Estampas bicentenarias: Cananea e Iniciativa México

Jenaro Villamil

Si algo puede resumir las dos caras de los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución es la siguiente estampa: mientras la oligarquía mediática celebraba su Iniciativa México, ofrecía discursos de orgullo nacionalista en cadena nacional y pretendía a golpe de pantalla y de rating modificar la “percepción” social sobre el mal estado de la nación, en Coahuila el Grupo Minera México, propietario de la minera Cananea, la más antigua, importante y simbólica en la historia mexicana, era ocupada desde la noche del 6 de junio por las fuerzas de seguridad pública, tras 34 meses de huelga.

En paralelo, la policía estatal de Coahuila escoltó a representantes de Minera México para recuperar el control de Pasta de Conchos, donde murieron 65 trabajadores en la tragedia del 19 de febrero de 2006, sin que hasta ahora exista responsable alguno.

La Secretaría de Gobernación, a tono con el México mágico, lindo y pacífico que quieren imponernos –¡ay de aquellos malos mexicanos que se atrevan a criticar o a informar fuera del guión coproducido!–, afirmó en un boletín de prensa que “fuerzas de seguridad pública aseguraron pacíficamente la mina de Cananea”.

El comunicado destaca que el desalojo se realizó “sin resistencia ni incidentes” y “con estricto apego a la ley y con pleno respeto a los derechos fundamentales de los extrabajadores mineros que se encontraban en las afueras del lugar”.

Las versiones de reporteros que estuvieron en el sitio, así como de los mineros agredidos, son otras. Integrantes de la sección 65 del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares afirmaron que hubo actos violentos. El Imparcial, de Sonora, informó de al menos dos heridos de bala.

Es probable que sean sólo “daños colaterales” en el lenguaje calderoniano, como “colaterales” deben ser los 65 mineros que murieron asfixiados en Pasta de Conchos, sin que la empresa de Germán Larrea se hiciera responsable de las malas condiciones que provocaron el accidente.

Estas imágenes no se vieron en la televisión mexicana. El México mediático, el del duopolio televisivo y sus acompañantes del neoporfirismo de la gente bien y “de los valores”, ofreció en cadena nacional cuentas de vidrio a cambio de autohalagos.

Dieron a conocer la Iniciativa México, que ofrece premiar con 6 millones de pesos a individuos, organizaciones o instituciones públicas o privadas que presenten “proyectos vigentes, con impacto social y /o ecológico”, en las cinco categorías del reality al que convocaron de aquí al 7 de julio: calidad de vida, desarrollo comunitario, medio ambiente, justicia y derechos humanos, y buen gobierno y rendición de cuentas.

Ni la burla perdonan. Seis millones de pesos no es ni la décima parte del tiempo que puedan comercializar en spots durante el mismo tiempo-aire que dedicaron a “encadenarse voluntariamente”.

Se trata de una especie de concurso ante las audiencias masivas que votarán para elegir a los cinco finalistas que, en un programa final, defenderán sus propuestas. Un Big Brother social o un Pronasol mediatizado.

“En este último programa –afirma la convocatoria– se conocerá la iniciativa preferida conforme a la votación de la audiencia, así como a los siguientes cuatro lugares. En un gran evento se reconocerá a los cinco proyectos finalistas, a los cuales se les otorgarán recursos económicos para que continúen trabajando por la causa con la cual participaron. El proyecto con mayor votación del público recibirá dos millones de pesos y los cuatro restantes un millón de pesos cada uno. Estas cantidades son libres de impuestos y en pesos mexicanos”.

En esta ostentosa filantropía, lo que menos importa es el impacto real de la iniciativa. Se trata de que los convocantes se presuman a sí mismos como buenos mexicanos, como los “auténticos voceros” de un México grande. Quienes no participan son acusados de “boicotear” una noble causa, y quienes critican entonces son los resentidos de siempre. El clásico discurso unilateral y de uniformidad ideológica de la derecha mediática.

No en balde, Ricardo Salinas Pliego y Emilio Azcárraga Jean aparecieron en horario estelar, en Canal 2 y Canal 13, entrevistados por Javier Alatorre y Joaquín López Dóriga, recitando una serie de lugares comunes, sin problematizar, evadiendo el hecho de que se trató de una imposición desde el canal de las estrellas y no de un consenso genuino. Como si fueran Batman y Robin del radioespectro. Multimillonarios que ahora nos dicen cómo ser buenos filántropos.

En esto se parece también el tono de los desplegados de apoyo a la decisión de fuerza en las minas de Cananea y Pasta de Conchos. Este martes 8 de junio aparecieron en la prensa los respaldos a las acciones tomadas, del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), de la Cámara Minera de México (Camimex) y de una fantasmal Confederación de Sindicatos Independientes de mineros.

“La recuperación de Cananea pone fin a un desafortunado capítulo de abuso de los legítimos derechos y constituye una oportunidad para recuperar, a la brevedad, el dinamismo, desarrollo y expansión no sólo de la mina de Cananea, sino del Estado”, advierte el CCE en su inserción pagada.

La Camimex también “reconoce y apoya las acciones conjuntas realizadas por el gobierno federal y de Sonora el pasado domingo 6 de junio, para recuperar y asegurar pacíficamente las instalaciones de la mina de Cananea”.

Esas son las percepciones que quieren transformar en verdades inamovibles, en una realidad donde esté exenta la crítica, la disidencia o la defensa de derechos laborales y humanos elementales.

Así sí vale la pena tener iniciativa. Si se tiene a la Policía Federal y a la Secretaría de Gobernación al servicio, ¿quién puede dudar que éste es un país pacífico?

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