Martha Anaya / Crónica de Política
Estaba ya por irme, cuando Arturo González Cosío detuvo las puertas del elevador y me dijo:
“Ya perdimos, ya la izquierda no tiene manera de llegar al poder, ¡ni siquiera por la vía de las armas!”
Esto venía a cuento porque habíamos platicado largo rato en su casa de los tres últimos momentos en que candidatos de izquierda estuvieron muy cerca de acceder a la Presidencia de la República:
-Miguel Henríquez Guzmán, en 1952, frente a Adolfo Ruíz Cortines.
-Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, en 1988, ante Carlos Salinas de Gortari.
-Y Andrés Manuel López Obrador, en 2006, frente a Felipe Calderón Hinojosa.
En esas tres ocasiones, compartía el que fuera líder de las juventudes henriquistas, se pudo haber llegado “por la fuerza”. Como decía en los viejos tiempos Rodolfo García de Alba: “hay que ver dónde está la tubería”, es decir, los fusiles; “y ellos estaban a nuestro favor”.
De los tres momentos, según González Cosío, el de mayores posibilidades fue el de Andrés Manuel: “Cuando tenía a dos millones de gentes en la calle, en el zócalo, en Reforma…” Ahí, decía, se pudo haber aprovechado para un gran motín ciudadano y formar comandos para levantar a la gente en los estados.
La fuerza, decía, era el camino, pues la lucha desde dentro de las instituciones estaba perdida de antemano. “Primero el poder, después las elecciones”, citaba el consejo de un antiguo secretario de Hacienda.
Pero hoy en día aún ese camino está perdido para la izquierda, apuntaba pipa en ristre el gran poeta, ensayista y político: “Ahora el poder, las armas, lo tienen los criminales… Sólo que ellos decidieran ‘tú vas a ser’, sólo así”.
Su visión de la izquierda actual era tan cruda como su análisis de lo pasado como del porvenir. Está simplemente “destazada”:
-Las siglas del PRD –indicó–se las quedaron los “Chuchos” (Jesús Ortega y compañía), es decir, Calderón.
-La mayor parte del aparato administrativo lo tiene Marcelo Ebrard.
-El partido en el Distrito Federal y la gente los tiene López Obrador.
-Las tribus tienen posiciones para servirse de ellas.
-Cuauhtémoc y Rosario viven en el encono y el rencor porque están fuera.
Sobre su mesa tenía el último libro publicado por Andrés Manuel. Párrafos y párrafos subrayados alcanzaban a verse entre las páginas. “Voy a la mitad –comentaría–, está interesante”.
Sin embargo, bien claro tenía don Arturo que si bien López Obrador “tiene un gran carisma”, mayor incluso que el de Henríquez Guzmán en su momento, la cultura y los asesores de Miguel Henríquez Guzmán (también declarado “Presidente Legítimo de México”) eran de un nivel muy superior al de Andrés Manuel.
Pero en la mirada de González Cosío, en sus enormes ojos verdes, no hay reflejo de rencor ni de amargura. Destella, sí, la inteligencia y, como él mismo confiesa, “mejor me avoco a la poesía”.
Estaba ya por irme, cuando Arturo González Cosío detuvo las puertas del elevador y me dijo:
“Ya perdimos, ya la izquierda no tiene manera de llegar al poder, ¡ni siquiera por la vía de las armas!”
Esto venía a cuento porque habíamos platicado largo rato en su casa de los tres últimos momentos en que candidatos de izquierda estuvieron muy cerca de acceder a la Presidencia de la República:
-Miguel Henríquez Guzmán, en 1952, frente a Adolfo Ruíz Cortines.
-Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, en 1988, ante Carlos Salinas de Gortari.
-Y Andrés Manuel López Obrador, en 2006, frente a Felipe Calderón Hinojosa.
En esas tres ocasiones, compartía el que fuera líder de las juventudes henriquistas, se pudo haber llegado “por la fuerza”. Como decía en los viejos tiempos Rodolfo García de Alba: “hay que ver dónde está la tubería”, es decir, los fusiles; “y ellos estaban a nuestro favor”.
De los tres momentos, según González Cosío, el de mayores posibilidades fue el de Andrés Manuel: “Cuando tenía a dos millones de gentes en la calle, en el zócalo, en Reforma…” Ahí, decía, se pudo haber aprovechado para un gran motín ciudadano y formar comandos para levantar a la gente en los estados.
La fuerza, decía, era el camino, pues la lucha desde dentro de las instituciones estaba perdida de antemano. “Primero el poder, después las elecciones”, citaba el consejo de un antiguo secretario de Hacienda.
Pero hoy en día aún ese camino está perdido para la izquierda, apuntaba pipa en ristre el gran poeta, ensayista y político: “Ahora el poder, las armas, lo tienen los criminales… Sólo que ellos decidieran ‘tú vas a ser’, sólo así”.
Su visión de la izquierda actual era tan cruda como su análisis de lo pasado como del porvenir. Está simplemente “destazada”:
-Las siglas del PRD –indicó–se las quedaron los “Chuchos” (Jesús Ortega y compañía), es decir, Calderón.
-La mayor parte del aparato administrativo lo tiene Marcelo Ebrard.
-El partido en el Distrito Federal y la gente los tiene López Obrador.
-Las tribus tienen posiciones para servirse de ellas.
-Cuauhtémoc y Rosario viven en el encono y el rencor porque están fuera.
Sobre su mesa tenía el último libro publicado por Andrés Manuel. Párrafos y párrafos subrayados alcanzaban a verse entre las páginas. “Voy a la mitad –comentaría–, está interesante”.
Sin embargo, bien claro tenía don Arturo que si bien López Obrador “tiene un gran carisma”, mayor incluso que el de Henríquez Guzmán en su momento, la cultura y los asesores de Miguel Henríquez Guzmán (también declarado “Presidente Legítimo de México”) eran de un nivel muy superior al de Andrés Manuel.
Pero en la mirada de González Cosío, en sus enormes ojos verdes, no hay reflejo de rencor ni de amargura. Destella, sí, la inteligencia y, como él mismo confiesa, “mejor me avoco a la poesía”.
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