Martha Anaya / Crónica de Política
Fueron tales la cerrazón y los miedos de la mayoría de ministros de la Suprema Corte que, si viviésemos en tiempos de la Santa Inquisición– gustosos hubieran quemado al ministro Arturo Zaldívar en leña verde por su audacia en tratar de señalar “responsables” en el siniestro de la guardería ABC.
Pero vivimos otros tiempos –aunque no tan modernos como quisiéramos—que la mayoría del pleno se escondió tras legalismos y eufemismos para rechazar por ocho votos contra tres la propuesta del nuevo ministro del máximo tribunal.
-Hablar de funcionarios “vinculados”, “relacionados”, “implicados”, ¡es un eufemismo! ¡Son “responsables”!-, subrayaría y reiteraría una vez más el ministro Zaldívar al defender su proyecto ante sus inmutables colegas.
Ceñirnos a lo ya dicho en otras ocasiones sobre la facultad de investigación que nos otorga la Constitución, “no me parece”, alegaría; “en ésta vida nada está acabado; eso sí sería caer en un pecado de soberbia”.
Ser “consistentes”, agregaría, no quiere decir “congelarnos”. Hemos “acartonado” a tal grado esta atribución y ésta institución que en el caso Lydia cacho no pudimos hacer nada.
Sus compañeros se removían en sus asientos. Pocas veces habían escuchado de sus propios compañeros, y en público, señalamientos tan fuertes y directos a su actuación. Y Zaldívar no pararía ahí:
“Esta propuesta no se aleja mucho de lo que hemos hecho, es sólo no tener miedo a las palabras…, lo demás es eufemismo!”
El belicoso ministro jalisciense Salvador Aguirre respondería al igual:
-Eufemismos o no, ¡no hay retractación! Establecer responsabilidades sin previo juicio es algo que no puedo aceptar.
Más modosita, Margarita Luna Ramos se escudaría en las palabras literales del constituyente:
-No es temor a la palabra “responsabilidad” –diría–, se trata sólo de la acepción que el legislador le dio a la facultad de investigación.
José de Jesús Gudiño Pelayo recordaría que el ministro Arturo Zaldívar participaba por vez primera en una discusión sobre el Artículo 97, en tanto que él, como otros de sus colegas, lo habían debatido ya en varias ocasiones. Por ello, le dijo al ponente, “no debe extrañarle que habiéndolo debatido tanto permanezcamos en nuestra posición”.
Escueto, Sergio Valls sólo agregaría: “No puedo admitir que ya se haya responsabilizado a alguien”
A estas alturas el ministro ponente ya había admitido matizar su proyecto y hablar tan sólo de “responsabilidad constitucional” y no de responsabilidad política y ética como originalmente había propuesto. Pero no fue suficiente-
“¡El peso de esta palabra es enorme!”, diría Fernando Franco.
Y añadiría que la asignación de responsabilidades implica que ya hubo una actuación indebida de un funcionario público. Cualquier persona –alegaría—goza de la presunción de inocencia, incluso por ello existe la figura de “presunto responsable”.
El presidente de la Corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia daría el cerrojazo al nuevo paradigma que proponía el ministro Zaldívar para darle sentido al Artículo 97 en su facultad de investigación:
“No me asusta la expresión ‘responsabilidad constitucional’”, diría, pero igualmente su voto sería en contra porque “termino no convencido de su proyecto”.
¿Qué significaba todo esto? Que la mayoría de ministros –con excepción de Olga Sánchez Cordero, Juan Silva Meza y del propio autor del proyecto, Arturo Zaldívar—se negaron a dar un paso más para dotar de sentido a la facultad de investigación que les otorga la Constitución-
Significa que sus temores y sus pruritos son mayores a lo que requiere y espera la sociedad de su máximo tribunal. Significa, como diría Zaldívar, que la Suprema Corte de Justicia de la Nación está acartonada y se esconde tras eufemismos.
Fueron tales la cerrazón y los miedos de la mayoría de ministros de la Suprema Corte que, si viviésemos en tiempos de la Santa Inquisición– gustosos hubieran quemado al ministro Arturo Zaldívar en leña verde por su audacia en tratar de señalar “responsables” en el siniestro de la guardería ABC.
Pero vivimos otros tiempos –aunque no tan modernos como quisiéramos—que la mayoría del pleno se escondió tras legalismos y eufemismos para rechazar por ocho votos contra tres la propuesta del nuevo ministro del máximo tribunal.
-Hablar de funcionarios “vinculados”, “relacionados”, “implicados”, ¡es un eufemismo! ¡Son “responsables”!-, subrayaría y reiteraría una vez más el ministro Zaldívar al defender su proyecto ante sus inmutables colegas.
Ceñirnos a lo ya dicho en otras ocasiones sobre la facultad de investigación que nos otorga la Constitución, “no me parece”, alegaría; “en ésta vida nada está acabado; eso sí sería caer en un pecado de soberbia”.
Ser “consistentes”, agregaría, no quiere decir “congelarnos”. Hemos “acartonado” a tal grado esta atribución y ésta institución que en el caso Lydia cacho no pudimos hacer nada.
Sus compañeros se removían en sus asientos. Pocas veces habían escuchado de sus propios compañeros, y en público, señalamientos tan fuertes y directos a su actuación. Y Zaldívar no pararía ahí:
“Esta propuesta no se aleja mucho de lo que hemos hecho, es sólo no tener miedo a las palabras…, lo demás es eufemismo!”
El belicoso ministro jalisciense Salvador Aguirre respondería al igual:
-Eufemismos o no, ¡no hay retractación! Establecer responsabilidades sin previo juicio es algo que no puedo aceptar.
Más modosita, Margarita Luna Ramos se escudaría en las palabras literales del constituyente:
-No es temor a la palabra “responsabilidad” –diría–, se trata sólo de la acepción que el legislador le dio a la facultad de investigación.
José de Jesús Gudiño Pelayo recordaría que el ministro Arturo Zaldívar participaba por vez primera en una discusión sobre el Artículo 97, en tanto que él, como otros de sus colegas, lo habían debatido ya en varias ocasiones. Por ello, le dijo al ponente, “no debe extrañarle que habiéndolo debatido tanto permanezcamos en nuestra posición”.
Escueto, Sergio Valls sólo agregaría: “No puedo admitir que ya se haya responsabilizado a alguien”
A estas alturas el ministro ponente ya había admitido matizar su proyecto y hablar tan sólo de “responsabilidad constitucional” y no de responsabilidad política y ética como originalmente había propuesto. Pero no fue suficiente-
“¡El peso de esta palabra es enorme!”, diría Fernando Franco.
Y añadiría que la asignación de responsabilidades implica que ya hubo una actuación indebida de un funcionario público. Cualquier persona –alegaría—goza de la presunción de inocencia, incluso por ello existe la figura de “presunto responsable”.
El presidente de la Corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia daría el cerrojazo al nuevo paradigma que proponía el ministro Zaldívar para darle sentido al Artículo 97 en su facultad de investigación:
“No me asusta la expresión ‘responsabilidad constitucional’”, diría, pero igualmente su voto sería en contra porque “termino no convencido de su proyecto”.
¿Qué significaba todo esto? Que la mayoría de ministros –con excepción de Olga Sánchez Cordero, Juan Silva Meza y del propio autor del proyecto, Arturo Zaldívar—se negaron a dar un paso más para dotar de sentido a la facultad de investigación que les otorga la Constitución-
Significa que sus temores y sus pruritos son mayores a lo que requiere y espera la sociedad de su máximo tribunal. Significa, como diría Zaldívar, que la Suprema Corte de Justicia de la Nación está acartonada y se esconde tras eufemismos.
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