Iluminados

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

Hace tres años, los dos eran figuras emergentes. Eduardo Bours, que gobernaba Sonora como un señor feudal, y Juan Molinar, quien desde la dirección del Seguro Social estaba en la reserva del presidente Felipe Calderón para la segunda parte del sexenio. ¿Quién los podría parar? Los dos, a su manera, soberbios, sobrados, echados para adelante, bravucones. El futuro les pertenecía.

Bours, un político de arribo tardío, había crecido en los criaderos empresariales de Ciudad Obregón, donde nació entre sábanas de satín y cucharas de plata. Accionista de Bachoco, la gran productora de huevo en el país, Bours fue un empresario que encabezó cámaras y organismos cúpula, y que se acercó a Francisco Labastida para que, en su frustrada campaña para la Presidencia en 2000, fuera el hombre que recaudara fondos entre los empresarios.

Su trabajo se hizo con un bajo perfil, y si Labastida hubiera ido a Los Pinos, la forma discreta con la que se manejaba en un territorio comanche, como lo fue su campaña, seguramente lo hubieran relegado a un segundo nivel de toma de decisión. Paradójicamente, la derrota de Labastida le permitió caminar hacia un escaño en el Senado, producto del pago político a su contribución.

El senador no hizo mucho en la Cámara Alta, ni tampoco era una de las figuras del partido. El desgaste en aquél momento de quien había sido soberano absoluto en Sonora, Manlio Fabio Beltrones, y la ayuda del líder priista en el Senado, Enrique Jackson, quien deseaba saturar el país con gobernadores que hubieran comido de su mano, lo llevó a la candidatura para encabezar la política en su estado, que ganó. Igual sucedió con la gubernatura, no holgadamente, pero si gran dificultad.

Bours gobernó con mano autoritaria. Se enfrentó a los medios, los hostigó y amenazó. Aplastó a sus adversarios y ensoberbecido, se enfrentó al gobierno federal, como cuando reclamó públicamente al secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, porque su policía federal actuó a sus espaldas en una persecución carretera contra Los Zetas, que desafiaban en el estado al Cártel de Sinaloa. El gobernador se sentía todopoderoso y desairó sistemáticamente a sus pares.

No asistía a las convocatorias del partido, y poco a la de los gobernadores. Se manejaba de manera aislada, individualista. Sonora no era parte de la agenda nacional, con lo cual se convertía en su terruño particular. Ese comportamiento patrimonialista tenía el rostro de la superioridad. Se le notaba en la forma de actuar, de hablar, de hacer política al margen de sus colegas priistas. Bours se sentía por encima de todos, y fue generando enemistades.

Pero si Bours creía ir acumulando fuerza para llegar al 2012 como una de las cartas fuertes del PRI a la Presidencia, en el otro extremo de la geometría política, Molinar, que compartía formas y actitudes, si bien no orígenes, llevaba una inercia parecida. Molinar venía de la clase media en su natal Chihuahua, y estudió la licenciatura en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales de la UNAM, en Acatlán, en los inicios de lo que se pensaba una carrera académica.

De la licenciatura se fue al Colegio de México, donde obtuvo la maestría en Ciencias Políticas, y se fue a la Universidad de California en San Diego, donde escribió sobre los fraudulentos procesos electorales en su estado y en México. Politólogo, a los 21 años ya había sido representante de casilla en las elecciones presidenciales de 1976, y 18 años después era director de Prerrogativas del IFE.

Molinar escogió la política por encima de la academia, y pasó a formar parte de los intelectuales conservadores cercanos al proyecto político del PAN. Es uno de los más inteligentes pensadores de la nueva derecha mexicana, sofisticado e ilustrado.

El PAN lo propuso para ser consejero en el IFE y fue uno de los que arbitró la elección de la alternancia. En ese contexto, al llegar Vicente Fox a la Presidencia, su viejo amigo Santiago Creel, nuevo secretario de Gobernación, se lo llevó como subsecretario.

No duró mucho tiempo con Creel, de quien se fue separando políticamente. A mitad del sexenio foxista se convirtió en diputado, y en la carrera presidencial se fue con Felipe Calderón. Articulado polemista, Molinar se convirtió en uno de los mejores escuderos durante la difícil campaña presidencial frente a los defensores de Andrés Manuel López Obrador, y en un estratega de choque en el cuarto de guerra de Calderón durante la campaña.

Su protagonismo y su cercanía con el entonces Presidente electo, lo ubicaban en lugares tan sólidos como el Cisen, de donde se supondría que iría a la Secretaría de Gobernación. Pero no era tan cercano, o tan dócil, como Guillermo Valdés, que terminó en ese cargo, mientras que Molinar era enviado, al gabinete ampliado como director del Seguro Social. Su tiempo llegaría en la segunda parte del sexenio, como parte del establo de Los Pinos para la candidatura presidencial, y la salida de Luis Téllez de Comunicaciones fue la coyuntura.

Molinar, finalmente en el gabinete, subió en automático al tablero de las ilusiones para 2012. Bours, que había hecho de su gobierno una División Panzer, era el equivalente dentro del PRI. Pero hace un año, el destino los salpicó. Un incendio en un depósito de Hacienda en Hermosillo corrió por el techo construido de materiales inflamables hacia una guardería subrogada del IMSS que ardió, consumiendo la vida de 49 niños.

En un año, de estrellas ascendentes pasaron a ser villanos populares. Los sueños de poder se nublaron con pesadillas de cárcel acusados por la voz popular de asesinos. Hace unos días el ministro de la Suprema Corte, Arturo Saldívar, no los ubicó como autores intelectuales de la tragedia, pero si como los responsables de mayor rango en el fatídico incendio. El resto de los ministros debatirán esta semana si mantienen las imputaciones, que no los llevará a prisión pero cuyo castigo político, cuando menos en el caso de Molinar que sigue activo, podría ser su dimisión.

Bours, que controlaba totalmente Sonora, no pudo lograr que su candidato a la gubernatura perdiera el poder en el estado y tampoco se convirtió en el líder de Nueva Alianza que quería Elba Esther Gordillo. Molinar se mantiene al frente de la Secretaría de Comunicaciones, pero acosado y golpeado por la opinión pública. Bours no se ha defendido, está escondido. Molinar abrió su defensa mediática. Ambos se ven muy solos, como si estuvieran pagando su vieja autosuficiencia y soberbia, que para enfrentar la tragedia, definitivamente, no les alcanzó.

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