Yunes: el de siempre, reforzado

Miguel Ángel Granados Chapa

Miguel Ángel Yunes Linares, hoy panista, ha ejercido de modo autoritario varios cargos, con la técnica de pan y palo. Pretende hacer lo mismo pero será peor, porque cuenta con el apoyo presidencial

Al comenzar la campaña electoral en Veracruz, el candidato del PAN y del Panal a la gubernatura, Miguel Ángel Yunes Linares, se reunió con la señora Bertha Malpica, directora general de El Dictamen. Según ella misma ha denunciado públicamente, el ex priista "en una actitud supuestamente de gran amistad", expresó "su voluntad de ayudar a la empresa con algún problema que tuviera con Hacienda federal".

El Dictamen no tenía en ese momento problema alguno con el fisco. Lo tuvo poco después, luego de que Yunes pretendió influir en la política editorial del diario decano de la prensa nacional, en beneficio propio como candidato en contienda. Se trata de presiones que la propia señora Malpica califica de "terrorismo fiscal", y que se han concretado en la congelación de dos cuentas bancarias personales, suyas, no de la empresa que está sujeta a revisiones de ese mismo carácter.

La editora del periódico porteño no menciona por su nombre a Yunes, pero lo identifica sin lugar a dudas como "uno de los actores políticos, ahora dentro del PAN". Y lo señala como propiciador de la actitud del Servicio de Administración Tributaria (SAT), en vista de que el periódico rehusó atender "las peticiones absurdas y fuera de lugar de él", de "su candidato" como también define a Yunes en un mensaje público al presidente Calderón. Se infiere que el diario se negó a golpear a Javier Duarte de Ochoa, el candidato priista, para deteriorar su imagen en la actual disputa electoral.

Los periodistas veracruzanos conocen bien a Yunes. Lo padecieron durante casi todo el sexenio de Patricio Chirinos. El ahora panista ejerció de modo autoritario sus funciones de secretario de Gobierno, que incluían el trato con la prensa. Mediante la conocida técnica de las dictaduras, de pan y palo, pretendía modelar cotidianamente el comportamiento de la prensa veracruzana. Se dispone a hacer lo mismo, busca hacerlo ya desde ahora. Sólo que su modo será peor, pues cuenta con el apoyo presidencial.

Yunes fue el mensajero de su aún jefa política, Elba Esther Gordillo, para aproximarse a Felipe Calderón desde la contienda interna por la candidatura presidencial del PAN y durante el proceso electoral del 2006, en cuyos resultados fue crucial la participación de Nueva Alianza y el SNTE, con candidato presidencial propio pero desdeñado por su propio partido, y la actuación magisterial en las mesas electorales.

El nexo de la poderosa dirigente con Calderón fue la causa de la designación de Yunes como director del ISSSTE, de donde salió para buscar la gubernatura veracruzana, que hace seis años ganó Fidel Herrera, una suerte de alma gemela de Yunes en cuanto a su afán de poder, con la ventaja del buen humor a favor del gobernante que se va. Todavía se recuerda cómo Calderón mostró su cercanía con Yunes y su preferencia electoral hundiéndole la cara en el pastel del cincuentenario del organismo que administra las prestaciones del personal público.

Por eso, por el vínculo estrecho de Yunes con Los Pinos, la directora de El Dictamen dirigió su carta abierta al presidente de la República. Le advierte, ante la embestida del SAT ("hay funcionarios hacendarios metidos ahora a auténtica milicia fascista") que "si la intención es acallar voces o allanar voluntades a favor de sus candidatos, es mala y equivocada táctica pues, incluso, con tales prácticas sólo se logra incrementar y enrarecer aun más el clima de violencia, terror y confusión que priva en todo el territorio nacional".

En el foro a que convocó el Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo, el director adjunto de El Dictamen, Guillermo Ingram García, resumió de modo muy explícito el nexo del candidato panalista con la actuación fiscal contra ese periódico y su directora general:

"A partir de una junta que tuvo Miguel Ángel con la señora Bertha Malpica en donde él solicita una serie de absurdos que van totalmente en contra de la línea editorial de El Dictamen, a los pocos meses empieza una presión de la Secretaría de Hacienda sobre la empresa".

De modo que la situación es inequívoca. Se trata del mismo Yunes mandón e insolente, reforzado ahora por el poder presidencial y el de su jefa, cabeza al mismo tiempo de un partido político, el mayor sindicato del país, y una central burocrática nacional. Si esa conjunción llevara al ex director de prisiones en el régimen priista al palacio de gobierno de Xalapa, el estado de Veracruz lo lamentaría largamente. Es posible, sin embargo, que ocurra. La candidatura de Yunes tiene estructura fuerte, aunque ha tenido que padecer la agresiva disensión de Gerardo Buganza, quien estuvo a punto de vencer a Fidel Herrera hace seis años y ahora no resistió verse metido en el mismo costal de quien como secretario de Gobierno lastimó a muchos panistas. También es de hacerse notar el retiro de Alejandro Vázquez, uno de los más entusiastas partidarios de Yunes en el PAN, de la coordinación de campaña del ex priista.

Se requiere entereza personal, conciencia ética acrisolada y clara concepción del periodismo para reaccionar como lo ha hecho la directora general de El Dictamen. En las tierras áridas y pedregosas que debe cultivar el periodismo en los estados, esa posición no es fácil. Pero es la obligada en el decano de la prensa nacional, que ha dado cuenta de la vida jarocha, y veracruzana en general, en tres siglos. Nacido en 1898, atestiguó los profundos cambios sociales y políticos en el siglo XX y se dispone a celebrar, incólume, su aniversario número 112.

Cajón de Sastre

Allá no fue necesario que un equivalente a Alejandro Martí le gritara: ¡"Si no puede, renuncie!". Él mismo percibió que no estaba ya en sintonía con la sociedad: "hemos perdido su escucha". Y se fue. Apenas el año pasado, hace ocho meses, Yukio Hatoyama fue elegido primer ministro de Japón. Logró desplazar al partido Liberal Democrático, una especie de PRI nipón, que había gobernado por más de medio siglo casi ininterrumpido. Abanderó a quienes deseaban el cambio. Y frustró sus expectativas. Ofreció recuperar para Japón la simbólica base naval de Okinawa, que representa la presencia del vencedor de la Segunda Guerra Mundial. No pudo. Y por eso se va. El público quería borrar esa huella norteamericana en su propio suelo, y Hatoyama eligió mantener el acuerdo del gobierno anterior con el de Washington. Eso mejoró la relación de Tokio y Washington pero irritó a quienes lo eligieron con la promesa de hacer las cosas de un modo diferente. A falta revocación, sólo la autocrítica puede hacer que un gobernante reconozca que ha fallado y se marche.

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