Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
El presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Raúl Plascencia, criticado porque su bisoña gestión de seis meses se ha caracterizado por la laxitud al investigar las violaciones de los derechos humanos cometidas por militares en la lucha contra las drogas, dio un giro espectacular esta semana. Dijo que la muerte de los niños Martín y Bryan Almanza el pasado 3 de abril en Ciudad Mier, Tamaulipas, “fueron resultado del fuego discreto y discrecional por parte de elementos del Ejército Mexicano y no de un tiroteo cruzado con miembros de la delincuencia organizada”. Pero su afirmación que fueron asesinados por militares y que los soldados alteraron la escena para encubrir el crimen, se cae a pedazos.
Una revisión comparada entre lo señalado por Plascencia y la averiguación previa, así como el análisis de las fotografías del incidente en el cual murieron los niños y cinco personas más resultaron heridas, demuestran que el presidente de la CNDH mintió, deliberada o inopinadamente, y acusó de falsedades a los militares que estuvieron involucrados en esa acción. Por ejemplo:
1.- La CNDH planteó que los hechos en el trayecto Ciudad Mier-Nueva Ciudad Guerrero, en la carretera de Nuevo Laredo a Reynosa, el 3 de abril, donde se dio el fuego cruzado entre soldados y narcotraficantes, sucedió entre las 18:30 horas y las 19 horas. Pero de acuerdo con las averiguaciones ministeriales, la balacera comenzó después de las 20 horas.
2.- La CNDH estableció que la madre de los menores, Cinthya Salazar, fue herida con un proyectil de la misma arma de fuego que causó la muerte de Bryan, “pues sintió inmediatamente cómo su cuerpo se aflojó”. La señora Salazar viajaba en el asiento del conductor de la camioneta Tahoe en la que viajaban 11 personas. Cinco de ellas viajaban en el segundo asiento, y los menores en el maletero. En su declaración ministerial, la madre de los niños dijo que viajaban en “el último asiento” del vehículo.
La entrada de bala de un fusil de alto calibre, como los que se usaron durante la balacera, deja un orificio de entrada de 7.6 milímetros, según las pruebas periciales, y al salir expulsa y deja muy expuestos los órganos vitales que atravesó. Bryan no presenta orificio de salida de bala, según se aprecia en las fotografías contenidas en el expediente, sino que presenta un orificio en la espalda al menos cuatro veces mayor, y alrededor del cual, extendido hasta el medio torso, presenta diversas heridas por impactos que causaron penetración ligera y quemaduras, que son propios de esquirlas, como había detallado la Sedena en su informe a la opinión pública. La parte posterior de la Tahoe presenta también gran el hoyo dejado por lo que los militares describieron como una granada.
3.- La CNDH afirmó que los militares alteraron la escena sustentada en el testimonio de dos personas que dijeron haber recibido una llamada por radio donde les informaron que la camioneta había sido baleada por soldados, y que al llegar al lugar de los hechos a las 21:30 horas, sólo se encontraba la Tahoe. De acuerdo con la procuraduría tamaulipeca, que hizo la primera averiguación, a esa hora apenas comenzó el levantamiento de cadáveres. En la escena había al menos siete vehículos, de los cuales tres quedaron muy dañados por los impactos de bala, y quedaron muertos tres narcotraficantes. En las declaraciones ministeriales ningún testigo nadie mencionó la llamada de radio, hecha supuestamente a Carlos y José Almanza Rodríguez, hermanos de Martín, el padre de los niños.
4.- La CNDH dijo que de acuerdo con los agraviados, los disparos de armas de fuego sólo fueron hacia el costado izquierdo de la camioneta, de atrás hacia delante, y nunca del lado derecho ni por el frente. Con esto concluyó que no pudo haber fuego cruzado. Pero según las fotografías de la Tahoe, hay impactos en ambos costados de la camioneta. Inclusive, la puerta del asiento donde viajaba Cinthya tenía tres impactos de bala, e igual número en la ventana. En la puerta trasera del lado derecho hay otros dos impactos. El parabrisas tiene 11 impactos de bala.
5.- La CNDH recogió el testimonio de Jesús Alfredo Rangel, que iba en la Tahoe, quien dijo que al terminar la balacera un soldado se le acercó, le preguntó sobre los ocupantes de la camioneta y que uno de los soldados le dijo a otro: “Mátalo, al cabo que ya va a morir”. Luego, continuó Rangel, el soldado le apuntó en la cabeza, pero fue salvado por otro de mayor rango que le ordenó que no hiciera nada. En su declaración ministerial, Rangel afirmó que después de que el soldado le apuntó con el arma a su cabeza, se desmayó. Ese diálogo entre los soldados, según lo dicho ante la PGR, no existió.
6.- La CNDH aseguró que un documento emitido el 5 de mayo por la 81ª. Zona Militar, anexo al informe de la Sedena, no hace ninguna mención de las víctimas, aunque se reconoce su presencia en ese lugar. Pero el mensaje referido sí hace mención de una víctima que resultó lesionada y quedó dentro de la Tahoe, y también de otras de las víctimas que huyeron hacia un monte cercano a quienes se les proporcionó auxilio y se trasladó a una clínica en Ciudad Alemán.
Esta selección de inconsistencias no son todas las que contiene el informe de la CNDH en los que sustentó Plascencia sus acusaciones contra la Sedena. Una parte de estas fallas están asociadas a la ligereza en la investigación que realizaron sus visitadores. Por ejemplo, todas las afirmaciones que hizo Plascencia se basaron en declaraciones de las víctimas y sus familiares, pero sus visitadores nunca hablaron con los soldados. Tampoco hicieron peritajes de balística, por lo que no hay bases científicas que den validez a su dicho sobre los proyectiles que mataron a Bryan.
Las inconsistencias en el documento de la CNDH no son menores, y es preocupante que Plascencia haya despertado de su inacción de seis meses con errores tan graves. Sus yerros no han sido exhibidos quizás por la molestia que existe con la presencia del Ejército en las calles para hacer tareas de seguridad pública, o por la temporada de escándalos que vive el país. Pero la confrontación artificial que ha creado Plascencia en contra del Ejército es lamentable, no sólo por seguir minando la credibilidad y respeto de una institución –que ha hecho lo suyo para que eso suceda-, sino también porque un organismo tan importante en la vida diaria de los mexicanos como es la CNDH, no puede ser manejado con irresponsabilidad y ligereza, como lo está haciendo su presidente.
El presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Raúl Plascencia, criticado porque su bisoña gestión de seis meses se ha caracterizado por la laxitud al investigar las violaciones de los derechos humanos cometidas por militares en la lucha contra las drogas, dio un giro espectacular esta semana. Dijo que la muerte de los niños Martín y Bryan Almanza el pasado 3 de abril en Ciudad Mier, Tamaulipas, “fueron resultado del fuego discreto y discrecional por parte de elementos del Ejército Mexicano y no de un tiroteo cruzado con miembros de la delincuencia organizada”. Pero su afirmación que fueron asesinados por militares y que los soldados alteraron la escena para encubrir el crimen, se cae a pedazos.
Una revisión comparada entre lo señalado por Plascencia y la averiguación previa, así como el análisis de las fotografías del incidente en el cual murieron los niños y cinco personas más resultaron heridas, demuestran que el presidente de la CNDH mintió, deliberada o inopinadamente, y acusó de falsedades a los militares que estuvieron involucrados en esa acción. Por ejemplo:
1.- La CNDH planteó que los hechos en el trayecto Ciudad Mier-Nueva Ciudad Guerrero, en la carretera de Nuevo Laredo a Reynosa, el 3 de abril, donde se dio el fuego cruzado entre soldados y narcotraficantes, sucedió entre las 18:30 horas y las 19 horas. Pero de acuerdo con las averiguaciones ministeriales, la balacera comenzó después de las 20 horas.
2.- La CNDH estableció que la madre de los menores, Cinthya Salazar, fue herida con un proyectil de la misma arma de fuego que causó la muerte de Bryan, “pues sintió inmediatamente cómo su cuerpo se aflojó”. La señora Salazar viajaba en el asiento del conductor de la camioneta Tahoe en la que viajaban 11 personas. Cinco de ellas viajaban en el segundo asiento, y los menores en el maletero. En su declaración ministerial, la madre de los niños dijo que viajaban en “el último asiento” del vehículo.
La entrada de bala de un fusil de alto calibre, como los que se usaron durante la balacera, deja un orificio de entrada de 7.6 milímetros, según las pruebas periciales, y al salir expulsa y deja muy expuestos los órganos vitales que atravesó. Bryan no presenta orificio de salida de bala, según se aprecia en las fotografías contenidas en el expediente, sino que presenta un orificio en la espalda al menos cuatro veces mayor, y alrededor del cual, extendido hasta el medio torso, presenta diversas heridas por impactos que causaron penetración ligera y quemaduras, que son propios de esquirlas, como había detallado la Sedena en su informe a la opinión pública. La parte posterior de la Tahoe presenta también gran el hoyo dejado por lo que los militares describieron como una granada.
3.- La CNDH afirmó que los militares alteraron la escena sustentada en el testimonio de dos personas que dijeron haber recibido una llamada por radio donde les informaron que la camioneta había sido baleada por soldados, y que al llegar al lugar de los hechos a las 21:30 horas, sólo se encontraba la Tahoe. De acuerdo con la procuraduría tamaulipeca, que hizo la primera averiguación, a esa hora apenas comenzó el levantamiento de cadáveres. En la escena había al menos siete vehículos, de los cuales tres quedaron muy dañados por los impactos de bala, y quedaron muertos tres narcotraficantes. En las declaraciones ministeriales ningún testigo nadie mencionó la llamada de radio, hecha supuestamente a Carlos y José Almanza Rodríguez, hermanos de Martín, el padre de los niños.
4.- La CNDH dijo que de acuerdo con los agraviados, los disparos de armas de fuego sólo fueron hacia el costado izquierdo de la camioneta, de atrás hacia delante, y nunca del lado derecho ni por el frente. Con esto concluyó que no pudo haber fuego cruzado. Pero según las fotografías de la Tahoe, hay impactos en ambos costados de la camioneta. Inclusive, la puerta del asiento donde viajaba Cinthya tenía tres impactos de bala, e igual número en la ventana. En la puerta trasera del lado derecho hay otros dos impactos. El parabrisas tiene 11 impactos de bala.
5.- La CNDH recogió el testimonio de Jesús Alfredo Rangel, que iba en la Tahoe, quien dijo que al terminar la balacera un soldado se le acercó, le preguntó sobre los ocupantes de la camioneta y que uno de los soldados le dijo a otro: “Mátalo, al cabo que ya va a morir”. Luego, continuó Rangel, el soldado le apuntó en la cabeza, pero fue salvado por otro de mayor rango que le ordenó que no hiciera nada. En su declaración ministerial, Rangel afirmó que después de que el soldado le apuntó con el arma a su cabeza, se desmayó. Ese diálogo entre los soldados, según lo dicho ante la PGR, no existió.
6.- La CNDH aseguró que un documento emitido el 5 de mayo por la 81ª. Zona Militar, anexo al informe de la Sedena, no hace ninguna mención de las víctimas, aunque se reconoce su presencia en ese lugar. Pero el mensaje referido sí hace mención de una víctima que resultó lesionada y quedó dentro de la Tahoe, y también de otras de las víctimas que huyeron hacia un monte cercano a quienes se les proporcionó auxilio y se trasladó a una clínica en Ciudad Alemán.
Esta selección de inconsistencias no son todas las que contiene el informe de la CNDH en los que sustentó Plascencia sus acusaciones contra la Sedena. Una parte de estas fallas están asociadas a la ligereza en la investigación que realizaron sus visitadores. Por ejemplo, todas las afirmaciones que hizo Plascencia se basaron en declaraciones de las víctimas y sus familiares, pero sus visitadores nunca hablaron con los soldados. Tampoco hicieron peritajes de balística, por lo que no hay bases científicas que den validez a su dicho sobre los proyectiles que mataron a Bryan.
Las inconsistencias en el documento de la CNDH no son menores, y es preocupante que Plascencia haya despertado de su inacción de seis meses con errores tan graves. Sus yerros no han sido exhibidos quizás por la molestia que existe con la presencia del Ejército en las calles para hacer tareas de seguridad pública, o por la temporada de escándalos que vive el país. Pero la confrontación artificial que ha creado Plascencia en contra del Ejército es lamentable, no sólo por seguir minando la credibilidad y respeto de una institución –que ha hecho lo suyo para que eso suceda-, sino también porque un organismo tan importante en la vida diaria de los mexicanos como es la CNDH, no puede ser manejado con irresponsabilidad y ligereza, como lo está haciendo su presidente.
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