¡Hasta pronto, Monsi…!

A Puerta Cerrada / Marcela Gómez Zalce

Triste inicio de semana con la lamentable noticia de que José Saramago inició su último viaje, y pisándole los talones se nos fue también el gran Carlos Monsiváis, carajo.

Personaje querido, sencillo, leído, controvertido y un gran amigo de sus amigos. Sensible por las causas de los más desprotegidos, crítico contra el abuso y el autoritarismo, ideólogo de una izquierda, a ratos perdida, y férreo en sus convicciones, Monsi nos deja de un golpe seco en la oscuridad de su mordaz y crítico sentido de ver esta realidad que dejará de documentar nuestro optimismo en estos aciagos tiempos de pesimismo, desánimo y desilusión. Con esa cáustica pluma volcando conceptos capaz de arrancar la carcajada dibujó un panorama en lo político, social y cultural provocando debates, discusiones y un divertido malestar en el estómago de la derecha y, por supuesto, de la cúpula de este (des)gobierno.

Platicar con Carlos era una delicia (aunque le encantaba colgarse al teléfono) y había que estar ese día en particular, my friend, con la mente ágil y rápida para seguir su filo y agudeza al hablar de diversos temas donde, sin más, y con ese distintivo sentido del humor, era imposible no estallar en risas que en tiempo récord se congelaban para devolver la seriedad al momento… para después transitar suavemente entre una lluvia de intercambio de conceptos y discusiones que se alargaban por horas frente a un buen café y en algunas ocasiones en su casa, con amigos y acompañado de sus inseparables gatos.

A Monsi le encantaba el entretenimiento. Su pasión y curiosidad por las entretelas de los espectáculos y la música (el soul le fascinaba) terminó acercándonos hace varias lunas y desde entonces germinó una amistad que hoy duele ver terminada sin mayores explicaciones que las típicas de salud que… ¿se deben entender…? Estar en su velorio esa tarde de lluvia y frío mirando y sintiendo la inmensa tristeza de sus entrañables amigos y esos ojos azules nublados de Elenita Poniatovska y de tantos que estuvieron presentes, son inolvidables estampas de lo profundo de su huella…

Despreocupado por el estilo y la forma de vestirse (el concepto metrosexual nos hacía estallar en carcajadas), con Carlos se podía hablar, discutir y debatir desparpajadamente de cualquier tema —rompiendo ese cliché de modelito tieso, mamón y soberbio que suele arropar a esa curiosita clase intelectual mexicana que se cree cosida a mano— y su conocimiento por los grupos musicales, el chisme de la farándula, la tenebra de las telenovelas y anecdotarios sobre el Rock n’ Roll hacían un deleite del coctelito molotov mezclado con la cañería y la crême de la política.

Ahora sin más, nos perderemos sus crónicas sobre este 2010. Este año que marca a México que no leerá más Por mi madre bohemios ni desintoxicará nuestro optimismo. Año de símbolos, de aniversarios y bicentenarios Monsi no nos hará reír, pensar ni debatir. Estamos huérfanos de su voz crítica, ácida, lúcida, mordaz, sarcástica y certera.

Mmta.

Ayer, en el homenaje en Bellas Artes, Elenita preguntaba desconsolada: ¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi…?

Sí, chingao... ¡¡¿qué vamos a hacer sin ti…?!!

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