Los peligros de llevar las cosas al límite

De nuevo Irán y Corea del Norte

Immanuel Wallerstein


Durante casi 20 años Estados Unidos ha estado clamando que tiene la determinación de evitar que Irán y Corea del Norte se conviertan en potencias nucleares. En medio de asuntos de más urgencia, el Gobierno estadunidense reafirma regularmente la importancia de este objetivo. Como está claro que Irán y Corea del Norte no quieren ceder ante estas demandas reafirmadas periódicamente, Estados Unidos amenaza con llevar a cabo ulteriores acciones de algún tipo, constantemente.

Después de todo este tiempo, ¿debemos tomar esto en serio? Lo que mejor resume lo que ha estado ocurriendo es eso que se conoce como "llevar las cosas al límite", llamado en ocasiones el "juego de la gallina". Cada vez que se reanuda el juego, la cuestión es siempre quién parpadea primero y cancela la escalada final implícita que desataría la guerra. Es común que Estados Unidos juegue este juego con Irán y Corea del Norte, pero con cada uno a la vez. En estos momentos lo juega con ambos simultáneamente. Por un lado, la simultaneidad hace más difícil creer en la seriedad del intento estadunidense. Por otro lado, hace el juego más peligroso.

¿Cuáles son las historias actuales? En el caso de Irán, Estados Unidos llevaba varios meses intentando obtener del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas una nueva resolución que le imponga más sanciones a Irán por no obedecer la resolución del Consejo de Seguridad que exige que Irán suspenda el enriquecimiento de uranio. Para obtener esta resolución adicional, Estados Unidos ha estado negociando con Rusia y con China en pos de su respaldo. Actualmente, estos dos países parecen haber acordado respaldar una resolución, pero ésta es más débil de lo que quisiera Estados Unidos, y a cambio tendrá que otorgar diversas concesiones en otros aspectos.

Hasta el momento, Estados Unidos asume que una vez obtenido el respaldo de Rusia y China podrá conseguir una resolución unánime del Consejo de Seguridad. Repentinamente, dos de los miembros no permanentes –Brasil y Turquía– entraron al escenario y se involucraron en una diplomacia muy pública en este asunto. Sus líderes arreglaron con Irán que intercambiara cerca de la mitad de su uranio de bajo enriquecimiento por combustible nuclear. Brasil, Turquía e Irán argumentan que con este acuerdo se recorre un largo trecho rumbo a cumplir las demandas estadunidenses. Estados Unidos no está de acuerdo con esto y afirma que procederá a promover su resolución en el Consejo de Seguridad.

Estados Unidos no sabe cómo lidiar con la entrada brasileño-turca en el juego público. Se supone que ambos son países amigables. Se supone que ambas son naciones de menor rango que deberían dejar esas cuestiones a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Parece que Estados Unidos incluso pudo haber dado su aprobación a su iniciativa bajo la suposición de que fracasaría, con lo que se fortalecería el argumento estadunidense. Esto no ocurrió. Brasil y Turquía lograron su cometido. Por lo menos eso piensan. Y no tienen la intención de ser tratados como naciones de menor rango que deban servir a sus superiores. En realidad, piensan que Estados Unidos debería saludar su acuerdo con Irán como un éxito y retirar la resolución.

Entretanto, todos los ojos están puesto sobre Corea. El 26 de marzo, se hundió un barco de guerra de Corea del Sur. En un principio los sudcoreanos dijeron que pensaban que había sido un accidente. Pero luego, dos meses después, lo cual es un tiempo sospechosamente largo, anunciaron que tenían pruebas de que un submarino norcoreano había hundido el barco con un torpedo. Algunos analistas sudcoreanos sugieren que el barco, que estaba involucrado en un ejercicio militar conjunto con Estados Unidos, fue de hecho hundido, erróneamente, por un submarino estadunidense. Esta sugerencia fue ignorada por la prensa mundial, que más bien ha estado debatiendo los motivos de Corea del Norte para hacer algo así. Hillary Clinton dice que no puede entender por qué habrían hecho algo así los norcoreanos.

Sea cual sea el caso, Corea del Sur ha roto sus lazos existentes con Corea del Norte, y ésta a su vez respondió de igual modo. El actual Gobierno conservador de Corea del Sur ha echado a pique cualquier resto de la previa "política soleada" del presidente hacia Corea del Norte. Estados Unidos quiere una resolución del Consejo de Seguridad. Corea del Norte dice que, si se aprueba una resolución, dejará de cooperar con la inspección de sus instalaciones nucleares.

Entonces, nos hallamos en medio de una situación en que a un alto nivel se "llevan las cosas al límite". Y los mercados mundiales reflejan un nerviosismo extremo. ¿Qué ocurrirá ahora? Obviamente, todo el mundo juega en función de su público propio. El Gobierno estadunidense quiere mostrar al Congreso que "está haciendo" algo serio. Igual el Gobierno de Corea del Sur. Así también los Gobiernos iraní y norcoreano. Y no hay duda de que igual hacen los Gobiernos brasileño y turco.

¿Quién será el primero en pestañear? No creo que ninguna de las naciones de primera línea quiera, de hecho, una guerra. Hay mucho que perder para cualquiera de ellos. Sin embargo la decisión real no está en manos de ninguno de estos actores, sino del Gobierno chino. China es la que lleva la mano. ¿Qué tipo de resolución apoyarán los chinos en cualquiera de los dos casos? Es obvio que China quiere que todos se calmen, y mantener la calma. El problema es que llevar las cosas al límite puede ser un juego peligroso cuando el mundo –su geopolítica y su economía– está tan caótico y volátil. Podrían ocurrir accidentes. Algún oficial militar, en alguna parte, con el dedo en el gatillo, puede cometer algún error –accidental o deliberadamente. Vivimos una época interesante.

Traducción: Ramón Vera Herrera

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