Silenciar al general… Guerra electrónica, más sobre jefediego

Jorge Alejandro Medellín / De orden superior

El aparato de inteligencia y contra inteligencia del grupo que plagió a Diego Fernández de Cevallos, trabajó a detalle en el secuestro del ex senador panista durante casi un año.

El seguimiento de sus pasos, hábitos, horarios, rutas, amistades, zonas de acción y frecuencia de traslados, se sumó a la tarea de localizar zonas seguras para ocultar al Jefe Diego y sacarlo del estado en cuestión de horas, moviéndolo a otro estado en el que el grupo pudiera desenvolverse con calma y manejar los tiempos de la negociación, de la presión y sobre todo de las acciones y reacciones del gobierno federal y de sus grupos especiales antisecuestro, que si bien no han podido ubicar el paradero del ex candidato presidencial, sí lograron establecer el perfil de los plagiarios.

Pero lo más importante ha sido la demostración de poder del grupo que se llevó a Fernández de Cevallos.

Éste actúa en tres secciones o comandos bien definidos: uno se mueve con eficacia y plena seguridad en el estado de Querétaro. Desde ahí ha sido capaz de vigilar los movimientos de la familia, los amigos, los negociadores y los especialistas en secuestros que han intentad en tres ocasiones dar con la punta de la madeja que los conduzca hacia Diego Fernández.

El segundo grupo se encarga de resguardar al panista cautivo y de la logística a aplicar en tres momentos clave; el pago del rescate, la entrega del panista y el Plan B que entraría en marcha en caso de que el aparato de seguridad del Estado diera con el paradero de Fernández de Cevallos.

Ambos grupos cuentan con una moderada pero efectiva red de contrainteligencia y de guerra electrónica, con la que escuchan y siguen los movimientos de la gente que busca la liberación con vida del panista plagiado.

El tercer grupo es el encargado de manejar el pago del rescate, es decir, de mover, dividir y esconder el dinero en varios puntos del país. Uno de los mecanismos que se espera utilicen es el del lavado de dinero para usar algunos recursos sin que sean detectados.

El esquema operativo de este grupo pudiera no parecer tan complejo, pero se sabe que les tomó muchos meses afinar cada detalle para no dejar huella, el menor rastro del plagio del abogado asegurándose antes de que podrían anular una parte vital de eventuales pesquisas y movimientos policiales y militares para ubicarlos.

Es decir, que antes de asegurar su objetivo se aseguraron de anular al aparato de seguridad que iría a buscar a Diego Fernández en las primeras horas de su desaparición.

Fue en ese esquema de seguimientos y anticipaciones, de teléfonos, mensajes, comunicaciones y correos intervenidos en el que los captores del Jefe Diego anticiparon que la familia de este se comunicará con el ex procurador general Antonio Lozano Gracia y que éste a su vez lo haría con dos personajes clave en la lucha antisubversiva en México: el Vicealmirante Wilfrido Robledo Madrid, actual titular de la Policía Federal Investigadora de la PGR, y el general (retirado) Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite, veterano de luchas contra la insurgencia rural y urbana en el país, no sólo en las décadas de los sesentas y setentas.

El primero comenzaba a organizar, desde el ámbito institucional pero con muy bajo perfil, dos grupos de búsqueda y seguimiento de Diego Fernández.

El segundo, desde el ámbito del retiro pero inserto en la dinámica de las redes intrincadas e inimaginables de la seguridad privada, intentó ir de inmediato a la acción tan pronto fue contactado por la gente de Lozano Gracia para sumarse al esfuerzo de búsqueda, en un plagio que desde el principio tuvo el sello de la acción guerrillera.

Ambos personajes eran objetivos vigilados por el grupo secuestrador, pero con distintos alcances y diferentes niveles de impacto.

Pero Acosta Chaparro fue interceptado cuando acordaba reunirse con Lozano Gracia para ver qué se podía hacer al respecto. Eran las primeras horas tras la desaparición de Diego, pero su familia ya sabía que estaba secuestrado y por las pistas dejadas en el rancho del ex senador, supieron también que los plagiarios no eran nada comunes.

Los secuestradores se anticiparon a los movimientos de uno de los expertos en el combate total a la guerrilla en México. Antes de que se acercara físicamente a la familia de Diego Fernández, el general Acosta Chaparro fue baleado en calles de la colonia Roma.

El militar se recupera en el Hospital Central Militar (HCM), a que regresó tras convalecer unos días en otro sitio.

Está consciente pero aún no ha declarado ante la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF). La investigación sobre el ataque contra Acosta Chaparro permanece en stand by ya que el general no ha sido autorizado por los médicos y el agente del Ministerio Público para declarar sobre lo que le sucedió el miércoles 19 de mayo, cinco días después del plagio de Diego Fernández.

A Wilfrido Robledo no podían llegar sino mediante el seguimiento de la movilización policiaca y de inteligencia que la corporación a su cargo fuera desarrollando. El ataque al general Acosta fue recibido y entendido por el Vicealmirante Wilfrido Robledo.

El tercer personaje en escena fue Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública, alumno destacado de Wilfrido y considerado como un experto en materia antiterrorista y antisubversiva.

Para garantizar que sus exigencias se cumplieran y a la vez demostrar el nivel de preparación y detalle de su operación, el grupo sembró varios cabos e iglesias de Querétaro para que personeros de Lozano Gracia y de la familia de el Jefe Diego se aparecieran a recoger pruebas y datos que les dieran certidumbre de que el panista sigue con vida.

La intención era exhibir al aparato de inteligencia de la SSPF. Lo lograron. En medios informativos se ha dado cuenta de que los plagiarios fotografiaron al equipo especial que acudió tomar huellas dactilares en el teléfono público desde el cual se hicieron llamadas al rancho del Jefe Diego.

No obstante, la SSPF que tiene la certeza de que detrás del plagio de Diego Fernández de Cevallos está una escisión del EPR autonombrada Ejército de Liberación Nacional (ELN), especializado en plagios y uso de explosivos, y ahora en el empleo de sofisticados equipos de intervención telefónica y de otros medios de comunicación.

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