Espionaje cubano

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

La detención del candidato de la izquierda a la gubernatura de Quintana Roo Gregorio Sánchez, abrió una ventana inesperada: la penetración de la inteligencia cubana en México, que se ha venido dando de manera ininterrumpida desde que el ex gobernador Mario Villanueva organizó el tráfico de cubanos a México en los 90 en sociedad con Roberto Robaina, quien fue canciller del régimen castrista. Robaina cayó de la gracia del comandante Fidel Castro porque convirtió ese contrabando en un negocio personal, pero la ruta establecida continuó dando frutos, aunque el negocio se ha vuelto de alto riesgo, con sonadas ejecuciones en los tres últimos años.

Las redes del espionaje cubano se reforzaron desde que el presidente Vicente Fox -manipulado por sus principales asesores en política exterior- inició un rompimiento descuidado y poco inteligente con La Habana. El resultado fue el cambio radical de la vieja regla de oro de que a cambio de no cerrar espacios políticos para Cuba en territorio mexicano, no se mezclaría en los asuntos internos del país. En el gobierno de Felipe Calderón, la secretaria de Relaciones Exteriores Patricia Espinosa regresó la diplomacia a ortodoxia, con el agravante de que su obsesión por mejorar la relación bilateral con Cuba no ha pasado de ser un buen deseo.

Las torpezas en el manejo de la relación bilateral con Cuba y los enfrentamientos públicos entre Fox y Castro, propiciaron que desde finales de 2001 el régimen cubano tuviera una participación activa en asuntos mexicanos. Tras los atentados terroristas en Estados Unidos el 11 de septiembre de ese año, la inteligencia cubana envió a México a casi un centenar de agentes fuera del conocimiento del gobierno mexicano. Nunca se pudo comprobar si como temían algunos funcionarios federales, era para explorar posibilidades de sabotajes, pero lo que sí se corroboró fue que intervinieron directamente en los asuntos internos mexicanos.

El punto más álgido de esa relación se dio a propósito de todo el largo episodio de los llamados “videoescándalos”, que fueron una serie de grabaciones que hizo secretamente el empresario Carlos Ahumada y que después quiso vender a cambio de protección al gobierno de Fox, con la intermediación del ex presidente Carlos Salinas y de su influyente amigo panista Diego Fernández de Cevallos. Por sugerencia del entonces gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas, Ahumada viajó a Cuba desde un mes antes de que se dieran a conocer los videos en marzo de 2004, ayudado por el embajador cubano Jorge Bolaños, con quien tenía una estrecha relación.

Bolaños, muy cercano a Fidel Castro, arregló que recibieran a Ahumada en una casa de seguridad en La Habana, al cuidado del teniente coronel Francisco Miguel Estrada Portales, segundo de la policía política. Lo que hicieron con él fue ponerle enfrente una cámara para que comenzara a platicar todo el episodio de los videos, que tenía como propósito descarrilar la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador. Ahumada dijo tiempo después que fue torturado sicológicamente por los cubanos, pero diplomáticos cubanos dijeron otra cosa: “El problema era callarlo”.

El hecho es que videograbaron alrededor de 40 horas -se conoce menos de una- donde revela los detalles de porqué realizó las grabaciones, porqué se las entregó a Salinas, cómo y en qué términos habló con Martha Sahagún en Los Pinos, cómo se planteó la protección con el procurador general Rafael Macedo, cómo blindaría la Secretaría de Hacienda sus cuentas y propiedades, y cuánto le iban a pagar por ellas. Con ese material dos enviados de La Habana viajaron a México.

Se trató de José Arbezú Fraga, jefe del Departamento de América Latina del Comité Central del Partido Comunista -de donde siempre salió la ayuda para la subversión en el continente- y Pedro Miguel Lobaina, jefe de la Sección México en ese Departamento. El consejero político de la Embajada cubana, Orlando Silva, histórico jefe de la inteligencia de La Habana en México, los llevó con varios políticos a espaldas del gobierno mexicano. La conversación principal fue con López Obrador.

Lo vieron en una oficina donde había varios colaboradores del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal y le ofrecieron entregarle todas las grabaciones con Ahumada, para defenderse del gobierno de Fox. López Obrador se negó a ello, y les dijo que no quería esos materiales, por lo cual no los utilizaría. La conversación estaba siendo grabada por el CISEN, y que fue la base para que el gobierno mexicano declarara persona non-grata a Silva, y expulsara a Bolaños de México. Para evitar que se descubriera la forma como espiaba el gobierno a López Obrador, se mantuvo bajo reserva de 12 años toda la información relacionada con ese episodio.

La inteligencia cubana tuvo un serio revés con la salida de Silva, y su capacidad de inteligencia en México se tuvo que reconstruir. De muy bajo perfil en los últimos años volvió a aparecer su mano estos días tras la detención de Sánchez en Cancún, tras el hecho que Jesús Ortega, líder nacional del PRD y amigo personal del candidato a gobernador, decidiera utilizar a la esposa del político-empresario detenido por presunto lavado de dinero y vinculación con el narcotráfico, Niurka Sáliva, como vocera coadyuvante en su defensa.

Desde fines de la semana pasada autoridades federales mexicanas comenzaron a dar detalles sobre Sáliva. Lo más sorprendente fue que es hija de un coronel muy cercano a Raúl Castro, actual gobernante de Cuba, adscrito al Ministerio del Interior y miembro de los eficaces servicios de inteligencia. La señora Sáliva ya fue confrontada en entrevistas sobre el tema, y lo único que no ha admitido es que su padre, José Ángel Sáliva, sea miembro de los servicios de inteligencia. Pero la ficha abre toda esa variable al caso de Sánchez.

Los servicios de inteligencia cubanos están bajo sospecha de que están utilizando los canales del tráfico de cubanos hacia Estados Unidos para infiltrar agentes, sobretodo porque varias de sus redes más profundas han sido descubiertas y desmanteladas en los últimos años. La utilización de las bandas de tráfico de personas son usadas también por terroristas y narcotraficantes, que en los últimos años ha generado gran preocupación en Washington. Hasta dónde llegará este nuevo episodio del espionaje cubano en México no se sabe. Pero que se les abrió un nuevo boquete, profundo, no hay duda, en el campo económico y en el político.

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