Arturo Cano / Enviado / La Jornada
"Siempre pasa igual, siempre hacen lo mismo estos canijos", dice la voz en la sala oscura. No se refiere a la empresa ni al gobierno de Felipe Calderón, sino al partido de futbol entre las selecciones de México y Sudáfrica, que los trabajadores acaban de presenciar en una gran pantalla, en el auditorio de la sección 65 del sindicato minero, donde apenas la madrugada del lunes fueron desalojados por los gases lacrimógenos de la Policía Federal.
El encuentro deportivo llegó con la hora del desayuno para los habitantes del centro del país, y dos horas antes para los mineros de Cananea, quienes se reunieron de nuevo con el amanecer, aunque con la instrucción muy clara de sus dirigentes de no hacer olas este día, y no por el arranque del Mundial de Futbol, sino por la cita que esta tarde tienen en la Secretaría de Gobernación.
De modo que los policías federales se llevan la fiesta en paz, sabedores de que los mineros no intentarán, por hoy, bloquear las entradas de la mina para evitar el ingreso de esquiroles.
En los accesos de la mina hay menos agentes que en días anteriores. También los granaderos deben estar viendo el empate.
Afuera de la sede de la sección 65, varios grupos de mineros hacen tiempo mientras sus compañeros miran el partido. "Pues la verdad acá somos beisboleros y basquetboleros", dice el viejo minero Miramón, con más de 35 años de servicio. “Sí, aquí todos somos pitchers”, dicen entre risas otro minero, en referencia a las pedradas que han lanzado en días pasados. "Y campeones de los 100 metros con obstáculos", suelta otro, a propósito de las corretizas que les han puesto las fuerzas del orden.
Dentro del auditorio, cuando un jugador mexicano es derribado por un sudafricano, y antes de que salga la tarjeta amarilla, los mineros lanzan mentadas y exclamaciones que en días recientes le habían dedicado al secretario del Trabajo, Javier Lozano.
Claro que el gol de Rafael Márquez es celebrado con gritos y brazos en alto, pero concluido el encuentro los mineros salen a la ciudad semivacía y se recargan en sus carros con los cristales pintados: "Somos mineros, no delincuentes" y "Fuera fuerzas federales". Mezclados con las consignas político-sindicales, hay letreros que apoyan a Analy y a Karen, candidatas a reinas de la Feria del Cobre, suspendida el año pasado por la huelga minera.
No está claro qué tipo de fiesta será, en virtud de que continúa la prohibición de venta de alcohol, decretada por el ayuntamiento en apoyo a la "recuperación" de la mina, pero ya en la plaza principal están listos algunos juegos mecánicos, así como los puestos de venta de cacharros y churros. El kamikaze es el más cercano al pequeño monumento consagrado a los Mártires de 1906, que tiene inscritos los nombres de los obreros asesinados por los rangers de Arizona traídos por la Cananea Consolidated Copper Company.
A unos pasos languidece el Museo de la Lucha Obrera. Un anciano, el único empleado, coloca sillas de plástico en el pequeño patio. "Aquí hacemos el inicio de la semana cultural, que es parte de la Feria del Cobre".
Museo olvidado
En este museo funcionó durante 75 años la célebre (por el corrido) cárcel de Cananea y hay algunas placas que informan que en este lugar estuvieron presos los líderes de la huelga de 1906 y otros luchadores sociales, hasta que se hizo museo en 1980.
Por el lugar nunca ha pasado un museógrafo. Se guardan algunas viejas máquinas de escribir, es de suponerse que de los primeros años de la mina, y algunos, pocos, objetos relacionados con la explotación del cobre. Una maqueta hecha en 1952 anticipa la entrada al salón dedicado a fotos viejas de Luis Donaldo Colosio y su familia, pero la foto en la entrada principal del recinto es de Carlos Salinas de Gortari saliendo de la cárcel de Cananea, con Colosio atrás, en la tercera fila.
Entre sus numerosas ofertas, el Grupo México ha ofrecido invertir en la biblioteca, un centro de cómputo y el museo de la propia empresa. El de la lucha obrera no fue mencionado.
"Siempre pasa igual, siempre hacen lo mismo estos canijos", dice la voz en la sala oscura. No se refiere a la empresa ni al gobierno de Felipe Calderón, sino al partido de futbol entre las selecciones de México y Sudáfrica, que los trabajadores acaban de presenciar en una gran pantalla, en el auditorio de la sección 65 del sindicato minero, donde apenas la madrugada del lunes fueron desalojados por los gases lacrimógenos de la Policía Federal.
El encuentro deportivo llegó con la hora del desayuno para los habitantes del centro del país, y dos horas antes para los mineros de Cananea, quienes se reunieron de nuevo con el amanecer, aunque con la instrucción muy clara de sus dirigentes de no hacer olas este día, y no por el arranque del Mundial de Futbol, sino por la cita que esta tarde tienen en la Secretaría de Gobernación.
De modo que los policías federales se llevan la fiesta en paz, sabedores de que los mineros no intentarán, por hoy, bloquear las entradas de la mina para evitar el ingreso de esquiroles.
En los accesos de la mina hay menos agentes que en días anteriores. También los granaderos deben estar viendo el empate.
Afuera de la sede de la sección 65, varios grupos de mineros hacen tiempo mientras sus compañeros miran el partido. "Pues la verdad acá somos beisboleros y basquetboleros", dice el viejo minero Miramón, con más de 35 años de servicio. “Sí, aquí todos somos pitchers”, dicen entre risas otro minero, en referencia a las pedradas que han lanzado en días pasados. "Y campeones de los 100 metros con obstáculos", suelta otro, a propósito de las corretizas que les han puesto las fuerzas del orden.
Dentro del auditorio, cuando un jugador mexicano es derribado por un sudafricano, y antes de que salga la tarjeta amarilla, los mineros lanzan mentadas y exclamaciones que en días recientes le habían dedicado al secretario del Trabajo, Javier Lozano.
Claro que el gol de Rafael Márquez es celebrado con gritos y brazos en alto, pero concluido el encuentro los mineros salen a la ciudad semivacía y se recargan en sus carros con los cristales pintados: "Somos mineros, no delincuentes" y "Fuera fuerzas federales". Mezclados con las consignas político-sindicales, hay letreros que apoyan a Analy y a Karen, candidatas a reinas de la Feria del Cobre, suspendida el año pasado por la huelga minera.
No está claro qué tipo de fiesta será, en virtud de que continúa la prohibición de venta de alcohol, decretada por el ayuntamiento en apoyo a la "recuperación" de la mina, pero ya en la plaza principal están listos algunos juegos mecánicos, así como los puestos de venta de cacharros y churros. El kamikaze es el más cercano al pequeño monumento consagrado a los Mártires de 1906, que tiene inscritos los nombres de los obreros asesinados por los rangers de Arizona traídos por la Cananea Consolidated Copper Company.
A unos pasos languidece el Museo de la Lucha Obrera. Un anciano, el único empleado, coloca sillas de plástico en el pequeño patio. "Aquí hacemos el inicio de la semana cultural, que es parte de la Feria del Cobre".
Museo olvidado
En este museo funcionó durante 75 años la célebre (por el corrido) cárcel de Cananea y hay algunas placas que informan que en este lugar estuvieron presos los líderes de la huelga de 1906 y otros luchadores sociales, hasta que se hizo museo en 1980.
Por el lugar nunca ha pasado un museógrafo. Se guardan algunas viejas máquinas de escribir, es de suponerse que de los primeros años de la mina, y algunos, pocos, objetos relacionados con la explotación del cobre. Una maqueta hecha en 1952 anticipa la entrada al salón dedicado a fotos viejas de Luis Donaldo Colosio y su familia, pero la foto en la entrada principal del recinto es de Carlos Salinas de Gortari saliendo de la cárcel de Cananea, con Colosio atrás, en la tercera fila.
Entre sus numerosas ofertas, el Grupo México ha ofrecido invertir en la biblioteca, un centro de cómputo y el museo de la propia empresa. El de la lucha obrera no fue mencionado.
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