jueves, junio 03, 2010

Tanatología del Bicentenario y el Centenario

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Sólo idéntica a la impostura consentida y auspiciada por Luis Echeverría Álvarez a Eulalia Guzmán para dar cauce a la leyenda de la mexicanidad y fortalecer el patriotismo, lo ocurrido el domingo y presidido por Felipe Calderón Hinojosa, para actuar en sentido opuesto a la idea de nación construida desde la Independencia. La exhumación, paseo triunfal, análisis y exhibición de despojos de los constructores de la patria, se convertirán en pesada lápida de la prima ratio que promueve el grito de Dolores y explica y justifica la mortandad de la Revolución: la identidad nacional.

En el contexto de los festejos del Bicentenario y el Centenario de Independencia y Revolución, la realidad nunca podrá ser superada por la ficción, mucho menos por la carente imaginación del gobierno cuya tarea, dado el significado de los festejos, era renovar el contrato de esperanza establecido con la sociedad a partir del pacto social, reconstruir el tejido social dañado por las reiteradas crisis económicas, la inseguridad pública, la cruenta y violenta lucha contra la delincuencia organizada, la pobreza extrema y la pobreza alimentaria, la ficción de un presidencialismo que dejó de ser funcional -al menos hace tres sexenios-, la inacabada transición debido a la estúpida preservación de los intereses económicos de los poderes fácticos, entre los que pudieran estar inscritos los derechos de piso de los barones de la droga, y la irreversible inmersión del país en un proceso de cambio global del que no han aprendido a sacar provecho, como no aprendieron a obtenerlo de la cercanía con el imperio: me refiero a la globalización.

¿De qué servirá que el gobierno federal ordenara la extracción de los restos Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Juan Aldama, José María Morelos y Pavón, Mariano Matamoros, Mariano Jiménez, Francisco Javier Mina, Vicente Guerrero, Leona Vicario, Andrés Quintana Roo, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria, con el propósito de certificar plenamente la identidad de algunos de ellos, evaluar su estado, realizar un registro preciso de las piezas y prever lo necesario para su conservación? ¿Crecerá el fervor patrio en una época en que la integración comercial y la globalización desmitifican los conceptos de identidad nacional y patria, y modifican la idea de heroicidad?

De acuerdo a la información proporcionada por la Presidencia de la República, a los restos se les practicarán estudios para conocer más de la vida de los héroes, como “las enfermedades que padecían, su complexión física, así como las circunstancias en que ocurrieron los decesos de los héroes”. ¿Si alguno de ellos padecía sífilis, nos lo dirán? ¿Si descubren que no son los restos de los héroes que tanto se han honrado y hoy se despeñan hacia el olvido, lo harán público?

Siempre en el mismo contexto de los festejos, es necesario meditar acerca del significado de hacerlo a través de despojos, porque en política no hay casualidades ni coincidencias y porque festejo viene de fiesta, de festividad, de alegría, que son acontecimientos y estado de ánimo de los vivos, nunca de los fallecidos. Queda entonces la impresión de que lo que se festeja ahora son las honras fúnebres de los conceptos, la idea de Independencia y Revolución, porque en un mundo globalizado del que no podemos sustraernos, son posturas ideológicas que no tienen cabida, políticamente incorrectas, pasadas de moda, fuera de toda proporción en el ámbito del libre mercado, de la especulación, del tráfico de personas, de las migraciones constantes porque en ningún lado hay seguridad en el empleo, pues de eso se trata hoy el poder: gobernar sobre la inseguridad del empleo y el miedo a perderlo.

No es casual que los festejos que debieron ser inteligentes, cultos, desafiantes para que la sociedad encontrara nuevos senderos para su desarrollo integral, se inicien con la exhumación de los restos, de lo que queda de esas gestas, esas epopeyas que fueron rebasadas por la realidad de las claudicaciones políticas y económicas.

Norman O. Brown, gurú que permanece vivo, inquietante a pesar de la modernidad, apuntó: “Para no encontrarnos de un solo golpe en presencia de todas las complicaciones de la teoría del instinto de muerte, comencemos por la hipótesis más limitada, según la cual la sicología de la economía es la de la culpabilidad… Veblen trata de explicar las instituciones económicas a través del 'instinto del depredador', sin admitir el sentido de culpabilidad”. ¿Para qué abundar? Las consecuencias de esa actitud están a la vista: la anomia social es producto de los estragos causados por los predadores económicos, que al despojar a la sociedad de sus ahorros y del producto de su trabajo, también la desposeen de su sentido de identidad, de su idea de patria, de la necesaria alteridad con los mitos de su historia, para dejarla inerme ante los requerimientos de los poderes fácticos y las exigencias de la delincuencia organizada. Por eso inician los festejos con la presencia de Tanatos sobre la promesa de un futuro.

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