A diario se repiten saqueos, secuestros, asaltos y matanzas
Diario de Yucatán
Todos en Tamaulipas saben lo que pasa, pero nadie dice nada. El silencio es más hondo que una tumba. Pueblos enteros tomados durante días por el cartel del Golfo o por Los Zetas; casas y negocios quemados y saqueados; ataques relámpago a instalaciones policiacas o casas de seguridad; combates que duran toda la noche y matanzas a plena luz del día, amenazas contra quienes no se conforman a la primera; secuestros, asaltos y cobro de cuotas a quien se deje.
Que no, que aquí no pasa nada, son hechos aislados, corean el gobernador y la mayoría de los presidentes municipales. La gente ejerce el derecho de réplica en internet, según publica la revista Proceso.
La violencia en el Estado, indica una nota del semanario, arreció a partir del primer asalto a Valle Hermoso, el mismo día en que una juez en Houston, Texas, sentenció a Osiel Cárdenas a un cuarto de siglo de prisión.
Ese día, miércoles 24 de febrero, un convoy de más de 100 camionetas rotuladas CDG (Cártel del Golfo) y X M3 (Metro 3) llegó temprano a Valle Hermoso. El pueblo estuvo ocupado durante tres días de enfrentamientos. Hubo como 60 muertos. La historia se repitió el 6 de junio. Fue una matazón, se dijo. Se llevaron a varios policías. (El candidato a la gubernatura por la alianza “Todos Tamaulipas”, Rodolfo Torre Cantú, fue asesinado ayer cuando se disponía a viajar en avión a Valle Hermoso para un cierre de campaña).
Un día después de la matanza en Vallehermoso, en Ciudad Victoria se vaciaron las escuelas y las calles por los rumores de balaceras. El 11 de marzo lanzaron granadas y acribillaron las oficinas de la Policía Ministerial del Estado y de la Policía Preventiva. Hace apenas tres semanas, el 11 de junio, militares mataron a dos personas frente a la casa del procurador.
La nota de Proceso dice que los narcos se han vuelto proveedores de servicios públicos: cobran la luz, el predial, el agua.
El gobierno del Estado y los municipios sólo administran el desastre. Como precaución, el gobernador mandó pintar de blanco todas las unidades oficiales, con logos grandes del gobierno estatal en el techo. Sólo así pueden salir a carretera seguros sin que los tiroteen desde los helicópteros de La Maña.
En Ciudad Victoria, funcionarios públicos, políticos, académicos y periodistas se cuidan de cualquier postura comprometedora y recurren a eufemismos: enfrentamientos, atentados, secuestros, asesinatos, la barbarie toda se llama “evento”.
La prensa es una parodia de sí misma. La página policiaca se atiene a los accidentes de tránsito. Radio y televisión son inocuas. Si ya la corrupción era consustancial al periodismo local, la guerra de carteles dividió lealtades. Algunos pagaron el precio: 8 reporteros fueron secuestrados el 8 de marzo; cinco aún no aparecen. La amenaza es la misma: plata o plomo.
Los narcos son los verdaderos editores de los periódicos, los jefes de información de los noticieros. “Te llaman a la redacción; te dicen esto sí, esto no. A veces ni nos tienen que hablar, ya sabemos de qué o de quiénes no tenemos que publicar nada”.
Diario de Yucatán
Todos en Tamaulipas saben lo que pasa, pero nadie dice nada. El silencio es más hondo que una tumba. Pueblos enteros tomados durante días por el cartel del Golfo o por Los Zetas; casas y negocios quemados y saqueados; ataques relámpago a instalaciones policiacas o casas de seguridad; combates que duran toda la noche y matanzas a plena luz del día, amenazas contra quienes no se conforman a la primera; secuestros, asaltos y cobro de cuotas a quien se deje.
Que no, que aquí no pasa nada, son hechos aislados, corean el gobernador y la mayoría de los presidentes municipales. La gente ejerce el derecho de réplica en internet, según publica la revista Proceso.
La violencia en el Estado, indica una nota del semanario, arreció a partir del primer asalto a Valle Hermoso, el mismo día en que una juez en Houston, Texas, sentenció a Osiel Cárdenas a un cuarto de siglo de prisión.
Ese día, miércoles 24 de febrero, un convoy de más de 100 camionetas rotuladas CDG (Cártel del Golfo) y X M3 (Metro 3) llegó temprano a Valle Hermoso. El pueblo estuvo ocupado durante tres días de enfrentamientos. Hubo como 60 muertos. La historia se repitió el 6 de junio. Fue una matazón, se dijo. Se llevaron a varios policías. (El candidato a la gubernatura por la alianza “Todos Tamaulipas”, Rodolfo Torre Cantú, fue asesinado ayer cuando se disponía a viajar en avión a Valle Hermoso para un cierre de campaña).
Un día después de la matanza en Vallehermoso, en Ciudad Victoria se vaciaron las escuelas y las calles por los rumores de balaceras. El 11 de marzo lanzaron granadas y acribillaron las oficinas de la Policía Ministerial del Estado y de la Policía Preventiva. Hace apenas tres semanas, el 11 de junio, militares mataron a dos personas frente a la casa del procurador.
La nota de Proceso dice que los narcos se han vuelto proveedores de servicios públicos: cobran la luz, el predial, el agua.
El gobierno del Estado y los municipios sólo administran el desastre. Como precaución, el gobernador mandó pintar de blanco todas las unidades oficiales, con logos grandes del gobierno estatal en el techo. Sólo así pueden salir a carretera seguros sin que los tiroteen desde los helicópteros de La Maña.
En Ciudad Victoria, funcionarios públicos, políticos, académicos y periodistas se cuidan de cualquier postura comprometedora y recurren a eufemismos: enfrentamientos, atentados, secuestros, asesinatos, la barbarie toda se llama “evento”.
La prensa es una parodia de sí misma. La página policiaca se atiene a los accidentes de tránsito. Radio y televisión son inocuas. Si ya la corrupción era consustancial al periodismo local, la guerra de carteles dividió lealtades. Algunos pagaron el precio: 8 reporteros fueron secuestrados el 8 de marzo; cinco aún no aparecen. La amenaza es la misma: plata o plomo.
Los narcos son los verdaderos editores de los periódicos, los jefes de información de los noticieros. “Te llaman a la redacción; te dicen esto sí, esto no. A veces ni nos tienen que hablar, ya sabemos de qué o de quiénes no tenemos que publicar nada”.
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