La guerrilla y “El Jefe” Diego

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

Familiares y cercanos de Diego Fernández de Cevallos, angustiados por la vida del abogado, tienen un paradójico espacio de tranquilidad. Saben que quienes lo capturaron el 14 de mayo son profesionales, que quieren dinero y que, por lo tanto, las probabilidades de que regrese vivo del cautiverio son amplias. También saben que ese “grupo poderoso” que describió hace días su viejo amigo Fauzi Hamdan es, por toda la evidencia hasta ahora, una guerrilla que opera en la zona de las huastecas y que tiene en sus haberes secuestros de alto impacto y larga duración.

Fernández de Cevallos, de acuerdo con los patrones de secuestros en los 10 últimos años y el modus operandi que han mostrado sus captores, son miembros de una escisión muy poco conocida del Ejército Popular Revolucionario (EPR), que se dio en los años de convulsión entre 1998 y 2000, identificada por las autoridades como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), sinónimo de la guerrilla colombiana que se especializa en colocar bombas en oleoductos.

El último secuestro de alto impacto que realizó el ELN es el de Nelly Esper Sulaimán, hija de un político priista en Ciudad Valles, San Luis Potosí, y sobrina de José Sulaimán, dirigente del boxeo mundial. Estuvo en cautiverio en un cuarto en una casa de seguridad durante un año, ocho meses y 12 días. No se sabe cuánto pagaron para su liberación en mayo de 2005, ni supieron nunca quién la había secuestrado.

El ELN no es un grupo que haya difundido públicamente sus acciones, pero está confrontado con el EPR. En el primer comunicado que difundió el EPR para deslindarse del secuestro de Fernández de Cevallos dos días después de la acción, dio algunas señales de sus adversarios utilizando como pretexto al ex comandante guerrillero salvadoreño, Joaquín Villalobos, cercano al gobierno calderonista y considerado un traidor y contrarrevolucionario.

“En nuestro país, también existen los Joaquines Villalobos entre los ladrones y desertores de la revolución que huyeron para no ser juzgados bajo los principios revolucionarios”, afirmó el EPR. “Hoy, algunos con sus actos simulan tener estructuras y quieren venderse muy caro con o para quien quiera cooptarlos, sin embargo, aunque hagan simulaciones de estar en la sierra, no deja de ser un montaje y medida mediática para tratar de justificar la incapacidad política para organizar revolucionariamente a las masas y la ausencia de un lineamiento y fundamentos filosóficos para hacer creíble su existencia”.

El EPR no parece hablar del ERPI, la escisión más importante del EPR en 1998, que quedó descabezada tras la ejecución de su líder, el Comandante Ramiro, en noviembre del año pasado. Tampoco de su fundador, Jacobo Silva Nogales, quien pasó una larga temporada en la cárcel, y con quien ajustan cuentas en el último número de su órgano de difusión El Insurgente, por afirmar que la APPO rebasó al EPR en el conflicto magisterial en Oaxaca. El lenguaje del EPR el 17 de mayo es mucho más duro y tiene más similitud con la insólita “alerta militar” que difundió el 12 de mayo de 2005, cuatro días después de la aparición de el misterioso Comando Popular Clandestino en la huasteca hidalguense y potosina.

Ese grupo dijo ser resultado “del desmoronamiento de la cúpula eperrista en los estados de Hidalgo, Morelos, Oaxaca y parte de Guerrero”. El EPR negó que se hubieran dado rompimientos en esas fechas, y señaló al Comando como “un grupo paramilitar local que ya en ocasiones anteriores mediante otros membretes ha intentado de la misma manera sucia y burda crear cobertura (para) asesinar luchadores sociales que militan en organizaciones progresistas”.

No hay suficientes evidencias para establecer el vínculo directo entre el ELN y ese comando o que sean el mismo grupo, pero ambos operan en las huastecas –Querétaro, donde secuestraron a Fernández de Cevallos no pertenece a esa región, pero está en el perímetro-, no son protagónicos y generan rencor y preocupación al EPR. El método para atrapar a Fernández de Cevallos tiene el mismo modus operandi de secuestros anteriores atribuidos al ELN, pero al ser desprendimiento del EPR, hay un enormes similitudes en los métodos de ambos.

En cuando menos 10 casos donde el EPR y sus desprendimientos realizaron secuestros, el primer contacto con la familia se dio entre los 6 y los 7 días después de la captura. En el caso de “El Jefe” Diego fue seis días después. El periodista José Ureña publicó el 27 de mayo que los secuestradores pedían 50 millones de dólares, lo que le confirmó un abogado muy cercano a él. En 2008 el EPR pidió 60 millones de dólares por un empresario poblano. No se sabe cuánto se pagó, pero el rescate final siempre es menor al solicitado. Por ejemplo, de los 8 millones de dólares que pidió el EPR por Eduardo García Valseca en 2008 se pagaron menos de dos.

Como suele enviar sus comunicados el EPR, la fotografía de Fernández de Cevallos llegó por correo electrónico. No es común que se envíe una imagen del secuestrado con el torso desnudo como primera prueba de vida, pero tampoco es inédito. En 2007, la prueba de vida de otro empresario fue idéntica, con el torso desnudo, el plástico negro en la parte posterior y el pedazo de tela, con el mismo armado, sobre los ojos de la víctima. La única diferencia es que en el caso del empresario mostraba un periódico y en el de Fernández de Cevallos un mensaje escrito a mano.

Desde un principio se notó la huella de la guerrilla, pero el deslinde del EPR provocó desconcierto. La manera como se fueron presentando las pruebas de vida y el análisis de las zonas de acción y procedimientos en casos anteriores llevaron a identificar como probable responsable del secuestro al ELN, que ha estado activo en en esa región. La velocidad con la cual se supo del secuestro, dijo un experto, estuvo fuera del control de los secuestradores, porque la información circuló rápidamente en los medios desde que la difundió un portal de Querétaro.

Como sucedió en el secuestro de Esper Sulaimán, el método de comunicación que tiene la guerrilla es muy lento, y pueden llevar de semanas hasta dos meses. Por esa razón los familiares y amigos de Fernández de Cevallos anticipan que si las cosas marchan por buen camino, el regreso de “El Jefe” Diego demorará. Es lo mejor que puede pasar para llegar a buen puerto, lo que no excluye ningún imprevisto que lleve todo al lado opuesto de lo deseado

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