Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
¿Debe estar agradecida la sociedad con su gobierno? ¿Se han multiplicado los beneficios políticos y económicos, y se han perfeccionado los servicios sociales desde que la transición se atoró en alternancia? ¿Han crecido la seguridad jurídica y pública como consecuencia del triunfo gubernamental sobre los sicarios de la delincuencia organizada? ¿Se han purgado los entre 19 mil y 29 mil millones de dólares que intentan lavarse en México, para no contaminar la economía nacional, sin importar que de ello se beneficien las instituciones bancarias extranjeras que aquí operan, o las corredurías bursátiles?
Este ciudadano de a pie se muestra incapaz de responder a esas preguntas; su razonamiento lo lleva a generar más dudas que certidumbres, a evocar los perversos y perfectos cuentos de Horacio Quiroga, pues no acierta a comprender cómo los gobernantes -del Distrito Federal y los encargados del Poder Ejecutivo- desconocen que la suma de agravios recibidos por la sociedad, propicia, favorece que ésta esté siempre dispuesta a la algarada, asonada o rebelión momentánea, con tal de dar cauce a su furia y mostrar que puede jugar a las vencidas con las autoridades policiales e incluso las de procuración de justicia.
Quien sabe de su historia y además conoce los usos y costumbres del barrio de Tepito, puede informar a las autoridades que sustraer niños, secuestrar infantes es punto más que imposible, porque la respuesta es el linchamiento. Sólo uno de los padres puede hacerlo, como ocurrió, pues Javier Covarrubias González vendió a los suyos. Movilizarlos con el pretexto de la desaparición de uno o varios niños no fue sino el pretexto para sacudirse el agravio, medir fuerzas y hacer saber de la capacidad de convocatoria y organización que tienen los tepitenses.
Los hechos son sencillos: con pancartas y bloqueos intermitentes, tepiteños cerraron vialidades y secuestraron camiones del transporte público, y al menos 150 jóvenes en motonetas, algunos con cubrebocas o pasamontañas, pusieron a parir a las policías.
Como parte de sus protestas, calles de la zona comercial y habitacional del barrio fueron cubiertas con anuncios en papel y cartulina: “Si te arrebatan a tu niño grita y nosotros te ayudamos”, “Si quieres te regalamos una pistola para que te defiendas”, “Hagamos lo posible para recuperar la tranquilidad del barrio, de nuestra familias. Grita, pide paro”, entre muchas otras.
Todo sociólogo más o menos avezado en los movimientos sociales y lo que los impulsa, favorece y propicia, podría explicar a las autoridades que esas pancartas dicen más de lo que mostraron escrito, o quizá es porque a lo peor sí se los explicaron, que de manera apresurada y sin medir las consecuencias de las propuestas y lo que en el fondo políticamente significan, los procónsules de la república y el presidente Felipe Calderon aprobaron, en la XXVIII sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública, la creación del nuevo modelo de policía que girará en torno a la unificación de la dispersión para crear 32 cuerpos policíacos y mando único y confiable en cada uno.
Con toda seguridad dicha propuesta de reforma llegará al Congreso durante el periodo extraordinario posterior a las elecciones, y allí podrá analizarse con detalle lo que obviamente es una tentación totalitaria, como la definió Jean Francois Revel en su ensayo La tentación totalitaria. No hay mucho que explicar a los sensatos que pueden recurrir al libro para enterarse y abundar: “En amplia parte del mundo, el progreso del estalinismo se explica de manera racional y simple. Las causas que lo favorecen son a la vez masivas y poco numerosas. Su combinación pone en movimiento un determinismo de un poder al cual nada puede oponerse.
“El subdesarrollo económico, el rechazo a toda dominación extranjera, y la ausencia de toda experiencia democrática pluralista, son los tres factores internos que impulsan el estalinismo”. No entenderlo es cerrar los ojos a la realidad, pues poco importa que algunos mexicanos figuren en Forbes para hacer creer a la sociedad que está en el umbral del Primer Mundo, cuando lo cierto es que a una sola policía muy pronto puede corresponder un solo Tepito.
Por algo la Asociación Nacional de Municipios de México rechazó la propuesta para desaparecer las policías municipales y crear 32 corporaciones estatales con mando único. Ellos sí conocen el problema y saben de lo que hablan. Uno, el emblemático Mauricio Fernández Garza, reveló que analiza ampararse contra el proyecto federal de integración de un mando único de policía en los estados del país. Aseguró que las corporaciones de Policía y Tránsito de esa entidad se encuentran totalmente infiltradas por el crimen organizado y, de crearse el nuevo esquema, “la corrupción sería aún mayor”.
Los agravios se suman, las soluciones escasean; pronto veremos qué puede hacer Iniciativa México.
¿Debe estar agradecida la sociedad con su gobierno? ¿Se han multiplicado los beneficios políticos y económicos, y se han perfeccionado los servicios sociales desde que la transición se atoró en alternancia? ¿Han crecido la seguridad jurídica y pública como consecuencia del triunfo gubernamental sobre los sicarios de la delincuencia organizada? ¿Se han purgado los entre 19 mil y 29 mil millones de dólares que intentan lavarse en México, para no contaminar la economía nacional, sin importar que de ello se beneficien las instituciones bancarias extranjeras que aquí operan, o las corredurías bursátiles?
Este ciudadano de a pie se muestra incapaz de responder a esas preguntas; su razonamiento lo lleva a generar más dudas que certidumbres, a evocar los perversos y perfectos cuentos de Horacio Quiroga, pues no acierta a comprender cómo los gobernantes -del Distrito Federal y los encargados del Poder Ejecutivo- desconocen que la suma de agravios recibidos por la sociedad, propicia, favorece que ésta esté siempre dispuesta a la algarada, asonada o rebelión momentánea, con tal de dar cauce a su furia y mostrar que puede jugar a las vencidas con las autoridades policiales e incluso las de procuración de justicia.
Quien sabe de su historia y además conoce los usos y costumbres del barrio de Tepito, puede informar a las autoridades que sustraer niños, secuestrar infantes es punto más que imposible, porque la respuesta es el linchamiento. Sólo uno de los padres puede hacerlo, como ocurrió, pues Javier Covarrubias González vendió a los suyos. Movilizarlos con el pretexto de la desaparición de uno o varios niños no fue sino el pretexto para sacudirse el agravio, medir fuerzas y hacer saber de la capacidad de convocatoria y organización que tienen los tepitenses.
Los hechos son sencillos: con pancartas y bloqueos intermitentes, tepiteños cerraron vialidades y secuestraron camiones del transporte público, y al menos 150 jóvenes en motonetas, algunos con cubrebocas o pasamontañas, pusieron a parir a las policías.
Como parte de sus protestas, calles de la zona comercial y habitacional del barrio fueron cubiertas con anuncios en papel y cartulina: “Si te arrebatan a tu niño grita y nosotros te ayudamos”, “Si quieres te regalamos una pistola para que te defiendas”, “Hagamos lo posible para recuperar la tranquilidad del barrio, de nuestra familias. Grita, pide paro”, entre muchas otras.
Todo sociólogo más o menos avezado en los movimientos sociales y lo que los impulsa, favorece y propicia, podría explicar a las autoridades que esas pancartas dicen más de lo que mostraron escrito, o quizá es porque a lo peor sí se los explicaron, que de manera apresurada y sin medir las consecuencias de las propuestas y lo que en el fondo políticamente significan, los procónsules de la república y el presidente Felipe Calderon aprobaron, en la XXVIII sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública, la creación del nuevo modelo de policía que girará en torno a la unificación de la dispersión para crear 32 cuerpos policíacos y mando único y confiable en cada uno.
Con toda seguridad dicha propuesta de reforma llegará al Congreso durante el periodo extraordinario posterior a las elecciones, y allí podrá analizarse con detalle lo que obviamente es una tentación totalitaria, como la definió Jean Francois Revel en su ensayo La tentación totalitaria. No hay mucho que explicar a los sensatos que pueden recurrir al libro para enterarse y abundar: “En amplia parte del mundo, el progreso del estalinismo se explica de manera racional y simple. Las causas que lo favorecen son a la vez masivas y poco numerosas. Su combinación pone en movimiento un determinismo de un poder al cual nada puede oponerse.
“El subdesarrollo económico, el rechazo a toda dominación extranjera, y la ausencia de toda experiencia democrática pluralista, son los tres factores internos que impulsan el estalinismo”. No entenderlo es cerrar los ojos a la realidad, pues poco importa que algunos mexicanos figuren en Forbes para hacer creer a la sociedad que está en el umbral del Primer Mundo, cuando lo cierto es que a una sola policía muy pronto puede corresponder un solo Tepito.
Por algo la Asociación Nacional de Municipios de México rechazó la propuesta para desaparecer las policías municipales y crear 32 corporaciones estatales con mando único. Ellos sí conocen el problema y saben de lo que hablan. Uno, el emblemático Mauricio Fernández Garza, reveló que analiza ampararse contra el proyecto federal de integración de un mando único de policía en los estados del país. Aseguró que las corporaciones de Policía y Tránsito de esa entidad se encuentran totalmente infiltradas por el crimen organizado y, de crearse el nuevo esquema, “la corrupción sería aún mayor”.
Los agravios se suman, las soluciones escasean; pronto veremos qué puede hacer Iniciativa México.
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