La tumba esférica de Carlos Monsiváis

Carlos Monsiváis nunca habló de futbol. No le gustaba. En la última entrevista que concedió al diario El País, en junio del 2006, recordó que el escritor Juan Villoro, el sí muy aficionado, dijo alguna vez que Dios es una pelota.

Francisco Garfias


“En este caso específico soy ateo… Quizá cinco segundos antes de morir comprenda de qué se trata, y me llevaré ese secreto para mí en una tumba esférica”, manifestó el autor de Días de Guardar, con ese ironía que lo caracterizaba.

El cronista murió el sábado de fibrosis pulmonar, dos días después del partido de México contra Francia. El triunfo puso al país de cabeza y llenó a sus habitantes de esperanza. El cotidiano español publicó la entrevista el domingo, en su portal de internet. Nos llamó la atención la reflexión sobre el fútbol y su muerte, que entonces le hizo a Juan Cruz, el periodista español que lo entrevistó.

México juega hoy ante Uruguay. Veremos si los de Aguirre son capaces de evitar que el cuarto partido se juegue contra Argentina. Monsiváis ya no estará aquí para hacer la crónica de lo que suceda.

Nunca sabremos si cinco segundos antes de morir haya comprendido la importancia de este juego para un pueblo en desanimo, ávido de un triunfo, aunque sea deportivo. El escritor cumplió su palabra: se llevó el secreto a la tumba

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“¿Protagonismo? Yo no provoqué el evento”, dijo a este espacio el ombudsman, Raúl Plascencia, al revirar a las fuentes castrenses que afirman que la recomendación a la Sedena, por la muerte de los niños Martín y Bryan Almanza, en un retén militar en Tamaulipas, tiene que ver con su apego a los reflectores.

Al titular de la CNDH tampoco le gustaron las observaciones del Ejército sobre inconsistencias en la investigación del caso. Ni la que dice que no se consideró la presencia, en lugar de los hechos, de dos cadáveres de sicarios disfrazados de militares; ni la versión del fuego cruzado.

“Tengo a una señora que, junto con los demás sobrevivientes, son once, sostiene que (los agresores) eran elementos militares, y no sicarios vestidos de militares”, recalcó Plascencia.

Y más: “Tengo a otro sobreviviente que afirma que uno de los soldados le dijo a otro ‘mátalo, al cabo ya se va a morir”; cortó cartucho y le apuntó en la cabeza, pero luego llegó su jefe y le ordenó que no le hicieran nada. ¿Que hago con eso?”

Plascencia nos hizo llegar la recomendacion 36-2010 de la CNDH, que incluye los testimonios de los sobrevivientes que niegan la versión del fuego cruzado sostenida por los militares.

Uno de ellos, citado en la recomendacion como V6, asevera: “Los disparos entraban del lado izquerdo, de atrás hacia adelante y nunca de frente. No hubo fuego cruzado, pues el vehículo no se encontraba en medio de dos camionetas..”

Al ombusdman lo acusan también de intentar deslindarse de su predecesor, José Luís Soberanes. El señalamiento no tiene base. El doctor nunca fue cómodo para las fuerzas armadas. “Emitió 30 recomendaciones y yo llevo nada más 10…”, destacó el ombusdman.

La Sedena tiene hasta 15 días hábiles para aceptar o rechazar la recomendación. “Si la acepta enhorabuena; si no, la CNDH no puede hacer nada más”, puntualizó Plascencia.


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Gerardo Fernández Noroña regresa a vivir al Zócalo, en solidaridad con los electricistas del SME que están en huelga de hambre, pero también de los mineros de Cananea. Va a instalar su casa de campaña frente a la puerta principal de Palacio Nacional.

El polémico diputado del PT no está en sus mejores condiciones físicas. La semana pasada fue internado en el Hospital de Traumatología de Magdalena de las Salinas. Tenía “principios de gangrena” en un pie que se fracturó. Los médicos le ordenaron permanecer dos semanas de reposo. Como no puede moverse, pero es necio, cumplirá su convalecencia en la casa de campaña que instalará en la Plaza de la Constitución.

La decisión de regresar al Zócalo –allí vivió en el 2006– la tomó luego de fracasar en el intento de dialogo con Fernando Gómez Mont, titular de la Segob, y Roberto Gil, subsecretario de esa dependencia. En Bucareli le dijeron que los dos andaban con el presidente Calderón. “Me hicieron ojo de hormiga”, se quejó. En la Segob lo recibieron funcionarios de tercer nivel, que no arreglan un café.

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