Los electricistas, la CNTE, los oaxaqueños y López Obrador están solos

Pedro Echeverría

1. Quizá por hacerme ilusiones en el sentido que las luchas de los trabajadores contra la explotación y la opresión se hacen cada día más grandes y numerosas, al observar la realidad me deprimo, reniego y adopto una posición pesimista. Pienso que no tendría razón si partiera de la idea que en cinco o 10 años deberían cambiar las cosas, pero después de 50 años de estar viviendo de manera cotidiana esa realidad pienso muchas veces que en lugar de los movimientos progresivos en espiral, cada generación gira solamente en círculo que se repite.

Al principio de los sesenta se registraron luchas anticolonialistas, antiimperialistas, revoluciones, guerrillas y protestas por millares; la música, el vestido, los procesos de liberación hicieron cambiar el mundo. ¿Qué pasa 50 años después? Parecería que las cosas se repiten en otro nivel, más elevado, pero en la realidad los cambios sólo fueron superficiales, para seguir todo igual.

2. Me detuve horas frente al amplio campamento electricista donde están en huelga de hambre unos 50 obreros de los 80 originales. Más de 30 han sido levantados y llevados al hospital por estar en malas condiciones de salud. Otras decenas, quizá algunos cientos, rodean en otros campamentos a sus compañeros con quienes pude hablar y preguntarles. En la “plancha” del Zócalo de la ciudad de México –de 120 por 120 metros- parece ya no caberle otro campamento porque también los profesores de la CNTE de Oaxaca, Michoacán y otros estados lo ocupan hace dos semanas. Lo condenable es que parecen “vecinos distantes” con objetivos y políticas diferentes, aunque en el discurso declaren que se apoyan. Por lo menos es lo que se vio el viernes 28 de mayo en la organización de la marcha hacia la secretaría de Gobernación: ausencia total de camaradería hasta entre los contingentes de la CNTE.

3. Al dividirse la marcha entre la sección 18, que salió del Zócalo sobre 5 de mayo (oeste), y la sección 22 que salió por Pino Suárez (sur), se observó una gran división; la primera pronto llegó a Gobernación donde fue recibida, pero la segunda –que logró, derribar las grandes rejas militarizadas de Televisa y una entrevista televisada con la dirigencia oaxaqueña- llegó más tarde, bajo fuerte aguacero, a Gobernación. A ésta última columna se agregó un pequeño contingente de 300 electricistas. Pero además, mientras estas dos marchas se realizaban en el edificio de la Sección IX del DF la CNTE realizaba un Congreso educativo con cientos de profesores delegados de todo el país. Por falta de coordinación se celebraron eventos nacionales a medias. ¿Qué resultado se podría esperar de las “negociaciones” entre trabajadores divididos, dispersos y débiles y una secretaría de Gobernación que todo lo sabe, todo lo vigila y todo lo escucha?

4. ¿Qué resultados? Una nueva cita para que las autoridades –como lo han hecho durante 30 años- le sigan jugando el dedo en la boca de los profesores de la CNTE. ¿Y los resolutivos del “4º. Congreso de Educación Alternativa de la CNTE celebrado el viernes, sábado y domingo en salas y auditorio de la IX? Pronto saldrán publicados para archivarse –como los que salieron de los tres congresos anteriores- porque para ponerlos en práctica se requiere tener fuerza y poder con el que la CNTE no ha podido contar. ¿Qué hacían los profesores de Oaxaca mientras marchaban unos y otros ejercían como delegados en el congreso educativo? Pensando en que el lunes 31 de mayo tenían que instalarse en el Zócalo de la ciudad de Oaxaca para iniciar un gran plantón por regiones para concluir –en caso de no resolvérseles sus demandas- en un paro general. Pude estar presente y observar desde las seis de la mañana la ocupación.

5. Mil y una actividades políticas, sindicales, de protesta entre electricistas, profesores, campesinos, pero sin la menor coordinación entre ellas y cada una luchando por intereses particulares. Mientras tanto el gobierno profascista de Felipe Calderón –haciéndose el tonto, o mejor el inteligente- espera que pasen unos días más para que todos los electricistas en huelga de hambre pasen por el hospital y se retiren a su casita; espera que los profesores repitan –hasta cansarse- sus experiencias en manifestaciones y que los profesores oaxaqueños se desgasten en su plantón para luego desalojarlos. Ni electricistas, ni petroleros, profesores, campesinos e indígenas se apoyan, nadie apoya a nadie. Sin embargo, aunque PRI, PAN y PRD parecen pelear en la luz pública, en la oscuridad se cogen mucho cariño y, cuando es necesario, unifican sus fuerzas para condenar y reprimir a los movimientos de lucha que son realmente de izquierda.

6. Es inconcebible, increíble o lo que se quiera, pensar que las únicas fuerzas que luchan contra el gobierno y secuestran empresarios son los llamados narcotraficantes que, incluso, poseen ya un fuerte ejército llamado los zetas. Se han confrontado tanto contra el ejército, la policía, los empresarios y el gobierno que hasta parecen honestos izquierdistas. Desafortunadamente sus objetivos son otros, coinciden con los de la burguesía empresarial y gubernamental: acumulan gigantescas riquezas, obtienen mucho poder, despilfarran esos dineros en diversiones con “nenas” y someten o asesinan a quienes se les oponen. La realidad es que no me he metido a estudiar sus actuaciones y sus dinámicas; sólo se que se han infiltrado totalmente dentro de los funcionarios de gobierno, del ejército y la policía y que cientos de empresarios viven asociados con los narcotraficantes poniendo “lavanderías” de dólares y pesos.

7. ¿Qué trabajador, ciudadano, estudiante, va a apoyar un movimiento si sabe que no tiene garantías, que es muy fácil que lo “madreen”, pierda su empleo, lo encarcelen y lo asesinen por el gobierno? ¿Cuántos miles de movimientos en el país han sido desbaratados por la clase gobernante para no volverse a levantar? Ni Marcos hubiera sido silenciado, ni López Obrador hubiera sido despojado, ni la APPO estuviera destruida, ni el SME hubieran desbaratado, ni la CNTE estancada, ni el EPR estuviera reclamando desaparecidos, si hubiera honradez y modestia entre los dirigentes de movimientos; sin embargo da la impresión de que cada dirigente quiere conservar su pequeña capilla, su pequeño coto de poder, antes de ponerlo en juego frente a otros liderazgos. Cuando estudiemos y pensemos bien esa realidad que vivimos desde hace por lo menos 50 años quizá encontremos que son los dirigentes los que evitan la unidad y que las bases no han sido capaces de liberarse de sus caudillos.

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