Karen DeYoung y Greg Jaffe
Washington Post/ICH
Traducido cortesía de Germán Leyens para Rebelión
Bajo su compromiso con una diplomacia de voz suave y más allá de las zonas de combate de Afganistán e Iraq, el gobierno de Obama ha expandido considerablemente una guerra en gran parte secreta de EE.UU. contra al-Qaida y otros grupos radicales, según altos responsables militares y gubernamentales.
Las fuerzas de Operaciones Especiales han crecido en número y presupuesto, y están desplegadas en 75 países, en comparación con unos 60 a comienzos del año pasado. Aparte de unidades que han pasado años en las Filipinas y en Colombia, hay equipos operando en Yemen y en otros sitios en Oriente Próximo, África y Asia Central.
Hay comandantes que desarrollan planes para aumentar el uso de tales fuerzas en Somalia, donde un ataque de Operaciones Especiales mató el año pasado al presunto jefe de al-Qaida en África Oriental. Existen planes para ataques preventivos o de represalias en numerosos sitios del mundo, con la intención de ponerlos en práctica cuando se identifique un complot, o después de un ataque vinculado a un grupo específico.
El aumento de despliegues de Operaciones Especiales, junto con la intensificación de los ataques de drones de la CIA en Pakistán occidental, es la otra parte de la doctrina de seguridad nacional de compromiso global y valores interiores que el presidente Obama publicó la semana pasada.
Una ventaja de la utilización de fuerzas ‘secretas’ para tales misiones es que pocas veces hablan de sus operaciones en público. Para un presidente demócrata como Obama, criticado por ambos lados del espectro político por demasiada o demasiado poca agresión, los ataques no reconocidos de drones de la CIA en Pakistán, junto con incursiones unilaterales de EE.UU. en Somalia y operaciones conjuntas en Yemen, proveen instrumentos políticos políticamente útiles.
Obama, dijo un alto responsable militar, ha permitido “cosas que la administración previa no permitía”.
‘Más acceso’
Comandantes de Operaciones Especiales también se han convertido en una presencia mucho más regular en la Casa Blanca que bajo el gobierno de George W. Bush, cuando la mayoría de las sesiones para informar sobre potenciales futuras operaciones se realizaban a través de la cadena de comando del Pentágono y estaban dirigidas por el secretario de Defensa o el jefe del Estado Mayor Conjunto.
“Tenemos mucho más acceso”, dijo otro oficial militar. “Hablan mucho menos en público, pero actúan más. Están dispuestos a mostrarse agresivos mucho más rápido”.
La Casa Blanca, dijo, “pide ideas y planes… nos llaman y dicen, ‘Díganme lo que pueden hacer. Díganme cómo hacen estas cosas.’”
Las capacidades de Operaciones Especiales solicitadas por la Casa Blanca van más allá de ataques multilaterales e incluyen el entrenamiento de fuerzas contraterroristas locales y operaciones conjuntas con ellas. En Yemen, por ejemplo, “estamos haciendo las tres cosas”, dijo el funcionario. Funcionarios que hablaron del aumento de operaciones no estaban autorizados para hablar de éstas oficialmente.
La descripción pública más clara de los aspectos de guerra secreta de la doctrina provino del director de contraterrorismo de la Casa Blanca John O. Brennan. Dijo la semana pasada que EE.UU. “no sólo responderá después de los hechos” ante un ataque terrorista sino que “llevará el combate a al-Qaida y sus afiliados terroristas no importa si complotan o entrenan en Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia y más allá”.
Esa retórica no es muy diferente de la promesa de Bush de “llevar la batalla al enemigo… y enfrentar las peores amenazas antes de que emerjan”. Las unidades de elite de Operaciones Especiales provenientes de las cuatro ramas de las fuerzas armadas se convirtieron en un arma de contraterrorismo de primera línea para EE.UU. después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Pero Obama ha convertido a esas fuerzas en una parte mucho más integrada de su estrategia global de seguridad. Ha solicitado un aumento de 5,7% en el presupuesto de Operaciones Especiales para el año fiscal 2011, por un total de 6.300 millones de dólares, más 3.500 millones adicionales en fondos de contingencia para 2010.
Los choques de la era de Bush entre los departamentos de Defensa y Estado por despliegues de Operaciones Especiales prácticamente han terminado. El ex secretario de defensa Donald H. Rumsfeld las veía como una fuerza independiente, y aprobó misiones de recolección de inteligencia de Operaciones Especiales en algunos países que eran tan secretas que el embajador de EE.UU. no fue informado de que estaban teniendo lugar. Pero se dice que la relación estrecha entre el secretario de Defensa Robert M. Gates y la secretaria de Estado ha allanado el proceso.
“En algunos sitios nuestra presencia es bastante obvia”, dijo en un discurso el almirante Eric T. Olson, jefe del Comando de Operaciones Especiales. “En algunos sitios, como deferencia a la sensibilidad del país anfitrión, tratamos de pasar desapercibidos. En todos los sitios, las actividades de las fuerzas de Operaciones Especiales son coordinadas con el embajador de EE.UU. y están bajo el control operativo del comandante regional de cuatro estrellas”.
Cadenas de comando
El Estado Mayor Conjunto bajo Bush ordenó al general David H. Petraeus en el Comando Central y a otros que desarrollaran planes para utilizar fuerzas de Operaciones Especiales en la recolección de inteligencia y en otros esfuerzos de contraterrorismo, y recibieron la autoridad para emitir órdenes directas a ellas. Pero esas órdenes recién fueron formalizadas el año pasado, incluyendo una directiva de CENTCOM en la que se describen operaciones en toda Asia del Sur, el Cuerno de África y Oriente Próximo.
La orden, sobre cuya existencia informó por primera vez el New York Times, incluye recolección de inteligencia en Irán, aunque no está claro si hay fuerzas de Operaciones Especiales en actividad en ese país.
El Comando de Operaciones Especiales basado en Tampa no está enteramente satisfecho con su subordinación a comandantes regionales y, en Afganistán e Iraq, a comandantes en el terreno. Soldados de Operaciones Especiales dentro de Afganistán tenían su propia cadena de comando hasta principios de este año, cuando fueron colocados bajo la dirección unificada del comandante general de EE.UU. y la OTAN en ese país, el general Stanley A. McChrystal, y su adjunto operativo, el teniente general David M. Rodriguez.
“Todos los que trabajan en CENTCOM trabajan para Dave Petraeus”, dijo un funcionario militar. “Nuestro problema es que creemos que nuestras fuerzas en el terreno deberían estar bajo un comandante de Operaciones Especiales en el terreno, en lugar de… Rodriguez, quien es un sujeto de [fuerzas] convencionales y no sabe cómo hacer lo que hacemos”.
Los soldados de Operaciones Especiales se entrenan durante años en culturas extranjeras y lenguaje, y se consideran de una clase aparte de lo que llaman “fuerzas de propósito general”. Los soldados de Operaciones Especiales a veces se molestan ante la autoridad de los embajadores de “controlar lo que entra y lo que sale de su país”, dijo el funcionario. También se han obstaculizado operaciones en Pakistán –donde entrenadores de Operaciones Especiales esperan casi triplicar su actual despliegue a 300– por la demora de ese Gobierno en la emisión de visas.
Aunque están satisfechos por el aumento de su número y financiamiento, los comandantes de Operaciones Especiales quisieran dedicar más fuerzas a misiones globales fuera de las zonas de guerra. De unos 13.000 miembros de las Fuerzas Especiales desplegados en el extranjero, unos 9.000 están divididos a partes iguales entre Iraq y Afganistán.
“Un ochenta por ciento de nuestra inversión tiene que ver ahora con la resolución de conflictos actuales, no en la creación de capacidades con socios para evitar conflictos futuros”, dijo un funcionario.
Preguntas restantes
La fuerza también se ha irritado por el engorroso proceso bajo el cual el presidente o su persona designada, usualmente Gates, tiene que autorizar su uso de fuerza letal fuera de zonas de guerra. Aunque la CIA tiene la autoridad de determinar objetivos y lanzar misiles letales en las áreas tribales occidentales de Pakistán, ataques como los del año pasado en Somalia y Yemen requieren aprobación civil.
Las Naciones Unidas, en un informe de esta semana, cuestionaron la autoridad del Gobierno según el derecho internacional de realizar semejantes ataques, particularmente cuando matan a civiles inocentes. Una posible justificación legal –el permiso del país en cuestión– es complicada en sitios como Pakistán y Yemen, donde los Gobiernos dan su acuerdo en privado pero no reconocen en público su aprobación de los ataques.
Ex funcionarios de Bush, que todavía se resienten por acusaciones de que su Gobierno se extralimitó en la autoridad del presidente de realizar actividades letales a voluntad en todo el mundo, han formulado preguntas similares. “Cuando parecen estar expandiendo sus operaciones en términos de extraterritorialidad y agresividad, están limitando la autoridad legal sobre la cual se basan esas acciones en expansión,” dijo John B. Bellinger III, un alto asesor legal en ambos gobiernos de Bush.
El gobierno de Obama ha rechazado la autoridad ejecutiva constitucional reivindicada por Bush y ha basado sus operaciones letales en la autoridad que el Congreso dio al presidente en 2001 para utilizar “toda la fuerza necesaria y apropiada contra aquellas naciones, organizaciones, o personas” que determine “han planificado, autorizado, cometido, o ayudado” a los ataques del 11 de septiembre.
Muchos de los que actualmente son atacados, dijo Bellinger, “particularmente en sitios afuera de Afganistán”, no tuvieron nada que ver con los ataques de 2001.
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