Ocho y medio minutos de aplausos... a Carlos Monsiváis

Rosalía Vergara y Armando Ponce / Apro

Fue un homenaje vibrante de toda la comunidad intelectual de México, a la que acompañaron autoridades federales y locales de la ciudad, que en su momento más alto registró, tras una porra, ocho y medio minutos de aplausos alrededor del féretro con los restos mortales del escritor y periodista Carlos Monsiváis.

El féretro llegó a las nueve y veinte al Museo de la Ciudad en el centro histórico, bajo una lluvia constante.

Mañana domingo a las nueve de la mañana su cuerpo será trasladado a Bellas Artes, para realizarle un homenaje de cuerpo presente; después de la una de la tarde lo cremarán.

El lunes sus cenizas recibirán otro homenaje en el Teatro de la Ciudad.

“Ya ve que soy la única que queda –de la familia—Carlos era mi vida”, aceptó Doña María, tía de Monsiváis visiblemente afectada por la muerte de su sobrino. En algún momento los familiares del cronista entonaron un cántico protestante para despedirlo:

“Como podré estar triste, como sentirme solo, si Cristo es mi consuelo, mi amigo siempre fiel”, luego de que alrededor de unas 200 personas, ya hacía las diez y media de la noche entonaron el Himno Nacional de manera espontánea, en el patio en penumbra de la Antigua Casa de los Condes de Calimaya.

Una foto de Monsiváis hablando por teléfono mientras lo observa uno de sus tantos gatos, recuerdan el rostro del autor de Días de Guardar e innumerables obras, multipremiado por sus crónicas de la vida; el único escritor que era reconocido en la calle por la gente, según reconoció su amigo de la juventud y de su misma edad José Emilio Pacheco, con quien Monsiváis recibiría el Honoris Causa de la UNAM en septiembre próximo.

Al velorio llegaron sus amigos, escritores, políticos, intelectuales. Todos visiblemente afectados, como Cristina Pacheco, sin su marido, Elena Poniatowska, Ignacio Solares, Saltiel Alatriste, quien estuvo a punto de llorar cuando reconoció que “el mundo no es mejor sin ellos” y Rolando Cordera, sus compañeros de literatura.

Guadalupe Loaeza, la escritora, consternada aceptó que está de luto; consideró que Monsiváis dejó un vacío muy grande en la literatura mexicana. “Se están yendo los buenos”, comentó en alusión a la muerte del escritor José Saramago el día de ayer 18 de junio.

Llegaron los líderes del 68, el movimiento estudiantil en el que participó como activista y sobre el que escribió Días de Guardar, el libro que recogió sus crónicas. Hace apenas tres años fue coautor con el periodista Julio Scherer García de una profunda investigación sobre los responsables de la matanza de Tlatelolco, titulado Los patriotas De Tlatelolco a la guerra sucia.

Ahí estaba Salvador Martínez della Rocca, El Pino y Jesús Martín del Campo, hermano del activista asesinado el 10 de junio durante el Halconazo.

También vinieron políticos, como el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, quien montó una guardia de honor. Javier González Garza, Inti Muñoz y Alonso Lujambio, el secretario de Educación Pública (SEP). El senador Pablo Gómez resaltó que el escritor fallecido era “un hombre de izquierda comprometido con la democracia y su pueblo”. Para Manuel Camacho fue un hombre tan inteligente que se le va a extrañar.

Como parte del homenaje los asistentes gritaron una porra. También le dedicaron una goya, la porra de la Universidad Nacional Autónoma de México, cuyo rector, José Narro, también estuvo presente.

Luego cantaron una estrofa de Amor Perdido, en recuerdo de la canción de donde extrajo el título de uno de sus libros de crónica más famosos, en homenaje a la cultura popular que como periodista Carlos Monsiváis retrató como nadie.

El flautista Horacio Franco, le rindió un homenaje tocando dos piezas del siglo XVII: Daphne de J. Alan Eick y la pavana Lágrimas de Jhon Dowland. Franco trabajó con Monsiváis en la búsqueda de la música del libro titulado Nuevo Catecismo para Indios Remisos, que se refería a los cantos novohispanos.

Franco colocó sobre el féretro la bandera de los colores gay e interpretó los danzones Juárez no debió de morir y Nereidas que los asistentes acompañaron entre susurros.

Después llegaron el diputado Ricardo García Saenz, los escritores Margo Glanz y Jaime Labastida; Joaquín Diez Canedo, director del Fondo de Cultura Económica y los caricaturistas Rafael Barajas, El Fisgón, José Hernández y Alfredo del Ríus, entre otros.

Bety, prima de Monsiváis, contó que fue decisión de la familia que el velorio fuera en el museo y que la obra se donara a El Estanquillo. Destacó que si existe una obra inédita del escritor pedirían que lo publicara la Secretaría de Cultura.

El 19 de junio, el periodista y escritor Carlos Monsiváis escribió en primera persona la crónica de su muerte. Todos le lloraron esa noche lluviosa desde antes de que su cuerpo llegara al Museo de la Ciudad de México.

Hacia la medianoche llegó el mariachi. Tocó Amor eterno de Juan Gabriel y Caminos de Michoacán.

Hasta el cierre de esta edición, el presidente Felipe Calderón, no había hecho acto de presencia en el velorio, aunque sí expresó públicamente sus condolencias por la muerte del escritor. Sin embargo, la autoridad cultural federal estuvo representada por Consuelo Zaizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, con quien Monsiváis llevaba una estrecha amistad. A esto puede atribuirse el que la decisión familiar de que el homenaje al escritor sólo se llevara a cabo en el recinto del Teatro de la Ciudad, aceptara también el otro homenaje en el Palacio de Bellas Artes.

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