Hay un enorme hoyo negro en el nuevo discurso del presidente Felipe Calderón donde abandona sin explicación la guerra de tres años y medio contra el narcotráfico y la re-enfoca como una lucha por la seguridad pública. Pero no puede haber una especie de borrón y cuenta nueva. El Ejecutivo y el Ejército tienen que aclarar porqué en todas las zonas donde hubo operaciones militares durante este periodo no sólo se incrementó la violencia, sino que sirvió, al menos funcionalmente, para que el Cártel de Sinaloa se expandiera a plazas donde sus adversarios habían sido debilitados por los soldados.
En un análisis de la violencia por municipios, un experto en estadística, Diego Valle Jones, muestra el patrón de expansión del Cártel de Sinaloa aparejado a operaciones militares. Valle Jones afirma que no es su propósito establecer vínculo entre militares y esa banda criminal, pero encontró que “por razones prácticas les permiten actuar libremente”. Esas “razones prácticas” se asientan en la hipótesis que no habrá paz en México hasta que el Cártel de Sinaloa se haya consolidado como la única organización criminal en México, y para sustentarla usó la teoría de los Estados Naturales de Douglas North, John Joseph Wallis y Barry Weinsgast, que establece que sólo las élites tienen un “acceso limitado” a derechos políticos y económicos.
Según explicó, el equilibrio de fuerzas entre los cárteles y la certeza de que si iniciaban una guerra entre ellos no habría garantía de victoria pero sí elevaría el riesgo que sus familias fueran asesinadas y el gobierno decidiera atacarlos, no daba muchos incentivos para iniciarla. “Pero cuando Felipe Calderón decidió enviar el Ejército a todo el país, desestabilizó completamente el equilibrio de poder entre los cárteles. Algunos quedaron más débiles y el Cártel de Sinaloa jugó correctamente sus cartas: se agazaparon cuando el gobierno condujo sus primeras operaciones militares (contra los cárteles de Tijuana, El Golfo y Los Zetas), sobornaron a las personas adecuadas para saber cuándo el gobierno iba a conducir su operación militar (la penetración de la SIEDO revelada en la Operación Limpieza), y aprovecharon la ventaja de su nómina de funcionarios corruptos para ir uno por uno tras cada cártel cuando fue debilitado”.
De acuerdo con su análisis estadístico a nivel municipal, Calderón ordenó operativos militares en Michoacán y Guerrero pese que los niveles de violencia no lo ameritaban. En 2006 y 2007 Michoacán estaba bajo el control del Cártel del Golfo y Los Zetas, que habían fundado a La Familia. Al llegar el Ejército la violencia se disparó en Lázaro Cárdenas, Uruapan, Zitácuaro y Apatzingán, donde el Cártel de Sinaloa entró después a disputar esos territorios -La Familia hoy en día está aliada con esa organización-. La violencia aumentó tras la detención de Alfredo Beltrán Leyva, “El Mochomo”, lo que propició la ruptura de ese cártel con los hermanos Beltrán Leyva, que se aliaron con Los Zetas y El Golfo, que acusaron al Cártel de Sinaloa de delación.
La violencia en Acapulco, que también controlaban el Cártel del Golfo y Los Zetas, surgió cuando llegaron los sicarios del Cártel de Sinaloa, aprovechando la coyuntura de la operación militar para hacerse de la plaza. Tras el arresto de “El Mochomo”, la violencia subió aún más en zonas cercanas al liderazgo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, como Iguala. Para Valle Jones, el envío de militares no fue parte de la solución pero benefició al Cártel de Sinaloa, y en particular a quienes eran su brazo armado en ese momento, los Beltrán Leyva.
Lo que sucedió en esas entidades se repitió en el resto de las narcozonas. En Nuevo Laredo, la violencia subió cuando los militares empezaron a combatir al Cártel del Golfo y a Los Zetas. La presión sobre ellos provocó una dinámica de conflicto al interior de esa organización, que paralelamente enfrentó el desafío de uno de los jefes del Cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada, quien quiso arrebatarles sin éxito Nuevo Laredo, la frontera comercial más importante con Estados Unidos.
En Monterrey y sus municipios connurbados sucedió lo mismo. Debilitado el Cártel del Golfo, la ofensiva del Ejército facilitó la llegada del Cártel de Sinaloa y los Beltrán Leyva, aliados en ese entonces, para disputarles la plaza. Veracruz, controlada por Los Zetas, tampoco tenía un problema de violencia hasta que entraron los militares, seguidos por el Cártel de Sinaloa, que sigue queriendo arrebatárselas con ayuda del Cártel del Golfo, que rompió con su vieja rama militar.
El patrón se repitió en Sonora, otra de las zonas donde Valle Jones dice que por los niveles de violencia bajos, no era necesaria la presencia del Ejército. Los soldados se acuartelaron en Nogales, otra de las grandes fronteras con Estados Unidos, y el Cártel de Sinaloa comenzó a disputar el territorio a Los Zetas. Durango es aún más ilustrativo. Las operaciones militares comenzaron en las zonas rurales montañosas, donde se cultiva mariguana y opio, sin mayor alteración de la violencia. Pero cuando rompieron los Beltrán Leyva con el Cártel de Sinaloa, con el Ejército estacionado en Durango, los segundos comenzar a disputar la ruta de la cocaína a sus viejos socios, que empieza en Gómez Palacio-Torreón, y termina en Ciudad Juárez.
El caso inverso más ilustrativo es Tijuana, donde la violencia había estallado antes del inicio de las operaciones militares, y previamente a la detención de Francisco Arellano Félix. Los soldados persiguieron a los lugartenientes de Arellano Félix, que ya tenía el embate de los sicarios de Zambada. Descabezados y debilitados por las acciones militares y policiales, el Cártel de Sinaloa no tuvo más problemas en quedarse con la plaza. Tijuana que era la ciudad mas violenta, se pacificó. Ese sitio se le quedó a Juárez, el mayor micro campo de batalla de los cárteles en la actualidad.
Valle Jones demuestra que la tasa de homicidios en Juárez bajo la presencia del Ejército subió en 400% de 2007 a 2008, mientras que la tasa a nivel nacional se elevó 65%, concentrada siempre en las zonas de disputas de territorios entre cárteles. Probablemente, sugiere mediante la aplicación de la Ley Benford, que la tasa es inferior a la real, pero que no bajará hasta que el Cártel de Sinaloa, como lo argumenta, controle el país.
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