Ricardo Rocha / Detrás de la Noticia
Del primero nos cuentan que fue un gran héroe futbolístico. Que su imagen se repetía cada minuto como si tratase de incrustarla en nuestros cerebros. Que las palabras que sobre él se vertieron desde las televisiones se amontonaban unas a otras en tal cantidad que pronto se desparramaron desde puertas y ventanas y llenaron calles y plazas. El palabrerío fue tal que las más gigantescas máquinas apenas pudieron empujarlas a los grandes basureros de los alrededores.
Y es que dicen que, ya de por sí famoso, se hizo célebre porque le pegaron un tiro en la cabeza y siguió vivo de milagro. Y eso que el que le disparó era un hombre muy malo en un lugar de malos donde él sin embargo gozaba mucho. Menos mal que de eso ya no se supo porque el doctorcito que lo atendió apenas lo vio llegar en la ambulancia y diagnosticó que se acordaría de todo menos de aquellas horas oscuras de la madrugada. Así que desde entonces se lo llevaron muy lejos y él se fue borrando de nuestros ojos y nuestros oídos hasta que ya costaba trabajo reconocerlo y recordarlo. Y se perdió con los años y el olvido.
El segundo relato es el de la niña Paulette, quien tanto nos conmovió hace tanto tiempo. Primero con su carita de ángel y aquellas grandes letras que nos imploraban ayuda para encontrarla. Luego la memoria apenas nos da para la nebulosa historia de sus padres, tan confusa que daba pena. Y más pena todavía la que provocaba un hombrecillo con cara de duende que se dedicaba a pregonar un día sí y otro también que Paulette ya se había ido, que más bien se la habían llevado y que ya jamás regresaría.
Hasta que un día dicen que la encontraron en donde tanto la habían buscado los hombres y hasta los perros. Que ahí estaba, según recuerdan algunos, como una muñeca rota en un reducto inverosímil. Aunque cuentan también que, con todo y que se trataba de un ángel, de su inocencia salió una terrible maldición que se cernió sobre todos los que jugaron con ella.
Del último de nuestros personajes también cuesta mucho acordarse. Primero porque igual nos lo desaparecieron de un día para otro los poderosos del poder y los poderosos de su familia. Y es que a él de por sí ya lo habían desaparecido quienes se lo llevaron en las sombras de la noche en uno de tantos grandes parajes de su reino aquí en la tierra. Luego nada. Salvo aquella imagen fantasmal que aún describen algunos.
Pero también es difícil traerlo a la memoria porque los más ya no quieren acordarse de él ya que dicen que Diego hizo mucho mal a mucha gente. Además de que se equivocó de siglo con sus grandes barbas, sus numerosos peones y todavía más abundantes dineros que le dieron fama tan mal ganada. Así, hasta que la fortuna le dio la espalda y finalmente desapareció. Y nos dejó tan sólo una amnesia benefactora.
Y no me pregunten qué pasó exactamente en cada caso. Porque todos ocurrieron hace ya mucho tiempo.
Del primero nos cuentan que fue un gran héroe futbolístico. Que su imagen se repetía cada minuto como si tratase de incrustarla en nuestros cerebros. Que las palabras que sobre él se vertieron desde las televisiones se amontonaban unas a otras en tal cantidad que pronto se desparramaron desde puertas y ventanas y llenaron calles y plazas. El palabrerío fue tal que las más gigantescas máquinas apenas pudieron empujarlas a los grandes basureros de los alrededores.
Y es que dicen que, ya de por sí famoso, se hizo célebre porque le pegaron un tiro en la cabeza y siguió vivo de milagro. Y eso que el que le disparó era un hombre muy malo en un lugar de malos donde él sin embargo gozaba mucho. Menos mal que de eso ya no se supo porque el doctorcito que lo atendió apenas lo vio llegar en la ambulancia y diagnosticó que se acordaría de todo menos de aquellas horas oscuras de la madrugada. Así que desde entonces se lo llevaron muy lejos y él se fue borrando de nuestros ojos y nuestros oídos hasta que ya costaba trabajo reconocerlo y recordarlo. Y se perdió con los años y el olvido.
El segundo relato es el de la niña Paulette, quien tanto nos conmovió hace tanto tiempo. Primero con su carita de ángel y aquellas grandes letras que nos imploraban ayuda para encontrarla. Luego la memoria apenas nos da para la nebulosa historia de sus padres, tan confusa que daba pena. Y más pena todavía la que provocaba un hombrecillo con cara de duende que se dedicaba a pregonar un día sí y otro también que Paulette ya se había ido, que más bien se la habían llevado y que ya jamás regresaría.
Hasta que un día dicen que la encontraron en donde tanto la habían buscado los hombres y hasta los perros. Que ahí estaba, según recuerdan algunos, como una muñeca rota en un reducto inverosímil. Aunque cuentan también que, con todo y que se trataba de un ángel, de su inocencia salió una terrible maldición que se cernió sobre todos los que jugaron con ella.
Del último de nuestros personajes también cuesta mucho acordarse. Primero porque igual nos lo desaparecieron de un día para otro los poderosos del poder y los poderosos de su familia. Y es que a él de por sí ya lo habían desaparecido quienes se lo llevaron en las sombras de la noche en uno de tantos grandes parajes de su reino aquí en la tierra. Luego nada. Salvo aquella imagen fantasmal que aún describen algunos.
Pero también es difícil traerlo a la memoria porque los más ya no quieren acordarse de él ya que dicen que Diego hizo mucho mal a mucha gente. Además de que se equivocó de siglo con sus grandes barbas, sus numerosos peones y todavía más abundantes dineros que le dieron fama tan mal ganada. Así, hasta que la fortuna le dio la espalda y finalmente desapareció. Y nos dejó tan sólo una amnesia benefactora.
Y no me pregunten qué pasó exactamente en cada caso. Porque todos ocurrieron hace ya mucho tiempo.
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