Álvaro Cepeda Neri
Hace rato que no se veían tantos acarreados a un acto más burocrático que político. El priísmo, que echó mano de lo que se conoció como la borregada y que parecían ya cosas del pasado, enterradas tras su derrota inducida por Zedillo, para dar paso al fracaso del panismo, acaba de ser desenterrado con motivo del arribo-imposición de Emilio Gamboa Patrón, como pastor de la CNOP, organización que fuera más o menos considerada uno de los brazos del entonces pulpo Revolucionario Institucional. Gamboa, que nunca ha sido profeta en su terruño: Yucatán, en cambio, a sus casi 70 años, parece seguir cosechando de su truculenta carrera en el PRI, al que se afilió en 1972 cuando era partido de Estado.
Pero sobre todo, Gamboa adquirió fama de gran tramposo, desde que gracias a los intereses creados, lo metieron con calzador de secretario particular de esa nulidad que fue Miguel de la Madrid. En ese cargo hizo las veces de vicepresidente, como antes logró hacerlo Humberto Romero. Después Liébano Sáenz, ahora disfrazado de periodista (encuestador oficial de Peña Nieto, en la actualidad), hizo casi lo mismo con el bilioso de Zedillo. Pues bien, Gamboa hizo y deshizo con De la Madrid, al grado de amafiarse con Salinas y Manuel Camacho (actualmente en la oposición al servicio del corrupto Marcelo Ebrad). Desde la particular, Gamboa tejió a su favor los favores que daba con sombrero ajeno.
Salinas le pagó con réditos: director del Infonavit, donde regaló casas a su grupo; director del IMSS, donde se identificó, no con los obreros, pero sí con los patrones y la cúpula corrupta del sindicalismo. Después fue titular de la SCT, director de la Lotería Nacional (donde se repartieron “premios”). Después le dieron Fonatur. Y finalmente senador y diputado federal. De este cargo pluri ha saltado a la CNOP. Gamboa es una fichita. Anduvo enredado con la amante de José Córdoba (el salinista tenebroso), la policía y traficante de arte Marcela Bodenstedt.
Es Gamboa uno de los hombres del peñanietismo. Y busca ser sucesor de Beatriz Paredes (teniendo como competidor a su igual Ulises Ruiz, los dos a la par de nefastos). En la capital queretana (donde desapareció el bribón de Fernández de Cevallos), Gamboa acarreó a cuanto grillo pudo para su coronación cenopista. Es uno de los fardos del PRI, que jamás ha remado. Exitoso burócrata ya tomó partido por Peña Nieto. Tal vez lo hacen presidente del PRI, en cuanto la Paredes suelte el cargo (lo cual está difícil, pues la tlaxcalteca quiere seguir teniendo poder, pero que cedería a dejar a Gamboa, ya que doña Beatriz es otra peñanietista. Mientras tanto Gamboa reapareció a la antigüita, haciendo alarde de que tiene fuerza propia (y dinero para invertir en la causa de sus intereses). Es un napoleoncito de la grilla, una carga con la que el PRI no podrá llegar a puerto en el 2012, pues los piratas del peñanietismo pueden hundirlo antes de tiempo.
Hace rato que no se veían tantos acarreados a un acto más burocrático que político. El priísmo, que echó mano de lo que se conoció como la borregada y que parecían ya cosas del pasado, enterradas tras su derrota inducida por Zedillo, para dar paso al fracaso del panismo, acaba de ser desenterrado con motivo del arribo-imposición de Emilio Gamboa Patrón, como pastor de la CNOP, organización que fuera más o menos considerada uno de los brazos del entonces pulpo Revolucionario Institucional. Gamboa, que nunca ha sido profeta en su terruño: Yucatán, en cambio, a sus casi 70 años, parece seguir cosechando de su truculenta carrera en el PRI, al que se afilió en 1972 cuando era partido de Estado.
Pero sobre todo, Gamboa adquirió fama de gran tramposo, desde que gracias a los intereses creados, lo metieron con calzador de secretario particular de esa nulidad que fue Miguel de la Madrid. En ese cargo hizo las veces de vicepresidente, como antes logró hacerlo Humberto Romero. Después Liébano Sáenz, ahora disfrazado de periodista (encuestador oficial de Peña Nieto, en la actualidad), hizo casi lo mismo con el bilioso de Zedillo. Pues bien, Gamboa hizo y deshizo con De la Madrid, al grado de amafiarse con Salinas y Manuel Camacho (actualmente en la oposición al servicio del corrupto Marcelo Ebrad). Desde la particular, Gamboa tejió a su favor los favores que daba con sombrero ajeno.
Salinas le pagó con réditos: director del Infonavit, donde regaló casas a su grupo; director del IMSS, donde se identificó, no con los obreros, pero sí con los patrones y la cúpula corrupta del sindicalismo. Después fue titular de la SCT, director de la Lotería Nacional (donde se repartieron “premios”). Después le dieron Fonatur. Y finalmente senador y diputado federal. De este cargo pluri ha saltado a la CNOP. Gamboa es una fichita. Anduvo enredado con la amante de José Córdoba (el salinista tenebroso), la policía y traficante de arte Marcela Bodenstedt.
Es Gamboa uno de los hombres del peñanietismo. Y busca ser sucesor de Beatriz Paredes (teniendo como competidor a su igual Ulises Ruiz, los dos a la par de nefastos). En la capital queretana (donde desapareció el bribón de Fernández de Cevallos), Gamboa acarreó a cuanto grillo pudo para su coronación cenopista. Es uno de los fardos del PRI, que jamás ha remado. Exitoso burócrata ya tomó partido por Peña Nieto. Tal vez lo hacen presidente del PRI, en cuanto la Paredes suelte el cargo (lo cual está difícil, pues la tlaxcalteca quiere seguir teniendo poder, pero que cedería a dejar a Gamboa, ya que doña Beatriz es otra peñanietista. Mientras tanto Gamboa reapareció a la antigüita, haciendo alarde de que tiene fuerza propia (y dinero para invertir en la causa de sus intereses). Es un napoleoncito de la grilla, una carga con la que el PRI no podrá llegar a puerto en el 2012, pues los piratas del peñanietismo pueden hundirlo antes de tiempo.
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