David Aponte / Contraflujo
Los Hernández mueren en el piso, atacados por oficiales de Estados Unidos. Hay saña con los toletes, hay puntapiés, hay choques con pistolas eléctricas, hay alevosía con el uso de armas de fuego. Los mexicanos caen inertes y nunca ha habido consecuencias de los ataques de los agentes hacia los mexicanos. En la historia de las relaciones bilaterales, la justicia de Estados Unidos nunca ha sentenciado a uno de sus policías por asesinar a una persona nacida en México. Es una política conocida como muro azul, una regla no escrita entre las corporaciones, entre las agencias federales, la Border, entre las policías estatales, federales, entre los fiscales, entre los jueces. Es una forma de impunidad disfrazada para no mostrar algún signo de debilidad frente a los sucios migrantes, a los frijoleros que amagan con cruzar la línea.
Los agentes siempre argumentan defensa propia, que utilizaron el uso de la fuerza letal porque los mexicanos los amagaban con piedras o algún otro objeto peligroso y que los migrantes estaban en una posición de ataque. El castigo más recurrente es la suspensión de sus actividades, en tanto el FBI realiza las investigaciones, una suerte de vacaciones pagadas. En la década de los 90, un oficial estadounidense mató de un tiro a un migrante mexicano que caminaba por una carretera. Alegó que el sujeto llevaba un arma en la mano, cuando se trataba de una cuchara para la construcción, una herramienta para desempeñar su trabajo de albañil. No hubo consecuencias para el policía estadounidense.
Todos somos Hernández ante las armas de los oficiales de Estados Unidos. Con diferencia de días, agentes de la Patrulla Fronteriza asesinaron en distintos puntos de la franja fronteriza a Anastasio Hernández Rojas, de 32 años, y a Sergio Adrián Hernández Guereca, de 14 años de edad.
La noche del 28 de mayo, una veintena de agentes fronterizos sometió con pistolas eléctricas, y golpeó a Anastasio en el cruce de peatones de la garita San Ysidro-Tijuana. El indocumentado mexicano suplicó ante los feroces agentes de la Patrulla Fronteriza. Un testigo grabó la golpiza con un teléfono celular. El mexicano fue trasladado a un hospital en estado de muerte cerebral; la física sobrevino un día después. Por supuesto, el gobierno de México lamentó los hechos y el uso excesivo de la fuerza.
El lunes pasado, un oficial de la Patrulla Fronteriza disparó su arma de fuego contra la cabeza del adolescente Sergio Adrián, en la zona conocida como Puente Negro, en Ciudad Juárez. Jesús Hernández, padre de la víctima, y los testigos de los hechos Raúl Flores y Bobbie McDow coincidieron en que el muchacho no atacó al oficial estadounidense. Sin embargo, el uniformado sacó su pistola y disparó contra la cabeza del mexicano, que cayó en territorio nacional.
“En la zona de Puente Negro trabaja un hijo mío de maletero, mi hijo que mataron fue a pedirle dinero para la escuela, había muchos chavalos, y los guardias empezaron a tirar balazos y le pegaron en la cabeza a mi hijo. Yo le digo al presidente Calderón que se amarre los pantalones y que vea lo que está pasando. Es una injusticia: son niños”, clamó el padre. María Guadalupe, la madre de Sergio Adrián, dijo que el agente disparó a corta distancia, que pasó la línea fronteriza y que atacó al muchacho en territorio mexicano.
El gobierno de Estados Unidos se comprometió a hacer una investigación, como ha ocurrido en el pasado. Pero el agente especial del FBI en El Paso, Texas, Michael Martínez, afirmó que la agencia no investiga el asesinato de un joven, sino el ataque los elementos de la Patrulla Fronteriza sufrieron con piedras. Por supuesto, el gobierno de México lamento los hechos y el uso excesivo de la fuerza.
La canciller Patricia Espinosa dijo el miércoles que hay un rechazo y repudio firme contra los ataques y actos violentos de agentes de la Patrulla Fronteriza contra los mexicanos Anastasio y Sergio Adrián. – No está siendo muy tibio el Gobierno mexicano ante la última situación del menor asesinado en este lado de la frontera; ¿no es una situación muy tibia de parte del gobierno federal para reclamar se esclarezca esta situación? – preguntó un periodista. “Hemos hecho uso de todos los recursos que nos otorga la ley que dentro del marco de derecho puede realizar el Estado mexicano. Por un lado, por supuesto, la protesta y el rechazo público al nivel de las autoridades estatales. Por otro lado, también, el envió de notas diplomáticas de rechazo al gobierno federal de los Estados Unidos. La insistencia, repito, de que haya una investigación exhaustiva, el mantenernos muy cerca de estas investigaciones, con el propósito pues de tener la certeza de que se están haciendo, como estamos pidiendo, exhaustiva y de manera objetiva, para llevar a la justicia a los culpables”.
Pero nunca los han llevado y nunca han llegado ante los tribunales estadounidenses. Los mecanismos bilaterales de diálogo sobre temas de migración y casos como los de los Hernández se perdieron hace muchos años, como se ha perdido la certeza del castigo. Las historias de ataques siempre han quedado en la impunidad. Estos dos casos no tienen mucho futuro y todos los mexicanos somos Hernández frente a las armas de los agentes de nuestro vecino país y su muro azul.
Los Hernández mueren en el piso, atacados por oficiales de Estados Unidos. Hay saña con los toletes, hay puntapiés, hay choques con pistolas eléctricas, hay alevosía con el uso de armas de fuego. Los mexicanos caen inertes y nunca ha habido consecuencias de los ataques de los agentes hacia los mexicanos. En la historia de las relaciones bilaterales, la justicia de Estados Unidos nunca ha sentenciado a uno de sus policías por asesinar a una persona nacida en México. Es una política conocida como muro azul, una regla no escrita entre las corporaciones, entre las agencias federales, la Border, entre las policías estatales, federales, entre los fiscales, entre los jueces. Es una forma de impunidad disfrazada para no mostrar algún signo de debilidad frente a los sucios migrantes, a los frijoleros que amagan con cruzar la línea.
Los agentes siempre argumentan defensa propia, que utilizaron el uso de la fuerza letal porque los mexicanos los amagaban con piedras o algún otro objeto peligroso y que los migrantes estaban en una posición de ataque. El castigo más recurrente es la suspensión de sus actividades, en tanto el FBI realiza las investigaciones, una suerte de vacaciones pagadas. En la década de los 90, un oficial estadounidense mató de un tiro a un migrante mexicano que caminaba por una carretera. Alegó que el sujeto llevaba un arma en la mano, cuando se trataba de una cuchara para la construcción, una herramienta para desempeñar su trabajo de albañil. No hubo consecuencias para el policía estadounidense.
Todos somos Hernández ante las armas de los oficiales de Estados Unidos. Con diferencia de días, agentes de la Patrulla Fronteriza asesinaron en distintos puntos de la franja fronteriza a Anastasio Hernández Rojas, de 32 años, y a Sergio Adrián Hernández Guereca, de 14 años de edad.
La noche del 28 de mayo, una veintena de agentes fronterizos sometió con pistolas eléctricas, y golpeó a Anastasio en el cruce de peatones de la garita San Ysidro-Tijuana. El indocumentado mexicano suplicó ante los feroces agentes de la Patrulla Fronteriza. Un testigo grabó la golpiza con un teléfono celular. El mexicano fue trasladado a un hospital en estado de muerte cerebral; la física sobrevino un día después. Por supuesto, el gobierno de México lamentó los hechos y el uso excesivo de la fuerza.
El lunes pasado, un oficial de la Patrulla Fronteriza disparó su arma de fuego contra la cabeza del adolescente Sergio Adrián, en la zona conocida como Puente Negro, en Ciudad Juárez. Jesús Hernández, padre de la víctima, y los testigos de los hechos Raúl Flores y Bobbie McDow coincidieron en que el muchacho no atacó al oficial estadounidense. Sin embargo, el uniformado sacó su pistola y disparó contra la cabeza del mexicano, que cayó en territorio nacional.
“En la zona de Puente Negro trabaja un hijo mío de maletero, mi hijo que mataron fue a pedirle dinero para la escuela, había muchos chavalos, y los guardias empezaron a tirar balazos y le pegaron en la cabeza a mi hijo. Yo le digo al presidente Calderón que se amarre los pantalones y que vea lo que está pasando. Es una injusticia: son niños”, clamó el padre. María Guadalupe, la madre de Sergio Adrián, dijo que el agente disparó a corta distancia, que pasó la línea fronteriza y que atacó al muchacho en territorio mexicano.
El gobierno de Estados Unidos se comprometió a hacer una investigación, como ha ocurrido en el pasado. Pero el agente especial del FBI en El Paso, Texas, Michael Martínez, afirmó que la agencia no investiga el asesinato de un joven, sino el ataque los elementos de la Patrulla Fronteriza sufrieron con piedras. Por supuesto, el gobierno de México lamento los hechos y el uso excesivo de la fuerza.
La canciller Patricia Espinosa dijo el miércoles que hay un rechazo y repudio firme contra los ataques y actos violentos de agentes de la Patrulla Fronteriza contra los mexicanos Anastasio y Sergio Adrián. – No está siendo muy tibio el Gobierno mexicano ante la última situación del menor asesinado en este lado de la frontera; ¿no es una situación muy tibia de parte del gobierno federal para reclamar se esclarezca esta situación? – preguntó un periodista. “Hemos hecho uso de todos los recursos que nos otorga la ley que dentro del marco de derecho puede realizar el Estado mexicano. Por un lado, por supuesto, la protesta y el rechazo público al nivel de las autoridades estatales. Por otro lado, también, el envió de notas diplomáticas de rechazo al gobierno federal de los Estados Unidos. La insistencia, repito, de que haya una investigación exhaustiva, el mantenernos muy cerca de estas investigaciones, con el propósito pues de tener la certeza de que se están haciendo, como estamos pidiendo, exhaustiva y de manera objetiva, para llevar a la justicia a los culpables”.
Pero nunca los han llevado y nunca han llegado ante los tribunales estadounidenses. Los mecanismos bilaterales de diálogo sobre temas de migración y casos como los de los Hernández se perdieron hace muchos años, como se ha perdido la certeza del castigo. Las historias de ataques siempre han quedado en la impunidad. Estos dos casos no tienen mucho futuro y todos los mexicanos somos Hernández frente a las armas de los agentes de nuestro vecino país y su muro azul.
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