, si López Obrador se impone como candidato por las buenas, las malas o como sea, y si los aspirantes del PAN lo logran remontar sus bajos números. Nada de lo cual es imposible. Más bien, ese panorama aparece como bastante probable. Y si en tales condiciones, el PAN y el PRD desean detener al PRI, podrían volver a sentarse en la mesa de negociación, considerando además la prioridad de Felipe Calderón de impedir el retorno del tricolor. Nada ganaría ninguno de los dos partidos con tenderle el tapete rojo al PRI en el 2012.

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